Fuente: La Nación ~ Pionera de la moda vegana en la Argentina y reconocida internacionalmente, se convirtió en la primera diseñadora latina en llegar a la semifinal del premio que otorga Louis Vuitton
-¿Qué te llevaste de tu paso por el concurso LVMH?
-Fue una mezcla de emoción permanente, de orgullo y mucho trabajo. Durante dos días completos los jurados y diferentes personajes de la industria: CEOS, diseñadores, buyers, periodistas, productores, fotógrafos, influencers de todas partes del mundo, que se acercaban a nuestro showroom a mirar la colección y a conocernos. Tuvimos charlas con personas increíbles, de las que me llevé un gran aprendizaje, la experiencia en sí para mí fue única, sintiendo al mismo tiempo la alegría de estar representando a una región, la latina, y particularmente a la Argentina.
– Más allá del resultado, ¿en qué cambia tu carrera a partir de ahora?
-Creo que al margen de las puertas que se abran, fue muy estimulante, y me permitió reconectar con el placer y el deber de transmitir y luchar desde mi lugar de diseñadora por mis ideales, y por un mundo mejor para todas las especies que habitamos este planeta. Como decía uno de mis panfletos: «Vestir animales, es parte del pasado».
-En tus inicios tomaste el concepto del veganismo de una banda antisistema, pero a la vez hiciste una marca comercial. Entendiste las dos cuestiones, ¿ese fue tu plus?
-Me di cuenta de que la gente llegaba porque le gustaba la ropa y cuando se enteraba de que era una marca vegana decía «ahhh, mirá que interesante».
-¿Entraban primero por la imagen y después por el mensaje?
-Claro. Primero, en Grupo 134 yo quería que llegaran por el mensaje y después por la imagen. Pero la gente no se identificaba y sentía que la alejaba. Entonces con Nous Etudions hice al revés: que la ropa llegue, que guste, que sea de tendencia, que la gente solo la compre porque le parece linda y que pueda decir «¡Ah, mirá es vegana!». Se encariñan con el producto, entonces también con el diseñador y se identifican con la marca.
-Tampoco era el contexto, en ese momento ser vegano era algo extraordinario.
-Sí, era problemático. Más que nada sentía que se ponía al vegano como que se creía un ser superior. Entonces me di cuenta de que lo mejor que podía hacer era hablar desde el amor, de informar, de qué manera se mata al animal y por qué no necesitamos hacerlo más. Mostré una filosofía, cómo me gusta vivir a mí, armé un diálogo. Nous nació al mismo tiempo que mi hija (Filipa) y eso me hizo tomar conciencia del rol que tenía como comunicadora en la moda.
-¿Todo lo que conforma una prenda tuya está hecho en Argentina?
-Sí, en un 90 %. Puede haber algunos avíos o telas que se las compro a proveedores nacionales pero que las traen de afuera. Para la cápsula para LVMH, la mayoría son telas italianas. Las fui adquiriendo y también busqué cosas que tenía, descosí prendas y le di otro sentido a la tela. Voy buscando la manera de tener el menor impacto posible, en lo ambiental y en animales. Todavía a veces trabajo con derivado de petróleo, sé que está mal. Esa es la discusión que tengo con las llamadas fibras naturales, que dicen que no tienen impacto, pero ya lo tuvo cuando mataron a la vaca. También trabajo con laboratorios para hacer lo que quiero a nivel biotextiles.
– Si bien se hacen diseños en biotextiles todavía no se pueden usar, ¿qué proyección podés hacer?
-Hice prendas para la exposición en el Museo Salvatore Ferragamo y dos de kombucha. Me junté con la científica Verónica Bergottini, me dio textiles hechos con yerba mate. Con ella quiero seguir trabajando, por ahí no es la kombucha en sí, pero podemos seguir investigándola. Lo que tiene de negativo es que se degrada y no tiene la funcionalidad que buscamos. Tratamos de ponerle cera vegetal, pero no es del todo impermeable, tampoco queremos usar algo químico. Estamos en un momento en el que hay que generar este aporte para que la industria vea que la gente quiere eso.
– Empezaste por lo aspiracional, primero fuiste conocida afuera y después acá. Ahora, ¿cómo sería el camino?
-Creo que me pasó en un momento que Nous tuvo mucha notoriedad y no me sentí tan cómoda cuando quise orientarlo más para Argentina. No es que no me gustaba, pero no era lo que yo quería hacer: lo de la volumetría y las piezas más estructurales, y acá no había mucho mercado. El momento bisagra fue el desfile que hicimos con Carmen Alen y Bianca Siconolfi. Armé esa colección y a los días me hicieron la nota para Vogue Italia. Empecé a enfocarme solo en hacer a pedido y en las colecciones para los buyers. Encontré una manera más sustentable también a nivel económico. Lo pensé como que podía gustar en Japón o en Argentina. Sentí que me alejé y que ahora estoy volviendo. Igual siempre lo voy a pensar así: hoy mi negocio es para el mundo y para el que le guste.
-También trabajás en un segmento más comercial, como directora creativa de Trosman y Ayres ¿cómo resulta esa experiencia?
-Bárbaro. Darme la posibilidad de que cambie todo, que dejen el cuero, de usar pieles, trabajar con proveedores sustentables. Que se hable, que la gente que consume productos más masivos empiece a escuchar a una firma más comercial.
-Sos como la Greta Thunberg de la moda…
-Sí (risas), aparte cuando me senté con el dueño de las firmas me di cuenta de que iba a funcionar porque querían ese cambio. Ellos estaban buscando eso. En el día a día trabajo con un equipo. Me aburre que mi criterio, sea «el criterio». No podría trabajar sola, es como mirarte todo el tiempo en el espejo y decir «qué linda que sos» o «que fea», porque no te gusta.
-Adelantaste el tema de la materialidad, de la ropa sin género, del veganismo. Sin hacer futurismo ¿qué seviene ahora?
-Sí o sí tenemos que tomar una decisión: hay que tener respeto por el otro. Lo mismo tiene que pasar con los animales, que entendamos que hay que respetarlos como los seres vivos que son. Creo que ese es el camino. La moda va a tener que ser así.
-El presente te está confirmando que es por ahí, pero los expertos en sostenibilidad explican que no existe algo que sea ciento por ciento sostenible.
-Claro, pero tenemos que ser cada vez más los que alcemos esa bandera. La industria hoy no puede cambiar cien por ciento, pero sí hay un punto en el que todos nos tenemos que poner de acuerdo: no es necesario matar animales para hacer moda.