Fuente: Cronista ~ En medio de los preparativos para su congreso anual, el rubro viene de atravesar un primer semestre con bajas superiores al 7% en la actividad. La oferta importada, la carga impositiva y el derrumbe del mercado interno son los factores que más lo complican.
En el plano general de una industria que reflejó en junio una caída del 8,4%, hay algunos rubros que vienen golpeados desde hace bastante tiempo atrás.
El textil, emblema de la producción nacional pyme (más de un 80% son pequeñas y medianas empresas), es una de la actividades que se vieron más afectadas por un cóctel de situaciones políticas, cambiarias y de financiamiento que no le dieron respiro. El sector registró una baja de 10,8% respecto de junio del 2017, mes que ya había caído 4% contra igual mes del 2016. Entre enero y junio de 2018, la caída fue de 7,4%. En este escenario complicado, el sector apuesta hoy a dos frentes para salir del laberinto en el que se encuentra: espera en breve una reunión con el ministro de la Producción, Dante Sica, mientras prepara en paralelo su congreso anual, que se realizará el próximo 20 de septiembre, con la idea de salir por la positiva y confiando en que «la crisis en algún momento va a terminar»
«Es un momento muy difícil, por el tema de las tasas de interés y por falta de demanda. Creemos que este fin de mes vamos a tener una reunión con Sica y sabemos que tanto el empresariado como el Gobierno están preocupados porque generar cada vez más desocupación es un tema para el país», se sincera el presidente de la Cámara textil Protejer, Yeal Kim. Y admite: «De fábricas cerradas no tenemos datos, pero sí hemos perdido 35.000 puestos de trabajo.
Inclusive, hoy esos datos crecen, y si seguimos así, la cifra de despidos va a ser mayor». En la misma línea, Teddy Karagozian, de TN Platex, la mayor hilandera del país, identifica algunos de los ítems que más complican la realidad sectorial: los impuestos y el mercado interno. «En la Argentina, los precios de los productos contienen más del 100% de impuestos. Eso hace que todo proceso que tenga mano de obra no resulte rentable. Llevado al extremo, un auto, que tiene un 20% de mano de obra de componente local, vale el doble que en el exterior, sólo con el 20%. Quiere decir que el problema son los impuestos, además de la caída del mercado interno. Por todo esto, llamamos sensible a la industria textil, porque siente, no porque sean llorones», aclara.
Y apela a una figura gráfica para quejarse por la elevada carga tributaria de la Nación, la Provincia y los municipios. «La obra pública, que fue tan grande durante el kirchnerismo y fue aún mayor en el macrismo, atentaba contra el resto de los sectores que debían pagar impuestos altísimos. Ahora sabemos que se hacía de forma espuria, y sabemos que este gobierno la impulsó de manera probablemente innecesaria, utilizando las mismas
constructoras que antes», se queja.
Lo cierto es que puesto en cifras, el 50,3% de una prenda de vestir son impuestos (IVA, Ingresos Brutos, Ganancias, Impuesto al Cheque, tributos provinciales, seguridad e higiene). El 12,7%, en tanto, corresponde al alquiler de locales, expensas, fondos; y el 12,2%, a costos bancarios (de tarjetas de crédito, uso de posnet, cuotas y comisiones). Otro 9%, son costos logísticos; 4,8%, rentabilidad de la marca por comercializar, y un 2,5% corresponde a diseño y publicidad.
La industria según los datos de Protejer- se lleva solo el 8,5% del costo de fabricación. Con este panorama, los números de la actividad son elocuentes: hilados de algodón, por caso, cayó 25,3% interanual entre 2017 y 2016, y 2,4% de 2017 a 2018. Mientras que tejidos retrocedió 12,2% y 9%, respectivamente.
Queja por importaciones
Las importaciones de productos textiles, en contraste, entre enero y junio del 2018, fueron de 9,1% (825 millones contra 756 millones) medido en dólares, y 10,4% en kilos (138.000 toneladas contra 125.000) superiores al 2017. En el detalle mes a mes, junio del 2017 mostró una caída fuerte contra mayo, tanto en dólares (13,6%) como en cantidades (7,7%). A su vez, en las prendas de vestir terminadas subieron 26,4% en toneladas en la primera mitad del año y de 8,3% en confecciones para el hogar.
De todos modos, los empresarios textiles, reclaman por la falta de números precisos sobre las importaciones, que vendría registrándose desde comienzos de año. «Respecto al apagón estadístico, el nuevo ministro nos prometió que nos van a dar de nuevo los informes. El tema de las importaciones de grandes cadenas empezó hace un año y creció casi un 80% este año. Los hilanderos y productores de tela, con un dólar a $30, somos casi tan competitivos con el resto del mundo, con China y sudeste asiático, pero en producto terminado no somos competitivos porque se relaciona mucho con la mano de obra intensiva», detalla Kim. Y agrega que en la Argentina, «la mano de obra ocupa una porción muy importante, pero tanto Zara o Falabella, cuando importan el producto, dejan cada vez más complicado al mercado interno. Pero está fuera de nuestro alcance frenar esta importación, eso lo tiene que evaluar muy bien el Gobierno para proteger la industria nacional. Si cada contenedor que llega al país son 100 despidos, es un tema muy alarmante».
El empresario coreano concluye que «si uno deja las cosas así, enriquece un par de empresas multinacionales a costa de cerrar la industria nacional. Eso, a la larga, va a ser un problema cada vez más grave. Entre todos tenemos que cuidar los puestos de trabajo», sostiene.
La mirada oficial
Frente a la queja por las importaciones, desde el ministerio de la Producción afirman que el nuevo tipo de cambio permite pensar en una salida exportadora para el sector textil. «Con esa premisa, remarcan desde la cartera de Sica- hemos mantenido los reintegros a la exportación para esta industria. Las compras de indumentaria de argentinos en Chile cayó un 40%, aproximadamente, durante el primer semestre del año. Y con los planes Ahora 3 y 6 cuotas esperamos seguir compensando la caída del consumo. En el semestre, la facturación de indumentaria en 3 y 6 cuotas creció 63%», apuntan. Asimismo, detallan que existe «un diálogo permanente con el sector pero, además de trabajar en la coyuntura, tenemos que trabajar en la mejora de la competitividad sistémica.
Tenemos que avanzar hacia un sector que brinde prendas a partir de hilados y tejidos nacionales de mayor calidad y diseño. Un sector de textiles e indumentaria orientado a pequeños nichos con diferenciación que encuentren mercados externos que consuman este tipo de prendas, con un mayor precio unitario», se entusiasman en el Gobierno.
Lo cierto es que en materia de exportaciones, el acumulado a junio refleja un alza del 1,6% en dólares, por precios, pero una caída del 14% en millones de toneladas. Entre enero y junio, las exportaciones de hilados cayeron más de 50%, las de tejidos planos cerca de 95% y tejidos de punto 73,5%. Todo esto redunda en que el uso de la capacidad instalada promedio pasó de 72,4% promedio, entre enero y junio del 2016, a 58,5% en mismo período
del 2017, y a 54,5% en 2018.
Julieta Lousteau, economista de la Cámara Protejer, asegura que la situación del sector es complicada: «Venimos de dos años con una caída de la actividad del 20%, entre 2015 y 2017. Y tenemos este primer semestre con una caída del 7%. Ese menor nivel de actividad hace que las empresas trabajen con una capacidad instalada del 50%, tienen la mitad de la fábrica parada» se lamenta. Y advierte que «el panorama no es muy bueno porque hay una caída del mercado interno y las políticas que afectan el nivel de consumo determinan que se reduzca la demanda de textiles, como pasa con la demanda de otros productos».
En la misma línea, se expresa Mariano Kestelboim, economista y consultor de empresas textiles. Explica que «las importaciones son, básicamente, del sudeste asiático, Camboya, Bangladesh y China. Hoy no es el problema más grave, lo más grave es la caída del consumo interno. Esto viene desde el 2016, ahí empezó, y de la producción nacional, el 95% es mercado interno».
Potencias del rubro
Kestelboim aborda sin vueltas el debate sobre si la industria textil debe recibir estímulos del Estado para ser competitiva y se remite a lo que sucede en otros países del mundo. «En Turquía, Rumania y países de Europa del Este hay fuertes subsidios a las empresas. En China, hay reintegros a las exportaciones muy importantes y también exenciones impositivas en los primeros años, las empresas tienen uno o dos años de gracia antes de empezar a tributar. Y en los países limítrofes, incluso, la carga impositiva es mucho más baja. En Paraguay, Brasil y Perú, que son los tres que más producen textiles en América del ur, hay una carga claramente más baja, es muy importante la diferencia», enumera.
Para sustentar esta postura ampliamente compartida en el sector, los textiles citan algunos ejemplos de potencias del rubro que siguen con interés. En los Estados Unidos, por caso, la industria textil tiene más de 500.000 trabajadores y es el cuarto exportador mundial. Se provee de la industria militar, el Estado adquiere más de 8000 productos textiles, le dan importancia a las compras nacionales. En Corea del Sur, en tanto, conviven 69.000 empresas y casi 490.000 trabajadores. Es el octavo exportador mundial. Promueven allí carreras de grado y técnicas textiles, cuentan.
Italia, por su parte, tiene 50.000 empresas y 400.000 trabajadores. Desarrolla moda de alta gama y tienen instalada la marca Italia. «Es acompañamiento del Estado en la evolución a etapas de mayor valor agregado», explican los CEOs argentinos, que aseguran no pedir facilidades sino acompañamiento gubernamental.
En este contexto, hacia el 2025, se espera que el mercado mundial de vestimenta llegue a los u$s 2,7 billones. Hoy es de 1,7 billones, un 2% del PBI mundial. El 70% del consumo se concentra en ocho economías del mundo. Y China e India son los que más van a crecer.
Lousteau retoma el tema álgido de las importaciones y asegura que hoy «se está importando a un nivel que no es el más grande de los últimos años pero, con un mercado mucho más chico, la participación que tiene el importado sobre el total de la oferta de textiles es mucho mayor. Lo principal a remarcar no es tanto el aumento de la cantidad, sino que cambió la composición y los sectores más afectados fueron los del final de la cadena, las prendas de vestir, el producto terminado. Eso impacta en la cadena hacia atrás, hay menos demanda de hilados,de tejidos», dice.
Luciano Galfione, director de la empresa que lleva su nombre, también deja asentada su queja: «Los que hablan de transformar, hablan de tecnificar e invertir, y somos los que más hemos invertido. No solo empleamos mucha mano de obra. Es una industrial vital dentro de la economía, damos trabajo a gente que no tiene la capacidad de elegir. Sería bueno que todos fuéramos ingenieros o unicornios, pero eso es para privilegiados»