«Nuestra imagen, nuestra autopercepción, dependen mucho de cómo nos vemos y cómo nos vestimos, y cuanto más se margine y estigmatice al gordo, más angustia y más depresión genera. Por eso es tan importante esta ley, para que los fabricantes de ropa hagan talles basados en cuerpos reales y que todos podamos vestirnos con nuestro estilo». Con esas palabras, la activista y atleta olímpica Jennifer Dahlgren describe lo que significa la aprobación de la ley nacional de talles, que crea un sistema único que responda a medidas obtenidas de un estudio antropométrico en progreso.
Tras la aprobación en Diputados con 163 votos a favor, ninguno negativo y ocho abstenciones, la norma debe ahora ser reglamentada. Ya cuenta con el aval del sistema productivo y del activismo.
El gran avance de esta ley es el lanzamiento del Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria (Suniti), que establecerá una tabla obtenida a partir del estudio antropométrico que está realizando el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en todo el país. Sin embargo, esto no implica que, al menos por ahora, una marca o negocio tenga que tener todos los talles existentes.
Además de ser reconocida por haber militado por la aprobación de la norma, Dahlgren es embajadora del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). «Tenemos que abrir los ojos como sociedad, aceptar diferentes tipos de belleza y dejar de prejuzgar la salud del otro basado en el tipo de cuerpo que tiene. Tenemos que dejar de prejuzgar y punto», reflexiona.
Coincide con ella otra de las impulsoras de la ley, Sami Alonso, directora de la agencia de modelos XL Plus Dolls: «Estoy muy contenta. Primero, porque el Estado reconoce un derecho que estaba vulnerado: el de elegir cómo vestirse. Segundo, por poder empezar a trabajar en cómo construimos las representaciones en la moda, que las marcas empiecen a contratar modelos que tengan más que ver con cuerpos argentinos y no con un estereotipo hegemónico». Y completa: «Realmente es importante que haya conciencia de cómo los estándares de belleza representan violencia para nuestros cuerpos y cómo pueden afectar a las mujeres».
Para Alicia Hernández, gerenta general de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), la ley protege al consumidor. «Estamos de acuerdo porque entendemos que a la industria la favorece que el consumidor se sienta amparado en los diferentes talles y que estos no sean cambiados como argumento de promoción de venta. A esto apunta esta ley. Dice que un talle 46, 48 o 50, por ejemplo, debe ser igual en todas las marcas femeninas o masculinas», aclara.
Christian Urbinati, director de la entidad, comparte la opinión con su colega: «Se expresó una deuda real que teníamos que subsanar con nuestros clientes. Desde ya que implicará inversión y adecuación de todo el sector, pero va a ser para mejorar».
El presidente de la Cámara Argentina de Innovación Textil y Afines (Caita), Ernesto del Burgo, plantea que está bien tener una medida patrón, pero que no debería ser obligatoria en todas las prendas. «Igual todo se verá en la práctica», dice. En este sentido, reconoce la preocupación que genera «otra reglamentación más para los negocios que están habilitados y nada para las ferias».
Según una encuesta hecha en el país a más de 8000 personas, la ONG Anybody relevó que el 69,55% tiene dificultades para conseguir ropa de su talle. Sharon Haywood, fundadora de la filial argentina, señala: «Más allá de la importancia de terminar con el estudio antropométrico, desde nuestra perspectiva es clave mencionar que tiene que haber un rango de talles». Y hace referencia a un mínimo de seis y un ideal de ocho.
Haywood, que además es investigadora del Centre for Appearance Research, en la University of the West of England (UWE Bristol), aclara: «Nosotros estamos acá para el público, pero no queremos perjudicar a la industria. No estamos en contra, queremos trabajar en conjunto». Así es que Anybody publica un directorio de firmas de indumentaria tomando como requisito que se cumpla con un rango de siete talles. Hasta el momento ese registro cuenta con alrededor de 70 marcas.
La propuesta de la ONG reside en acompañar a las firmas y en llegar a un acuerdo que les sea útil a todos. Una de las tantas inquietudes es qué pasará, por ejemplo, con las prendas de diseño, no consideradas un producto masivo.