«Esto es así porque genera un círculo virtuoso y la hace más competitiva», respondió Ortega a la pregunta de José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION, y agregó que con la exportación también se genera mayor empleo calificado. En este sentido, dijo que las pymes (y emprendedores) que quieran exportar deben incluir la estrategia de comercio exterior desde el principio del plan de negocios. «Antes, lo que pasaba era que las empresas empezaban a abastecer el mercado local y después exportaban. No vemos una dicotomía entre exportar y abastecer el mercado local. Las empresas que más exportan tienen más productividad y más capacidad para abastecer al mercado local. Las empresas más exitosas en el camino exportador lo fueron porque concibieron la estrategia desde el principio», afirmó.
Con el Premio ICBC al Comercio Exterior, la entidad reconoce a las empresas que trabajan para plantar la bandera argentina en el mundo. «Buscamos diferentes factores: empresas que trabajen en el largo plazo, en la calidad del producto y que sean resilientes y estén dispuestas a seguir apostando», sostuvo.
Una de las firmas reconocidas fue Animaná, fundada por Marina. Doctora en Economía y especialista en desarrollo local, desigualdad y reducción de la pobreza en América latina, creó su propia firma y la ONG Hecho por Nosotros. Animaná es una empresa social, que posee la certificación de empresa B y que ofrece una alternativa a las formas de producción y consumo existente en la industria textil. Nacida en la Patagonia, Marina desarrolló con una fuerte sensibilidad sobre el medio ambiente y la cultura andina. Por esto, su marca hace ropa, accesorios, elementos de decoración y regalos empresariales a partir de fibras naturales de los Andes y reúne a productores de la Argentina, Perú y Bolivia. «Es un trabajo para dar fuerza a las microempresas y pymes de Latinoamérica», definió.
«De chica me enojaba porque desde la Patagonia exportábamos la lana sucia en vez de hacer suéteres. Hoy los fabrico y entendí que el mercado era el mundo, existe un nicho en el que las fibras exóticas y particulares tienen un lugar», contó, y habló de la calidad las fibras de los camélidos, como la vicuña y el guanaco. «Teníamos que hacernos un lugar con un concepto para educar al comprador, pero una vez que las tocan, las fibras hablan por sí mismas», destacó, y agregó: «Una de mis mayores satisfacciones es tener una propuesta en esta industria tan inmensa y una de las más contaminantes y generadoras de trabajo esclavo del mundo. Hoy, nuestra ONG tiene estatus consultivo en las Naciones Unidas y colaboramos con universidades de todo el mundo, como el MIT, que presentan nuestra firma como caso de estudio». La firma está generando un nuevo espacio dentro de Animaná para el desarrollo de tecnología: Animaná Tec.
También concentrado en el impacto medioambiental, pero con foco en la alimentación, The Not Company, conocida como NotCo, llegó a la Argentina para revolucionar el mercado. Alonso trabaja como country manager de NotCo para la Argentina y Uruguay. «El ser humano es fanático del alimento. Es una de las cosas que más placer nos da, pero entendemos que nos puede hacer mal a nosotros y al mundo. Queremos sacar de la ecuación el ingrediente animal», explicó.
Para esto, desarrolló un algoritmo que tiene la capacidad de reemplazar el ingrediente animal de los alimentos por insumos de origen vegetal. Hoy, en Chile, la mayonesa de NotCo, sin huevo, ya posee el 10% del mercado. Esto hizo que el propio fondo de inversión de Jeff Bezos apostara por la firma. Sobre la estrategia exportadora, Alonso contó que cada país tendrá su propia operación con sus propios directores. «La idea es que las operaciones trabajen localmente, produciendo sabores propios. Ahí entra el concepto de hub, en el que cada uno pelea por su especialidad», explicó Alonso, y concluyó: «El dulce de leche se tiene que hacer acá. Vamos a competir con la tecnología local y con los paladares locales para exportarlo a cada lugar del mundo donde haya un argentino».
Por su parte, Bonello fundó Solidyne, en 1968, con el foco puesto en la innovación en ingeniería de audio. Hoy, la firma exporta a 65 países y el propio Bonello se convirtió en un referente académico al haber publicado más de 160 artículos técnicos y papers. Hoy es conocido por su contribución a la acústica con el «Bonello Criteria» para el diseño de estudios de grabación y locución y por sus trabajos en electrónica avanzada, sonido y psicoacústica.
«A los 18 años me contrató un insensato para montar la primera fábrica de radiotransistores de la Argentina en la época en que se hacía todo a válvula», contó. Con respecto a su trayectoria académica y al impacto de la educación en los negocios de tecnología, Bonello contó que, en su caso, se dio cuenta de que tenía que formar a la gente que contrataba. Para eso, en primer lugar, trabajó en una «especie de escuela» interna en la que tomaba becarios para enseñarles de ingeniería electrónica. Y como tampoco existía un posgrado orientado a la creatividad y a la búsqueda de nuevas soluciones -todavía hoy no existe-, él mismo decidió postularse para una cátedra en la Universidad de Buenos Aires. «Estuve 25 años enseñando ingeniería acústica y sonido; y, a partir de ahí, se formó un grupo de gente», subrayó.
Cuando Del Rio le preguntó por su primera exportación, el ingeniero habló de Cuba, pero no por ser el primer mercado per se, sino por el valor que sus radiotransmisores tomaron para los ciudadanos. «No me acuerdo bien cuál fue la primera exactamente, pero la más importante fue Cuba. Los equipos no tenían un gran valor tecnológico, porque los cubanos buscaban que fueran sólidos y económicos, y así lo fueron», contó, y cerró: «Treinta y cinco años después, me dicen que todavía funcionan perfecto».