Es cerca del mediodía y Miriam se encuentra en su taller en San Martín, dónde funciona «Handy Inclusiva», la marca de ropa que creó en 2016 para ayudar a vestirse sin dificultades a las personas con discapacidad motriz. Fue cuando recibió la noticia de que un conocido suyo había sufrido un ACV y estaba en un sanatorio internado. Igual que a ella, pero seis años después.
Miriam cuenta que luego del ACV una de las dificultades más grandes que tuvo fue poder vestirse sola. Su actitud resiliente la llevó a buscar estrategias para superar ese problema cotidiano. Fue así como ideó su emprendimiento de indumentaria para personas que enfrentan un posoperatorio, deben alimentarse por medio de un botón gástrico, adultos mayores o quienes no pueden caminar o presentan limitaciones para su movilidad. Lo hace junto a su socio y pareja, Eduardo Kaplan, quien es ingeniero y maneja la logística del proyecto.
«Cuándo empezamos a salir todavía hablaba muy lento. Y aún sigo hablando así. Me cuesta encontrar las palabras justas. Hay veces que las digo en inglés. Eduardo entendió que yo iba a ser así. Pero eso nunca le importó y siempre me acompañó», dice a LA NACION Nujimovich, quien está en pareja hace ocho años.
Con la colaboración de varios talleres dignos, como llaman a las plantas productivas que trabajan con normas claras de contratación laboral, «Handy Inclusiva» confecciona la ropa. Buscan diseñar prendas que faciliten su uso, adaptadas a las necesidades específicas de cada persona.
Con este concepto, incorporan cierres con velcro que reemplazan a las tradicionales cremalleras; joggins; pantalones; y camisas que se abren por completo y facilitan la tarea a personas que, por ejemplo, sólo pueden usar una de sus manos para vestirse.
La indumentaria «inclusiva» no busca sólo vestir: además de seguir las tendencias de moda, ayuda a superar dificultades. » Es ropa básica para que las personas con dificultad demoren lo menos posible en vestirse y lo puedan hacer solos. Diseño jeans, camperas, capas y mantas. No hice cosas muy modernas, sino prendas que estén a la moda y a la vez sean prácticos», cuenta la diseñadora.
Después del ACV: cómo superarse
Cuando sufrió un ACV, Miriam trabajaba como diseñadora gráfica, carrera que estudió en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y también como crítica de arte. Vivía junto a su marido y su hijo, Mathew de nueve años, pero imprevistamente esa vida tranquila se alteró.
«No tuve ningún síntoma. No tenía la presión alta ni estaba excedida de peso. Solo estaba estresada», dice Nujimovich, al rememorar aquel momento. Tuvo dos infartos: uno en el hemisferio izquierdo y otro en el derecho. Cuando ingresó al hospital lo hizo bajo un cuadro muy grave. Con el tiempo los médicos le dijeron que era posible que por ser zurda podía tener más probabilidades de recuperarse.
«Al principio fue duro. Estuve dos meses en el hospital en Estados Unidos. En ese tiempo tuve una neumonía intrahospitalaria, lo que demoró mi alta». No sabía lo que le sucedía a su cuerpo, ni a su mente. «Me preguntaban ‘¿Dónde está el techo o la ventana?’ y yo no sabía de qué me hablaban. No podía pensar. Lo único que recordaba era el nombre de mi hijo y la fecha de su nacimiento», cuenta Nujimovich.
Tres meses después, se tomó un avión con su hijo rumbo a Argentina. Volvió a la casa de sus padres. «No podía decir ni hola. Estaba en silla de ruedas y no movía la parte derecha de mi cuerpo», recuerda.
A pesar de las dificultades, Nujimovich encaró su nueva vida con energía y perseverancia, aunque fueron muchas las barreras a las que se enfrentó tras sufrir el ACV. Hoy es furor entre aquellos que tienen dificultad o demoran al vestirse, y resume: «Lo que más me empujó a salir adelante fue mi hijo, que es mi tesoro. Pero como a la vez, me considero una persona muy luchadora, pude volver a emprender con algo que no sabía que siempre me había gustado: Diseñar ropa».
Excelente nota . Una luchadora. Demostrar que se puede . Felicitaciones