Fuente: La Nación ~ Necesitaba un pantalón. Uno que fuera formal pero canchero, que lo pueda usar tanto para trabajar como para salir. Hizo una investigación pormenorizada por los sitios web de las tiendas que más le gustan y se decidió por uno. Comprobó las medidas, las comparó con uno que tenía de esa misma marca, pero cuando le llegó a su casa y se lo probó, nada parecía ser como ella había imaginado: además de que no le gustaba cómo le quedaba, la tela no parecía la misma.
En tiempos de pandemia comprar ropa se volvió todo un desafío. Uno nuevo, porque la imposibilidad de pasar por el probador hace que haya que pensar dos, tres, y hasta cinco veces si eso que vemos y nos impactó, ya sea de manera virtual o presencial, puede llegar a quedarnos bien cuando lleguemos a casa. Pagar antes de ver como nos queda es un riesgo que se debe (y se puede) minimizar.
«A las que nos gusta la moda, estamos felices desde que está permitido ir a nuestras tiendas favoritas para ver qué hay de nuevo cuando necesitamos hacer alguna compra. Solo que ahora nos encontramos con un desafío al que no estamos acostumbrados: comprar sin probarnos. Si nos equivocábamos cuando podíamos probarnos ¿cómo no fallar ahora? -se pregunta la asesora de imagen y personal shopper Kiki Fernández-. En un momento en el que cuidamos especialmente nuestro presupuesto, mejor no equivocarnos», sostiene. Si bien unas pocas tiendas admiten la devolución del dinero, la mayoría solo permiten el cambio. «Eso muchas veces nos obliga a asumir un gasto inesperado en algo que realmente no necesitamos mientras aún estamos en la búsqueda de eso que sí nos hace falta», señala Fernández.
Por empezar, no es lo mismo ver una foto en pantalla que tener la prenda en vivo, comprobar el color real, observar detalles de terminación y, sobre todo, tocar la calidad de la tela. Por eso, ahora que se puede, siempre es aconsejable acercarse hasta la tienda. «La experiencia del tacto es la mayor diferencia entre comprar in situ y la compra on line -plantea Fernández-. Tocar la tela nos puede decir si es más liviana o más pesada de lo que buscamos, si la remera o sweater tenderá a hacer pelotitas, si nos pica o no es tan suave como nos gusta. La mano está muchísimo más expuesta que la piel del cuerpo por lo que, si no nos da placer tocar la prenda, definitivamente no será adecuada para nosotros».
En persona, además, se puede ver si tiene alguna transparencia no deseada (en una falda o pantalón, por ejemplo, si no elegimos que se trasluzca la ropa interior) o si su contenido de spandex o lycra la harán muy delatora en relación a lo que preferimos mantener oculto. «Una tela fina pero con algo de cuerpo nos evita esa duda», sostiene la especialista que también hace hincapié en la paleta de colores.
«Si desconocemos cuáles son los que más nos favorecen, el truco es apoyar la prenda sobre nuestro pecho frente al espejo para poder ver cómo refleja el tono en nosotros y cómo nos sentimos con un estampado. De ese modo ya tenemos un gran camino ganado».
Pero el gran tema es el talle, que no son los mismos para todas las marcas. «En todos los casos, llevar al negocio un centímetro de costurera nos ahorra muchos cambios. Una buena idea es medir en casa la prenda superior que mejor nos queda desde la costura de los hombros hasta el dobladillo y llevarlo anotado. La proporción de nuestro torso en relación a las piernas es fundamental en la elección del largo de una remera, blusa o sweater», señala.
Pero sin dudas los más complicado de comprar sin pasar por el probador son los pantalones. «Lo mejor es sacar los centímetros de cadera y de cintura de un jean que nos quede bien -recomienda-. Eso es muy útil pero no suficiente. El tiro es determinante. Por eso, si tenemos dudas, mejor anotar también desde las cuatro costuras de la entrepierna hasta la cintura. Eso nos va a decir exactamente dónde aplicar los diámetros que tomamos».
Más allá de los tips, Fernández sostiene que lo ideal es asesorarse con un especialista en imagen. «En muchos casos, más ahora, el servicio resulta un ahorro grande. En primer lugar, porque partimos del conocimiento de nuestro asesorado: eso evita el típico ‘me lo compré y cuando llegué a casa me arrepentí’. Además nuestro trabajo es pensar la versatilidad de las prendas y armar equipos con lo que ya tienen. Vemos que muchas veces malgastan su presupuesto comprando más de lo mismo en lugar de lo que les hacía falta para completar los outfits. En definitiva, con un asesor la selección es más pensada e inteligente, se compra menos y mejor.»