Fuente: Clarín ~ La historiadora estadounidense Jo Paoletti, experta en género, revela que es una división reciente. Y rastrea en cuáles son sus razones.
En 2005, la artista coreana JeongMee Yoon notó que su hija de cinco años sólo quería usar ropa y juguetes rosas. Fue el inicio de Los proyectos rosa y azul, una indagación fotográfica de las preferencias culturales de niños y padres de distintos entornos y países. Los patrones se repetían una y otra vez: rosa para las nenas, celeste para los nenes. En los acolchados, los productos de higiene, los muñecos, los muebles, los útiles, las decoraciones y hasta los cubiertos.
La historiadora estadounidense Jo Paoletti dedicó su carrera a estudiar la construcción de estereotipos de género a través de la moda. Su libro Rosa y azul: separando a los niños de las niñas en América explora cómo surgió la identificación actual de esos dos colores con lo «masculino» y lo «femenino». En diálogo con Clarín, revela un dato ignorado por muchos: esta tradición -que pareciera inamovible- se consolidó en el curso de una sola generación, hace no tanto tiempo.
Hasta fines del siglo XIX, niños y niñas usaban vestidos blancos (a veces polleras) de confección casera, que tenían la ventaja de no desteñirse con jabones fuertes o hervor, un método común de lavado por aquella época. Además, facilitaban el cambio de pañales y se podían reciclar si nacía un nuevo hijo o hija. Basta observar a un pequeño Franklin Delano Roosevelt, presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1945, para comprobarlo.
El presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) durante su niñez, luciendo pelo largo y vestido blanco.
«La cronología no es lineal. Entre 1900 y 1920, la ropa de los varones experimentó cambios, para ‘enseñarles’ a ser pequeños hombres«, explica la investigadora. Particularmente, se refiere a la introducción del pantalón y el pelo corto (antes largo hasta los 5 o 7 años) a niños de temprana edad.
La asignación cromática, por otra parte, todavía estaba abierta: hacia 1918, como muestran las revistas de la época, se estilaba usar rosa para los varones, por ser un tono derivado del rojo, supuestamente «fuerte»… y el celeste, más «delicado», para las chicas.
En los años que rodean a la Primera Guerra Mundial, algunos asociaban el primer color al fuego y la sangre; y el segundo a la armonía, la paz y el agua. Para otros, la elección de una determinada prenda dependía de las facciones del infante: si tenía ojos claros, se usaba celeste; si tenía ojos oscuros, rosa. Esto esto, a su vez, variaba de acuerdo a cada tienda.
Según Paoletti, los colores -al igual que las telas y los estampados- mutaron progresivamente. A partir de los años 40 cobró fuerza la tendencia que hoy conocemos, de la mano del baby boom (un importante incremento de la natalidad en la posguerra), el crecimiento económico, la expansión del consumo, el marketing y la fabricación masiva de indumentaria.
De todas formas, como se observa en las películas de la época, todavía no estaba dicha la última palabra. En el estreno de Peter Pan (1953) el personaje infantil Michael Darling llevaba un pijama rosa. El mismo fue coloreado de azul para el relanzamiento de 2013. Igual suerte corrió Junior, de La dama y el vagabundo (1955): en la versión original lucía el mismo enterito que el menor de los Darling, pero en la secuela Las aventuras de Scamp (2001), vestía uno celeste.
Michael Darling de «Peter Pan». Pijama rosa en la versión original de 1953, azul en el relanzamiento de 2013.
Junior con un pijama rosa en «La dama y el vagabundo» (1955). Mismo personaje con un body celeste en la secuela «Las aventuras de Scamp» (2001).
La autora cuenta que algunos grupos feministas de fines de los 60 y los 70 promovieron -entre otras cosas- la «crianza unisex», lo cual repercutió en las prácticas sociales. En 1972, artistas como Roberta Flack y Diana Ross participaron de la famosa obra Libre de ser tú, que cuestionaba los roles de género tradicionales. En los comercios apareció indumentaria para chicos y chicas tendiente a eliminar las dicotomías.
Ropa Unisex en los años 70 (Revistas McCall’s y Simplicity)
Sería recién durante los 80, hace sólo cuatro décadas, cuando la bifurcación de estilos se instaló definitivamente. En la ropa de nena, el rosa volvió recargado, junto a volados y nuevos cortes.
¿Cuáles fueron los motivos? «Creo que tanto la homofobia como la misoginia incidieron en negar a los niños cualquier cosa asociada con las niñas», responde la historiadora. Los avances en las ecografías durante el embarazo habrían brindado un empujón inesperado al asunto. Al conocerse el sexo del feto antes del parto, cobró impulso la confección y venta de objetos diferenciados.
Paoletti, una de las mayores conocedoras del tema, aún no logra dilucidar por qué se eligieron esos dos colores. «El azul estaba asociado con la Virgen María en muchas regiones católicas de Europa y el rosa salmón es su complemento en la teoría del color. Pero no he encontrado una razón clara, especialmente porque todo ocurrió de manera tan gradual y tan dispar», aclara.
Actualmente el rosa y el azul siguen siendo una industria en sí mismos, pero en distintas partes del mundo crecen los cuestionamientos a los binarismos y los mandatos tradicionales. ¿Qué paleta original manejarán las generaciones dentro de cien años?