Presidentes y empresarios: ¿Deben respetar el protocolo al vestir?

Fuente: Perfil – Con un mandatario argentino tan poco convencional, el valor de la tradición vuelve a cuestionarse. Look y política. Reglas en las corporaciones.

Los pelos revueltos como si acabara de salir de la cama, la campera de cuero omnipresente y la arenga libertaria siempre en la punta de la lengua. El estilo de Javier Milei puede crispar a cualquier especialista en ceremonial y protocolo. Pero está lejos de ser el único político que se aleja de las formas en pos de ser más fiel a sí mismo (o de intentar mostrarse más cercano al pueblo). Las camisas sin corbata de los hombres del Pro, la chaqueta étnica de Evo Morales o la birome Bic con la que firmaba los decretos Néstor Kirchner son solo algunas muestras de las tantas veces que las figuras públicas han despreciado las normas tradicionales. Formas que, según los especialistas, sirven para saber qué hacer y cómo actuar en diferentes situaciones, brindando una base común de comportamiento que hace que todo fluya mejor. Así, aunque podrían parecer reglas anticuadas para el mundo volátil y vertiginoso en el que vivimos, tienden puentes vitales de convivencia.

Horacio Rodríguez Larreta

Sin traicionar la esencia

Karina Villela, directora del Centro Diplomacia y reconocida consultora en protocolo internacional e imagen pública, asegura que una crisis como la que nos encontramos transitando es el contexto ideal para volver a las formas. Pero si observa la nueva administración presidencial, puede ver dos corrientes. Una, muy atractiva para los especialistas en protocolo: “Los grandes actos oficiales volvieron a tener esplendor. Se volvieron a cuidar y a utilizar los símbolos patrios”, relata. La escolta del Regimiento de Granaderos a Caballo en la asunción o el uso de la banda presidencial en el discurso inaugural de la Asamblea Legislativa son algunos de los gestos que han vuelto a dotar de brillo patriótico las ceremonias oficiales.

Karina Vilella

La segunda corriente tiene que ver con la disrupción que implica la figura de Javier Milei. “Se va de las formas de representación de lo que es un jefe de Estado y moderniza esa imagen con el no uso de traje cuando está trabajando, la campera de cuero, el cabello un tanto ajeno a la formalidad”, describe. Aunque encuentra un contrapunto en el ejemplo del mandatario de Canadá, Justin Trudeau, quien utiliza medias de colores con estampas de dibujitos animados, confiesa que preferiría que sea atuviera más al protocolo. “Estamos transitando un momento difícil, y es importante entender que la disciplina de orden y forma lo único que hace es ayudarnos a que las cosas salgan más fáciles”, apunta.

La especialista marca que esto es especialmente importante cuando se lidia con referentes de otros países, ya que en el mundo tiene mucha relevancia el respeto al protocolo. En este sentido, marca el buen ejemplo de la reina Máxima, quien puede animarse a bailar en un pueblo donde la reciben con la danza típica, pero jamás lo haría en un acto oficial, o que usa el animal print en los espacios correctos, pero sin romper el protocolo. “Logra ser ella con su esencia y cumplir su rol y función a la perfección”.

La pose cercana

La defensa libertaria suele aludir a que esta lejanía del protocolo responde a que lo que prima en Milei es la pasión. Según su entorno, sería imposible que abandonara su “viva la libertad, carajo” en pos de las formas, porque dejaría de ser él. Vilella retruca que lo que sirvió para llegar hasta la presidencia no necesariamente es lo correcto para ejercer como Jefe de Estado. “Lo ejemplifico con otra figura: Mauricio Macri cerró cada acto de campaña camino a la presidencia con un bailecito, y estuvo perfecto. Pero cuando asumió, se puso los atributos y salió al balcón de la Casa Rosada bailando, estuvo mal”, apunta.

Mauricio Macri

También es común que los políticos rompan el protocolo adrede, en pos de mostrarse más cercanos a la gente. Un caso conocido es el de Horacio Rodríguez Larreta, quien utilizó remeras grises, blancas o negras de cuello redondo para diversas conferencias y presentaciones, y que en los casos más formales siempre dejó de lado la corbata. Para Vilella, esta idea de que abandonar las reglas de etiqueta acerca a la política al pueblo es una mala interpretación de los especialistas en comunicación política. “La seducción del voto va más allá del vestuario puntual. Si no desarrollás un carisma y no le llegás a la gente, no te va a dar el voto”, sostiene.

La capacitadora en ceremonial y protocolo Edith Cortelezzi, autora del libro “Buenos modales, mejores negocios” (Grijalbo) apunta que ya no se espera que un político o funcionario ande siempre de traje, y que es aceptable que se acerque a un evento al aire libre o a una reunión con vecinos en ropa deportiva, pero no debería llevar remeras con textos o partidarias. “Algunos líderes optan por un estilo más cercano a la gente. Puede ser efectivo para conectar, pero debe equilibrarse con la seriedad del cargo. Mostrando cercanía pero sin perder la formalidad necesaria”, recomienda.

Máxima

Cortelezzi también marca la necesidad de adecuarse al protocolo especialmente en los viajes. “La imagen del país está en juego, por lo que se deben respetar las costumbres y adaptarse”, apunta. Cuenta que deben llevarse corbatas de seda cuyo largo llegue hasta el cinturón y hagan juego con el color del traje, que si la persona está de pie debe llevar el saco abrochado con el botón del medio, que el puño de la camisa debe sobresalir de la manga alrededor de 2 cms y que es necesario el uso de camisa blanca en los actos formales.

En la empresa

Pero no solo en lo público es preciso atenerse al protocolo. El mundo laboral también implica una cierta etiqueta. Desde el inicio, es importante saber, por ejemplo, cómo vestirse para una entrevista de trabajo. Cortelezzi apunta que lo primero es pensar en el perfil de la empresa donde se desea trabajar. “Si es un banco, saco y pantalón, sin corbata ni calzado de vestir, pero también sin zapatillas aunque sean tendencia. Si es una empresa de publicidad o producción de espectáculos, el vestuario puede ser más descontracturado”, recomienda. Y algunos gestos fundamentales: no tomar asiento hasta que el entrevistador haya invitado a hacerlo, no apoyar las llaves o el celular sobre el escritorio y ser puntuales.

Una vez empleados, en líneas generales el protocolo de vestimenta debe ser formal y conservador. Pero existen datos que no todos conocen. Por ejemplo, que los hombres deben cuidarse de no usar colores que tradicionalmente están reservados para altos ejecutivos, como el azul noche, negro o gris oscuro. O que los zapatos deberían ser cerrados y elegantes. Para las mujeres, la recomendación es un tailleur o falda y camisa en tonos oscuros, con zapatos cerrados con taco bajo. “Usar faldas hasta la mitad de las rodillas, no a las transparencias, escotes llamativos o pantalones muy ajustados y preferir accesorios discretos y maquillaje sin estridencias”, enumera la especialista.

Mujer

Pero el ecosistema laboral también incluye a empresas más jóvenes y frescas, e incluso “start ups” súper descontracturadas. ¿Cómo actuar entonces? Según Andy Faerman, consultora de moda en @thematehouse y asesora en su propia cuenta, @andyfaerman, en compañías con un enfoque más relajado se prioriza la comodidad y la expresión personal, fomentando un ambiente creativo y productivo. Esto puede traducirse en “pantalones chinos y camisas en tejidos suaves, optando por colores neutros”. Cuando se aplica el “casual Friday” y los viernes se admiten looks más distendidos, la especialista recomienda mantener la ropa y el calzado en buen estado, para reflejar profesionalismo y respeto por el rol dentro de la institución. Sobre todo, evitar prendas provocadoras y de ejercicio.

Pero desde la pandemia en adelante, la flexibilización es notoria. La comodidad ha pasado a ser prioritaria, y los gen Z y millennials esperan que los ambientes de trabajo les permitan un protocolo más relajado. “Estas generaciones han sido influenciadas significativamente por cambios culturales y tecnológicos que han redefinido las expectativas en varios ámbitos de la vida, y las empresas han flexibilizado sus reglas para atraer al talento más joven”, describe Faerman.

De todos modos, la ropa nunca es un punto menor. La vestimenta comunica aspectos de nuestra personalidad y profesionalismo y es una herramienta fundamental de comunicación no verbal, por lo que debe alinearse con el mensaje que queremos transmitir. “El valor que le damos a tomarnos el tiempo de vernos profesionales siempre es percibido dentro de las organizaciones”, sintetiza la especialista. Mejor no relajarse demasiado.

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