Fuente: Perfil – El universo privado de Valentino en el marco de la Semana de Haute Couture de París.
Un despliegue de colores, siluetas, textiles y confección se apreció en la Place Vendôme de París durante el desfile de Valentino Haute Couture. Cada rincón de la plaza, desde el Ritz hasta la columna napoleónica en el centro, contaba una historia de grandeza, una palabra que encapsula a la perfección el trabajo de Pierpaolo Piccioli.
La temporada pasada, Valentino desafiaba las convenciones de la alta costura al transformar seda y abalorios en un efecto denim trompe-l’oeil. Continuando con esta audacia, Piccioli se presenta como un artista de performance, utilizando la alta costura como un espectáculo de producción. Sobre una alfombra berenjena, Valentino ofrece una exhibición de artesanía que pone de manifiesto las habilidades de su taller y proclama ser el maestro del color en la Alta Costura. Las piezas, de manera perspicaz, son accesibles para que la mujer Valentino se proyecte en ellas, creando así un canal para los sueños.
El uso de la alta costura, el pináculo del arte en la industria de la moda, como un espacio para transmitir el sagrado proceso de confección, plantea preguntas sobre la relevancia de la alta costura en un mundo donde las ganancias corporativas a menudo superan al arte. Sin embargo, Valentino demuestra una vez más por qué esta forma de arte es esencial para dictar las direcciones creativas del prêt-à-porter y proporciona un servicio ultra exclusivo para aquellos que pueden disfrutarlo.
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El desfile, con un crescendo operístico, comenzó con modelos descendiendo por una escalera de caracol. La colección de Valentino rindió homenaje al trabajo artesanal incrustado en cada prenda de alta costura. Piccoli destaca que la alta costura es un desfile de intimidad, a diferencia del prêt-à-porter.
La exhibición inició con una suerte de uniforme: pantalones rosa flamenco perfeccionados con un simple pliegue que ondeaba debajo de camisas de malla y blazers burdeos. La incorporación de plumas de marfil y guantes de ópera merlot proporcionaba a las siluetas una sensación de opulencia regia. Faldas de burbujas en un vibrante verde se proyectaban hacia adelante, mientras que la seda diáfana colgaba con gracia hacia atrás, adaptándose a la piel de las modelos.
El color volvió a ser protagonista y preciso. Pierpaolo exigía la máxima saturación, visible en blusas de color chartreuse y prendas cerúleas. La clementina incandescente impulsaba la moda de noches vibrantes.
A través del drapado y el plisado, Valentino reflexionó sobre la importancia de la textura para agregar dimensión y habilidad a una prenda. Los bordados de oropel, los delicados encajes, las aplicaciones de lentejuelas hechas a medida y los herrajes ornamentales se convirtieron en una expresión tangible de la creatividad del taller.