Fuente: La Nación ~ El calzado deportivo se suma a la movida por la crisis climática y contra el maltrato animal a partir del uso de materiales alternativos
Nuestras zapatillas son basura y estamos orgullosos. Lo afirman tres amigos mendocinos -Alejandro Malgor (34), Ezequiel Gatti (40) y Nazareno El Hom (36)-, emprendedores al frente de Xinca, la marca de zapatillas realizadas con neumáticos. Reconocidos como una de las mejores start ups por Venture Argentina, la firma nació con una impronta social y ambiental. Los emprendedores estaban preocupados por los desechos contaminantes y por la desigualdad. Entonces investigaron el camino de la basura proveniente del caucho e hicieron números. Una gomería de barrio desecha más de 200 neumáticos por mes. El reciclado ya era un hecho. La pata social llegó al mismo tiempo: la campaña Ponte en sus pies, organizada junto al club Boca Juniors, calzó a más de 1400 chicos. Y esperan llegar a 10 mil.
Las tres R que conforman la base de los proyectos sustentables también dicen presente en otras firmas que apostaron por las eco zapatillas. Reciclar, reducir y reutilizar ya es el mantra que cose prendas y accesorios innovadores. Las zapatillas Cotton + Corn, de Reebok, están fabricadas con algodón y maíz.
«Es un producto puro, libre de petróleo y no tóxico. Se incorpora a la línea de calzado producida con elementos que crecen», señala Bill Mclnnis, vice presidente de Reebok Future, el departamento de innovación de la compañía. Mclnnis, ingeniero mecánico y ex investigador de la NASA, que explica que el maíz utilizado para la suela «no es el comestible, ya que contiene etanol». Además, destaca el valor agregado de sustentabilidad en cada par de zapatillas. «El producto final reduce la huella de carbono y dura lo mismo que un calzado estándar», afirma sobre la línea urbana de laboratorio.
El maíz reciclado también fue el punto de partida para la firma alemana Nat-2 , que utiliza descarte de granos, maderas ecológicas y corcho para producir botas para lluvia y zapatillas innovadoras. Las botas son semitransparentes y cambian la tonalidad de acuerdo a la exposición a la luz. Sebastian Thies, director de la marca, asegura que «despiden un leve aroma a pochoclo». Thies inspira en los grafittis urbanos para desarrollar modelos «que combinen tecnologías alternativas y materiales innovadores. Maderas de bosques renovables, algodón orgánico y café son algunos de los ingredientes que utilizo para lograr calzados veganos con texturas tan suaves y flexibles como el cuero», dice.
«Por cada zapatilla que comprás plantás cinco árboles y reciclás dos botellas de plástico de los océanos». La estrategia de Flamingos Life le valió la certificación vegana que legitima los procesos productivos de esta marca española. Ya llevan plantados más de 115 mil árboles en colaboración con la ong Eden Reforestation, de California. Y reciclaron cerca de 15 mil botellas junto a la organización Waste Free Oceans. La materia prima del modelo que fusiona la alpargata y la sandalia es el PVC reciclable, el algodón orgánico cultivado sin pesticidas y el caucho natural procedente del árbol Hevea Brasiliensis. «Cada colección está asociada a un problema medioambiental concreto», apunta Carlos García, CEO de Flamingos Life. Entre los beneficios enumera la durabilidad, «más de 60 años», la resistencia y el cuidado del medio ambiente.