Fuente: Cronista ~ ¿Por qué aumenta la ropa? Esa es la pregunta que se hacen todos al iniciar una nueva temporada y comparan con los valores del año anterior. Hasta el presidente dedicó un párrafo a este tema recientemente.
Pareciera que la industria textil corre por un carril diferente al de la economía del país, a la que no deben afectarle los impuestos ni la inflación; y los costos deben ser siempre los mismos.
Sin embargo, al mirar los índices de un año a otro, los números sorprenden. Según un informe reciente de Fundación Pro Tejer, que se basa en datos del INDEC, entre 2016 y 2022 los precios de la indumentaria aumentaron por debajo de la inflación. Esto sin considerar el contexto internacional.
El sector textil es una industria fuerte, que en condiciones estables puede desarrollarse correctamente. También es flexible y puede adaptarse a las políticas coyunturales, a la situación económica y a diferentes escenarios geopolíticos. Sin ir más lejos, la crisis de suministro a raíz de la pandemia por COVID-19 y el desabastecimiento energético y de commodities agravado por la guerra Rusia-Ucrania, generaron un proceso inflacionario a nivel mundial.
Respecto al marco internacional también tenemos que observar el lugar que ocupa la Argentina en el mapa mundial de la industria textil.
Sintetizándolo no tenemos la producción a escala internacional que tienen países como China, Sri Lanka, India, México, entre otros. Ellos son los grandes proveedores del mundo de confecciones. Con una mano de obra mucho más barata que la nuestra, con impuestos que los incentivan a exportar cada vez más, y con volúmenes que reducen sus costos. Por ello compararnos con lo que se produce ahí no tiene sentido.
La producción textil en nuestro país está orientada al mercado interno y depende en gran medida de lo que se consume aquí para tener mayor o menor producción. Por lo tanto, la capacidad de crecimiento de la industria está limitada y el menor volumen de producción genera costos más altos: hacer un metro de tela nunca costará lo mismo que fabricar miles de metros.
Por eso destacamos una y otra vez que el problema no es la industria textil ni que ésta sea ineficiente, sino que entendemos que producir en Argentina es estructuralmente caro. Incluso si avanzamos en la cadena de valor hasta llegar a la comercialización, debemos agregar la alta carga impositiva, los precios de los alquileres, los gastos de las tarjetas y los bancos, los gastos de las campañas publicitarias -que no son pocos-, entre otros.
Algo que también es importante considerar respecto al concepto de la ropa cara en Argentina es el rango de marcas que se toma en cuenta, porque siempre se mide y se compara a las denominadas «marcas de Shopping«, es decir, las más reconocidas.
Sin embargo, existe en el mercado de la ropa -y todos lo sabemos- uno más informal, caracterizado por los locales del polo textil mayorista de la Avenida Avellaneda. Éstos últimos manejan grandes volúmenes de producción, tienen una calidad y un diseño que ha ido mejorando con el paso de los años y a nivel precios compiten con la ropa importada. Estos fabricantes son proveedores de muchos locales del interior del país, por lo que en ese segmento en particular se evidencia que no hay falta de competitividad.
La industria textil y de la confección no son obsoletas. En estos últimos años las empresas han invertido mucho en equipamiento y en mejorar sus procesos productivos. No está allí el problema como se señala habitualmente. El problema está en que, con un mercado interno en retracción y menor consumo, una alta carga impositiva y un dólar que aún sigue atrasado en relación a la inflación las alternativas no son muchas.
Por último, un tema importante. Los precios en el sector de la moda no van a bajar si se abre la importación sin ningún tipo de limitación. Eso nunca sucedió en Argentina, los valores terminan siendo los mismos para la gente. Sólo provocaría desempleo y menor consumo, un círculo vicioso que ya conocemos y al que no deberíamos volver (no produzco en el país-desempleo-no consumo-mayores precios).
La industria textil puede salir adelante y no puede ser encasillada por «el valor de sus productos». Hay todo un proceso detrás que, a pesar del contexto, puede continuar creciendo y desarrollándose.
Las empresas textiles nacionales tuvieron un papel muy importante al comienzo de la pandemia del Covid-19 cuando tuvieron que abastecer de insumos médicos a la población. Las inversiones y capacidad del sector podrán verse en Emitex, Simatex y Confemaq, que en cada edición exhibe las innovaciones y los avances tecnológicos que incorporan las empresas argentinas en cada uno de los procesos textiles. En los últimos años las empresas han invertido mucho en equipamiento y en mejoras de cada una de sus etapas productivas.
Según reveló otra encuesta cualitativa realizada por Fundación Pro Tejer de Argentina, en los últimos seis años la industria textil realizó inversiones récord por más de USD 200 millones. Estas inversiones incluyen nuevos métodos como e-commerce, robots de corte, impresoras digitales, y el desarrollo de productos de vanguardia como los textiles técnicos.
Se necesita estabilidad y políticas públicas y económicas a largo plazo para que el sector pueda desarrollarse, promover su crecimiento y trabajar con el gobierno para que los costos medidos en moneda extranjera puedan reducirse y los productos ser más competitivos.