Fuente: Perfil – El saber ancestral se suma a las tendencias y al compromiso social y por el planeta de Warmi. Esta es la historia de una hilandería que mira al futuro y al pasado de forma simultánea.
La historia de la hilandería Warmi, que se remonta hace ya 100 años, iniciaba con un plan gubernamental del 1922, donde se había decidido comprar maquinaria textil proveniente de Bélgica con el fin de instalarla en Abra Pampa para “erradicar la pobreza de la Puna”, según los papeles del Estado. Lo cierto es que dicha compra llegaría 4 años más tarde a Buenos Aires y eso apenas sería el inicio de uno más de los tantos proyectos del país que encajonaron.
Una historia única
Tras meses de viajar en barcos y trenes, las esperadas máquinas llegaron a la provincia, y a la orden de un “¡instálenlas!”, las condiciones del norte argentino eran capaces de sorprender una vez más, ya que una industria de esa envergadura no era capaz de conectarse ni a al agua del pueblo, y mucho menos a su escasa electricidad; atrasando el plan de uso unas tres décadas más.
Embaladas y llenas de polvo, una iniciativa privada pensó en ellas y le propuso al Estado provincial “despertarlas” en el 1955, haciéndose cargo de bajarlas hacia la capital jujeña y ponerlas en marcha. Eso ocurrió y con el objetivo de organizarla se armó un consorcio público-privado que duró hasta finales de la década del 70 cuando instalaría como una sociedad totalmente privada, hilandería Warmi.
Desde el comienzo
En una charla personal con Flora, la empleada más antigua de la fábrica, relató que: “un aviso en el diario decía que buscaban gente, me presenté con 17 años y me pusieron a aprender la labor porque era menor de edad para trabajar, me iban rotando de sector en sector para que supiera un poco de todo, y así es como empecé a entender desde lo más pequeño hasta las máquinas del telar, de las cuales no me separé nunca más.” Por su parte, Gastón Arostegui, socio y gerente general de la Hilandería Warmi, se adelanta y comenta, que “si la fábrica se pudiera personificar sería Flora en cuerpo y alma.”
Conservando y cuidando las manos artesanas que estuvieron desde los inicios, los sueños de la región fueron recobrando fuerza y sobre todo confianza. Muchos propietarios pasaron por sus oficinas, pero no fue hasta el 1999 cuando la última familia a cargo de ella propuso nombrar la primera hilandería y tejeduría de la Puna como una empresa social que a su vez funcionara como marca de indumentaria.
Un futuro posible
En el 2013; la ahora conocida hilandería comenzaba a adquirir nueva maquinaria, creaba sus propios productos y soñaba con expandir el horizonte de su mercado; ubicando el foco principal de su misión en transmitir desde la calidad de sus textiles una oda a la identidad, la cultura y la tradición; que apuesta a un comercio justo, la valoración de la diversidad cultural y el respeto hacia lo artesanal.
El equilibrio entre el slow fashion y los diseños vanguardistas de Warmi, mantienen a la empresa surfeando en las grandes olas del capitalismo internacional, donde bajo todo pronóstico, supieron posicionarse a la altura de la competencia y reinventar el tejido en telar para captar su clientela exclusiva. Y si bien es obvio que las condiciones a las que llegaron hoy en día superan en gran escala a aquellas que tenían en sus principios, el reconocimiento va totalmente hacia aquellos productores que no dejaron de creer en la provincia.
Los recursos nunca fueron ni son tantos, pero el compromiso de este equipo se encargó de corazón a proteger la materia prima de las comunidades productoras de las tierras jujeñas, ganándose su confianza y poniendo ante todo su parte humana.
Dicho trabajo se evidencia en aquellos procesos y metas que se fueron renovando, y con el fin de darle valor a una realidad de colaboración donde no hay dos sin tres, la dirección de la empresa se adentró en formas de devolverle al pueblo sus esfuerzos en mano de obra y tecnologías que fueran capaces de dar a conocer esta historia de una región en desarrollo que durante mucho tiempo fue vapuleada.
En el metaverso
Ancestralidad, tendencia e innovación, son las tres aristas que impulsan al proyecto en la búsqueda por transparentar los procesos de una industria textil que pide a gritos ayuda y justicia salarial. Y sin dejar de incorporar al equipo una mirada industrial y otra que defina como se mueve el mercado, el conocimiento y la expertise de las mujeres como Flora, van marcando el camino a seguir. La moda puede inclinarse hacia un lado u otro, pero lo que propone Warmi es un punto de convergencia entre la herencia y lo moderno, la historia y lo mundano; para en última instancia, terminar confeccionando realmente lo que les interesa en cuestiones ancestrales y la cultura que propone, entendiendo el mercado, pero sin perder la cabeza en el transcurso.
Hace cuatro años las metas fueron avanzando, e ideas que fueron craneadas durante mucho tiempo cobraron vida cuando la tecnología NFC trajo sus nuevos inventos. La visibilización del proceso productivo de cada prenda comenzaba a pedir atención y el objetivo principal que los movió fue conectar a los beneficiarios, que son los proveedores de la Puna y las personas que habitan en ella, con un consumidor mucho más grande, que se encuentra incluso fuera del país. Vincularlos a través de un intercambio de datos crearía una noción del sentido jujeño y un crecimiento en la conciencia de consumo de aquellos compradores, habilitándoles una posibilidad de entender con precisión que sucede detrás de esos hilos, tomando la responsabilidad de una industria textil que se posiciona como la segunda más contaminante del planeta.
Transparentar procesos, tiempos, y a las personas involucradas en cada prenda resulta no solo relevante sino también revelador. Es un acto de valentía que no se jacta de la perfección, sino más bien de ser permeables al error y el aprendizaje. Flora, por su parte, opina al respecto que: “el diseño es un campo enorme donde abundan las relaciones laborales difusas, pero observo a lo que hemos llegado y me motiva seguir creyendo en ella. Ahora sé, que con la tecnología como aliada, la ancestralidad se mantiene, y quien esté comprando en Nueva York comprende porqué tejo su abrigo”.
Emblema de la industria argentina, inigualable e irrepetible, Warmi supo comprender los sueños de muchos trabajadores artesanales, y darles un suspiro de fe que los mantuvo al trote, porque, aunque se necesitó tiempo, el reconocimiento llegó. Y parte del mensaje que no solo quieren, sino logran comunicar, es una cuestión de coraje, valoración y amor por su pueblo.