Fuente: Diario Hoy ~ En diálogo con diario Hoy, el modisto reflexionó sobre el arte y presentó sus nuevos proyectos.
Durante una charla con este multimedio, el cantante y diseñador de primera línea Roberto Piazza recorrió su trayectoria y brindó una mirada particular de la realidad.
—¿Bajo qué circunstancias te adentraste en el arte?
—Considero que todo lo que hago es arte. Primero estudié en escuelas que tuvieran esta línea presente, luego me formé como profesor de Bellas Artes. También empecé a trabajar junto a mi mamá en Santa Fe cuando tenía 15 años. Cuando quise empezar a trabajar para hacer plata, le pedí que corte una tela, una túnica de lienzo: yo la pinté, la teñí, la intervine de forma decorativa. Te estoy hablando de junio de 1975. Y desde ese momento nunca paré hasta el día de hoy. Para mí hacer un vestido es hacer arte, como también un recital de blues, de baladas, de tangos es hacer arte. Además, una obra de teatro o cualquier expresión artística. Todo es arte, se relaciona con el arte. De esta manera, así empecé, con una simple túnica de lienzo junto a mi mamá que supo acompañarme por muchos años hasta que falleció y luego seguí solo. Por el 82 llegué a Buenos Aires y nunca paré hasta el día de hoy, en Argentina y en varias partes del mundo.
—¿Qué características observás en la moda actual?
—En la actualidad, la moda está en una fase maravillosa, solo que no podemos hablar de Argentina, que transita una etapa caótica en relación a la economía y a su involución. La moda mundial dictamina lujo, barroco, todo lo que sea ostentoso, grande, imperial, maravilloso, caro, costoso, todo lo más de lo más. En Argentina, más allá de la crisis económica y social que se transita, tengo una cartera de clientes que son una élite, buscan vestidos que son despampanantes, jamás algo sencillo. Se trata de una élite que busca eso, me muevo allí y soy el único que lo hace, gracias a Dios. Ahora estoy preparando una colección que se presentará en mayo, se llama El fénix y es superostentosa. Se titula así por el hecho de renacer entre cenizas constantemente, y después de la pandemia, ni hablar. La moda en Argentina es “el que puede, puede, y el que no, que mire”. En el mundo, la moda es fabulosa.
—¿Cuál es el balance que hacés sobre tu carrera profesional?
—Hay días en que me levanto con ganas de dejar todo y otros tengo ganas de ir corriendo a la sedería y hacer un monumento gigantesco. Tengo mis días, porque obviamente entre el Gobierno, la pandemia, la economía, las finanzas, los sindicatos y todo lo demás, no te dan mucho aliento ni ganas. De esta manera, te tiene que gustar mucho para seguir adelante. Ahora tengo mis días. Tengo mi mesón, me va bien. Este año fue bueno: estuve nueve meses en Argentina, tuve una buena clientela, vendí buenos vestidos. El balance es bueno. Si hubiera nacido en Europa sería Valentino, pero nací en Santa Fe. En otra vida lo seré.
—Te instalaste en el Viejo Continente, ¿cómo fue la vida en ese cambio?
—No resido en Europa, siempre voy y vengo. Recorro por meses, voy siguiendo las rutas de las temporadas altas en invierno y la baja, verano. Estaré aquí por tres meses y vuelvo a principios de marzo. Los artistas no tenemos ni fronteras ni países. Vivir en Estados Unidos o en Europa tiene un nivel de vida que con Argentina no tiene nada que ver; igual amo a mi país donde estudié, me crie, hice todo lo que se te ocurra. Pero en otros lados no está la pasión del tango, lo uso como metáfora, pero obviamente es otra forma. Acá caminás en paz, te divertís, es otra cosa.
—¿Qué debilidades y fortalezas encontraste en el camino?
—Las debilidades y fortalezas que encontré en mis casi 48 años de trayectoria son muchísimas. Todos los días. Las debilidades mayores fueron los gobiernos que tuvimos que nunca nos han ayudado, a ninguno, ni a vos, ni a mí, ni a nadie, siempre fue un caos. Siempre hay líos por la inflación, el cambio de peso, el dólar, entre otros. No podés proyectar algo para un futuro, si quisiera tener una cadena de boutiques, estaría loco porque te fundís a los dos días. Te querés comprar algo, no podés; querés acceder a una casa, es imposible, y así; querés proyectar un viaje y no te dejan. Yo tengo un recorrido hecho, pero la gente joven tiene tres mil millones de inconvenientes para ver una luz. Es muy complejo. Lo bueno es que en mi vida hice todo lo que me gusta. Todo lo que hago es lo que me gusta. Y aquello que no me gusta, no lo hago aún así si me conviniera. Una vez me convocaron para ser diputado, con un sueldo altísimo, y como no me gustaba la gente dije que no quería.
—¿En qué proyectos estás inmerso?
—Primero, seguir viajando y haciendo cosas afuera. Hacer un desfile para muchas personas y me lo dedico a mí mismo. También será destinado a la fundación contra el abuso infantil. Tengo unos conciertos de baladas, tangos y blues. Todo está muy enquilombado, si uno no se autogestiona su propio trabajo es muy complicado. Hay que lucharla día a día. Por ahora lo sorteo porque amo lo que hago. Sin embargo, el día que me harte, me canse de toda la desorganización organizada me voy a ir a la mierda, pero por ahora sigo un poco en cada lado y en Argentina, que es mi casa madre, la patria grande.