Los deterioros ambientales y las fallas de ética que la industria de la indumentaria inflige a lo largo de su cadena productiva explican el rechazo de esta mujer de 43 años y la adhesión de un público informado que incluye a la moda entre los vectores principales de contaminación del planeta. Ya hay también razones de orden ético y dimensiones sociales y culturales para impulsar otros modos, sanos, justos, de creación de prendas para vestir al mundo.
En 2016, Agustina Ricaldoni había lanzado una colección de bolsos de cuero, sólidos y espaciosos, pensados para mujeres embarazadas -ella misma lo estaba por entonces-. El éxito fue considerable desde el inicio, pero a medida que su emprendimiento crecía -«Era el Ford de la cartera, en dos tonos solamente: negro y suela»- Agustina tomaba conciencia de estar forjando un eslabón más del ciclo de producción que tanta gente condenaba. Investigó. Leyó. Estudió. Los principios de la moda sustentable y las acciones y discursos de Greta Thunberg se convirtieron en referencias.
Así, no tardó en vivir un dilema ético: «¿Cómo podría trabajar con cuero? Sentía el corazón roto.»
Su cambio fue drástico. En abril de 2019, informó por Instagram su intención de dejar el cuero, sin haber aún decidido su próximo paso. Solo tenía claro que «revertía la comodidad de una (buena) situación y de un universo que le era familiar» para lanzarse a lo nuevo.
Para trasladar su producción al modo slow, optó por dos materiales iniciales: un textil de marca española, Piñatex, obtenido a partir de fibras de hojas de ananás, ideal para la marroquinería, y una tela de corcho, de alta calidad, de origen portugués, ya adoptada por Adidas y Nike y por Carolina Herrera en unas carteras de edición limitada.
Precisa Agustina: «Dado que al importar los materiales del exterior, por avión, tenemos una alta huella de carbono, colaboramos desde el inicio con la Fundación Banco de Bosques, plantando parcelas en función de las ventas».
Con lo slow por premisa, Agustina reduce su repertorio a un mínimo de piezas básicas y clásicas, a años luz de cualquier tendencia. A la par de su bolso, hay unas botas cortas de Piñatex que enamoran, onda Chelsea, rockeras, con pulsera cruzada y taco de 5, un clásico moderno, versátiles de la oficina al after hour, y bajo la lluvia.
El próximo verano habrá dos pares de mocasines, «mis referidos de la vida», dice, y nuevas texturas, como ciertos cueros vegetales y unas gamuzas «espectaculares, obtenidas del reciclado de plásticos».
La moda responsable es una realidad. Agustina advierte: «La gente está despierta. Quién no habla de esto, no lo hace por ignorancia, sino porque elige callarlo».