Fuente: La Nación ~ Se trata de las zapatillas que se convirtieron en un clásico a finales de los 70′.
Flecha fue la primera marca de zapatillas argentinas de lona. Nació en 1962 y salió al mercado rompiendo la tradición de las hechas sólo en cuero. Lona y suela de PVC; tres años después irrumpió el más popular, la medio básquet. La dueña era Alpargatas, que llegó a producir un millón de pares mensuales y las instaló como un clásico hasta fines de los ’70. El nuevo dueño es el diseñador Gustavo Samuelian, quien compró la marca. Arrancó con «casi un muestrario, 4000 pares; la idea son 10.000 para la próxima temporada y tratar de exportar». Además, sumará indumentaria.
La vida de Flecha -como la de la Argentina- atravesó diferentes ciclos; después del éxito inicial, cayó. En 2006 Kosiuko compró la licencia para tener derecho a utilizar la marca; no anduvo como esperaba y regresó a Alpargatas. Hace unos dos años Samuelian comenzó a trabajar con la fábrica para un relanzamiento, un cambio en el diseño. El exdueño de Bolivia -se fue hace un año-, desarrolla ahora Bonavena, trabaja con Artisan (marca de camisas y accesorios, de sastrería súper-premium) y terminó comprándole Flecha a Alpargatas.
«Cuando decidieron vender lo que tenían en la Argentina, me la ofrecieron. Nunca hubiera imaginado comprarla, pero acepté. Creo que no había funcionado lo que hicieron hace una década porque seguían fabricándose con la misma tecnología, eran de baja calidad; en los ’60 cumplieron su función, pero ahora el mercado es otro». Cuando tenía Bolivia en el local vendía rezagos militares y recuerda que en el 2005 un hombre al que habitualmente le compraba, le trajo unos 100 pares de Flechas originales, nuevas.»Estaban en las cajas; algunas hasta amarillentas por los años; las vendí hasta que se terminaron; así empezó mi historia con la marca», recuerda.
La nueva Flecha es de suela vulcanizada; con lona de más calidad. «Es otra tecnología y, por supuesto, tiene otro precio, pero aun así es más barata que la competencia. Nunca imaginé que terminaría haciéndome cargo de la fabricación; era algo ‘inaudito, que no podía pasar nunca’, pero pasó. Me entusiasmó que fuera la primer marca de Argentina y casi la única que queda, la que más historia tiene», dice Samuelian.
Los 4000 pares que ya se comercializan los produjo Alpargatas, pero el diseñador ya encontró una fábrica «nacional» que haga la nueva tanda: «Fue todo un tema; el costo pesa, pero pensé ‘tengo la primer marca nacional y la voy a fabricar en China o en Brasil ; no puede ser’. Ya tengo alguien que la hará acá; no se trata de fundirse, pero rayaba lo hipócrita poner una bandera argentina en la zapatilla y producirla en otro lado. Es una manera de reivindicar la historia, no es de nacionalista», dice.
Samuelian proyecta un buen futuro para Flecha; menciona el caso de la marca italiana Superga, también con décadas de historia que «ahora abre locales por todo el mundo; porqué no la podemos llevar nosotros al mundo, mantener el mismo espíritu». Para eso busca financiamiento. Los modelos seguirán siendo urbanos, no «tecnológicos deportivos; sino para salir, para andar por la vida».
La comercialización -por ahora focalizada en la Ciudad de Buenos Aires – será en locales multimarcas de ropa. «En general no tienen acceso a zapatillas porque las grandes marcas deportivas priorizan otros formatos; allí hay un nicho y tenemos aceptación porque Flecha es popular, conocida. Además, es competitiva; buena calidad y buen precio», explica.
El primer modelo que salió al mercado fue el icónico, el de suela serrucho: «La idea es hacer otros modelos y abrir también a ropa; me lo piden artistas y músicos conocidos. Por primera vez la marca incursionará en otros segmentos. Vamos a ir también al interior y al exterior porque el producto se lo merece», sostuvo.Hasta que fue diseñador y trabajó con la exdueña de la marca, Samuelian no usó Flecha. «Mi mamá me compraba la Topper blanca, pero siempre me acuerdo que en la casa de mi abuela había unas Flecha azules que habían sido de mi viejo; yo las miraba, pero eran muy grandes para mí. Pensaba ‘algún día las usaré», pero ese día no llegó nunca», recuerda.