¿Quién está detrás de un trabajo hecho a mano? La iniciativa que nuclea a más de 10.200 artesanos de la Argentina y pone en valor su obra

Fuente: Redaccion – MATRIA es un programa que, con la ayuda de expertos en arte y cultura, difunde y promueve el desarrollo y la comercialización de artesanías. Gracias a estrategias comunicativas centradas en los creadores, sus raíces y su cultura, y al trabajo colectivo, muchos de ellos aseguran haber ganado visibilidad y mejores condiciones para dar a conocer sus productos en el mercado interno e internacional.

“Es maravilloso hacernos más visibles ante públicos que valoran abrigarse con un poncho que fue tejido a mano por alguien en algún recóndito rincón de nuestro país”, dice Andrea Gatti, conocida como Fiorina. Así, con esa frase sentida en ese tono dulce del noroeste, resume lo que significa para esta tejedora tucumana integrar MATRIA, el Mercado de Artesanías Tradicionales e Innovadoras Argentinas, que nuclea a más de 10.200 artesanos del país y les brinda recursos y espacios para difundir su trabajo.

Desde Tafí del Valle, Fiorina (49 años) cuenta que se especializó en tejido en telar. Su vida es quizás muy parecida a la de muchos artesanos que trabajan de sol a sol, en sus casas y en su arte: “Me levanto temprano —dice. En invierno, a las 7; en verano, un poco antes. Pongo la olla para teñir; casi todos los días tiño algo y comienzo a preparar los hilos para algún tejido. Casi siempre la noche anterior dejé algo preparado para continuar. Vivo en una casa que está preparada como casa-taller y en cada rincón tengo alguna cosita que voy haciendo”.

Como sucede con la mayoría de los artesanos, Fiorina defiende el trabajo grupal. Ella integra la cooperativa de trabajo Ruta del Tejido. “Hace casi 20 años comenzamos a trabajar junto a otras colegas de la zona en la organización, porque teníamos muchos problemas para comercializar y fuimos encontrando soluciones comunes a problemas que teníamos, como la provisión de materia prima, trasmisión de conocimiento y la puesta en valor en nuestra sociedad del tejido como herramienta de transmisión cultural. Fuimos trabajando todos los problemas de forma colectiva”, sostiene.

Nada más oportuno para esta tucumana que haberse sumado a MATRIA ya que, gracias a este programa, pudo dar a conocer su trabajo a gente que lo respeta y lo valora.

Claudia Aybar tejiendo una malla de randa, una tarea que repite en distintos momentos del día (Imagen: Gentileza de MATRIA).

MATRIA como forma de abrazo

Si hay alguien que tiene mucho que ver en este proceso de entramado social que genera MATRIA es, sin duda, Roxana Amarilla, 56 años, correntina, quien además de coordinar este programa integra la Academia Nacional del Folklore y la Junta de Latinoamérica del World Crafts Council.

“El programa fue creado en 1985, con otra estructura, se llamaba MATRA y funcionaba como un mercado de compra y venta de artesanías—cuenta Roxana—. Pero la sanción de la Ley de Reforma de Estado —de 1989— puso trabas en la comercialización de los productos”. El programa se volcó a la capacitación de artesanos en busca de mejorar su producción y en certificar la calidad de las artesanías.

Además, entre 2014 y 2016, MATRIA realizó un relevamiento de artesanos de todo el país que resultó clave para dar sus siguientes pasos, explica Roxana. “Lo hicimos en alianza con el INTI y el Ministerio de Agricultura de la Nación. Se llamó registro nacional de artesanos textiles (ReNATRA) y logramos generar un padrón de 6.980 artesanos y artesanas entre hilanderos y tejedores. En el 2020, durante la pandemia, en el Ministerio de Cultura de la Nación se creó un gran programa de incentivos para el artesanado llamado MANTA y, gracias a este programa, logramos apoyar económica y logísticamente a casi 7.000 artesanos y artesanas de todas las ramas artesanales, no solamente la textil. La ayuda sigue en todas las provincias del país hasta el día de hoy, con un alcance a un 93 % de beneficiarios localizados fuera de ciudades capitales, un 70 % destinado a mujeres y disidencias y 40 % a artesanos y artesanas con pertenencia a pueblos originarios”.

De esta manera, en estos años de funcionamiento lograron un directorio de más de 10.200 artesanos y artesanas “lo que nos dota de un universo importante con el cual trabajar”, explica.

En esa línea, el programa fue refundado en 2023 con un objetivo trascendental: no solo ejecutar políticas destinadas a la actividad artesanal sino “al reconocimiento del artesano como trabajador de la cultura y de su lugar en la economía nacional”. Roxana remarca que MATRIA promueve “el arte indígena y el arte popular desde su raíz tradicional hasta sus prácticas más innovadoras”.

-¿Cómo creés que ayuda a cada artesano la forma de exponer sus artesanías a partir del momento en que se suman a MATRIA?

-Creo que es clave. Tanto en el espacio de la Tienda MATRIA, que se encuentra en el Centro Cultural Borges, en las muestras y en las ferias, tratamos de generar escenas de calidad para la valorización de las artesanías, con estrategias de diseño expositivo, narrativas curatoriales y dispositivos comunicacionales que incluyan las trayectorias y autorías de artesanos, colectivos y familias artesanas. Nunca el anonimato. Este trabajo está integrado y un aspecto no está separado del otro. Solo se puede apreciar cuando logramos unir cada pieza con la rica historia de vida y producción de sus autores.

A pasos de Caminito

Quienes suelen andar por la zona de La Boca, específicamente en el paseo turístico Caminito, es probable que se hayan cruzado con la obra de Mirta Ostroff (75 años) y sus artesanías en cuero. Mirta vive en la Ciudad de Buenos Aires y trabaja con su marido Julio Cesar Delillo, que tiene 78 años y es también artesano. Ellos hacen máscaras y antifaces, además de repujado también en cuero.

“Si es una pieza que hacemos para vender, haremos 6 o 7 piezas por semana; si es para presentar en un concurso, cada una nos llevará dos meses”, cuentan. Su labor va desde el diseño y pasa por el trabajo con el cuero: “Se trabaja mojado; la modela Julio y él les hace los rulos. Dentro de lo que es una máscara, yo hago el calado y Julio hace la parte de tintas y el final, el pirograbado lo hago yo. El resultado es el armado de la pieza; si lleva los rulos, se ensambla con clavos de madera tallados a mano”, describe.

Aunque vive en Buenos Aires —lo que para muchos puede ser una ventaja—, Mirta tuvo un largo peregrinar para poder darse a conocer: “Hace 30 años que soy artesana de la Feria de Vuelta de Rocha, La Boca, Caminito. Comercializo ahí mis piezas aunque también lo hice en un negocio que estaba abajo del Kavanagh —un edificio de departamentos frente a la Plaza San Martín, en el barrio de Retiro—. Sobre todo la feria nos dio la oportunidad de conocer gente a la que le gustó nuestro trabajo. Además, viajamos y dimos cursos en Francia, y eso fue por franceses que conocimos en la feria”.

Pero una vez más, como en tantos otros casos, MATRIA fue un aliciente inigualable. “Nos cambió el hecho de ser reconocidos. Se tenía más en cuenta a la artesanía tradicional y no a la artesanía urbana. Y tenemos grandes artesanos urbanos. El hecho de poder exhibir como artesanos argentinos en MATRIA es buenísimo. Y estar expuestos en el Centro Cultural Borges significó muchísimo”, resume.

Las tejedoras Selva Díaz y Celina Díaz en su casa- taller en Londres, Catamarca. (Imagen: Gentileza de MATRIA.

La delicadeza de una obra

Claudia Aybar vive en El Cercado, un pueblo del departamento Monteros, provincia de Tucumán. Tiene 53 años y su artesanía es la randa, un tejido fino como un encaje a la aguja. “Mi día empieza con quehaceres en mi casa; tejo en la mañana unas horas y después, a la siesta, otras horas y así a la noche también otras horas hasta ir a dormir”, revela.

Es un trabajo que requiere tesón y arte. “Hacer una pieza lleva su tiempo ya que hay que tejer la malla; después tensar en bastidor y recién hacer los bordados. Y por último, almidonar, dejar secar y sacar del bastidor la pieza. Hay piezas chicas que las podés hacer en dos días; para otras, necesitás más, depende el tamaño”. 

Pero hay un tema que valora y es el salto cuántico a partir de su contacto con MATRIA: “Antes teníamos un mercado artesanal que nos compraba o cambiábamos por mercadería para sustento de la casa y la familia”. Ahora, Claudia sabe cómo darse a conocer: “Nos enseñaron muchas cosas para poder vender. MATRIA fue una gran ayuda para todos los artesanos como para mí; empezamos a mostrarnos en las redes Facebook, Instagram, en ferias nacionales y encuentros internacionales. Estoy muy agradecida porque ahora hago conocer mis obras”.

Roxana, quien siempre está recorriendo, conociendo, acercando, enfatiza sobre el tema: “sugiero a los artesanos que revisen nuestras redes, estén atentos a las convocatorias y herramientas, las estudien, las analicen y se contacten con el programa”.

Fiorina Gatti con su telar. Ella integra una cooperativa de artesanas textiles en Tucumán: las soluciones colectivas ayudaron a darle visibilidad a su trabajo. (Imagen: gentileza de Fiorina Gatti).

Páginas para mostrar y difundir arte

Celestina Stramigioli (72) es una estudiosa de los tejidos tradicionales. Profesora de Historia por la Universidad Católica de Mar del Plata, también se formó en Diseño Textil en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Hoy vive en Caballito y, por estos días, ha tenido repercusión en el mercado de los artesanos por su reciente libro Textil Andino en Argentina, Memoria Kolla, que reúne textos y fotografías de la colección Staude. Con el libro reivindica y difunde las bondades de nuestros textiles creados en esa región. La publicación, una autoedición de 379 páginas, contó con el apoyo de MATRIA.

“En los años 80, yo vivía en México y me fascinaba ver a las tejedoras en telar de cintura, que con pocos palos tejían maravillas. Por entonces abrió la carrera de Diseño Textil en la UNAM, y tuve acceso a la parte teórica”, relata Celestina. “Al mismo tiempo conocí proyectos estatales para la promoción de la tejeduría artesanal. Fueron experiencias que marcaron mi futuro”.

En cuanto a la promoción de los tejidos kolla que hace en su libro, la experta revela que, por 2013, se encontraba catalogando los textiles tradicionales del Fondo Nacional de las Artes y notó que las piezas textiles jujeñas eran las que menos conocía. “Viajé a la provincia y no las encontré en ningún local comercial ni museo. Expresé mi tristeza en la posada donde me hospedaba y me pasaron el contacto con el profesor Staude, con quien inicié una relación”.

Según menciona en su libro, las piezas textiles que se dan a conocer pertenecen a la colección que el profesor Jorge Horacio Mario Staude (1931-2015) formó durante su permanencia y viajes a la provincia de Jujuy.

Tal como revela en su libro, en la Argentina, la artesanía textil tradicional es el rubro que cuenta históricamente con el mayor número de integrantes. Esta colección reúne chuspas (bolsos) y fajas, toquillas (especie de pañoletas), sogas, hondas, cintas, talegas, costales y pullos, así como un poncho y una alforja. 

Para ella, MATRIA también es clave: “Compartimos información sobre realidades artesanales. Me facilita el contacto con las instituciones más acordes. Tal fue el caso del museo donde se hizo la presentación, siguiendo de cerca la organización del evento”, sostiene. Ella se refiere al encuentro que se realizó el pasado 6 de julio en el Museo Nacional de Arte Decorativo donde Celestina dio a conocer su libro y hubo tejedoras, estudiosas y copleras.

En tal sentido, Celestina, cercana a muchos de los artesanos de este país, alienta a que se conecten entre sí y se unan. “Les recomiendo que se asocien y elijan las piezas más representativas. Que se asesoren con alguna maestra para tener una página en internet. Y que se animen a salir a ferias en el ámbito local, que es el inicio de una mayor participación e intercambio de experiencias”.

Con esto coincide Mirta, la artesana de Vuelta de Rocha: “los salones nos abren un mundo nuevo que nos permite mostrar piezas que no son comerciales. Entre los salones recomiendo el de Berazategui; ahora se abrió el nuevo espacio, Salón de Folclore y Artesanías Argentinas de Avellaneda. Hay que estar atentos”.

Miriam Elizabeth Cruz y Carolina Valeria Corimayo son reboceras del Valle Grande, Jujuy y pertenecen al pueblo kolla. En la foto, ambas están en la Feria Creadoras del Tiempo 2023 [Imagen: gentileza MATRIA).

Color y labor

Así, gracias a programas como MATRIA es posible que muchos obtengan premios y capten la atención de interesados en adquirir una obra. Detrás de cada creador, hay un relato. “Que una pieza esté bien hecha depende de muchas cosas pero, una vez que se la logra, es importante contar su historia y la de su hacedor”, sostiene Roxana.

“Logramos hermosos colores con chalas (cáscaras) de cebolla, frutos del nogal, chincho, raíz de micuna (especie nativa del noroeste), hojas de sauce, yerba mate, eucaliptus —relata Fiorina desde Tucumán—. Usamos alumbre, un tipo de salitre que hay en estas montañas y que se emplea para limpiar profundamente la fibra antes de teñir; funciona como mordiente de la lana, la abre y la dota de una capacidad mayor de absorción del color. Las hojas de sauce, por ejemplo, dan un color amarillo fuerte si la lana ha sido tratada”. Con la ayuda de MATRIA, Fiorina, su arte y sus colores, ya pueden llegar a todo el mundo. 

Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.

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