Fuente: Clarín – La Semana de Alta Costura, creada por Elina Costantini, cerró con una retrospectiva de diseño.
Moda y arte. En el hall del Malba hay más de 70 piezas, incluidos vestidos, zapatos y accesorios, entre otras reliquias, de trece creadores fallecidos, como Jacques Dorian, Saint Félix, Henriette y Rosina Corradini. Foto: Gentileza SAC.
Volver a mirar -y homenajear- a los grandes maestros de la moda argentina. Ese es uno de los principales propósitos de la Semana de la Alta Costura (SAC), fundada y dirigida por Elina Costantini.
Y si en 2022 se destacó por un despliegue fashionista en sitios emblemáticos de la ciudad, ahora redobló la apuesta con los desfiles de Laurencio Adot, Adrián Brown, Marcelo Giacobbe, Camila Romano y Fabián Zitta.
El corolario fue el cierre in memorian de Carlos Di Doménico, Hernán Fragnier, Javier Musetti y Jorge Ibáñez. Este último encuentro tuvo invitadas estelares de la talla de Graciela Borges, Susana Giménez y Mirtha Legrand. Fue la antesala de la inauguración de la muestra retrospectiva en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
Así, como en la primera edición, Elina logró que Gino Bogani retornara a la pasarela y pergeñó un show a su medida, donde además le dio un merecido reconocimiento al trabajo de las modelos icónicas que lo acompañaron durante toda su carrera (Mora Furtado y Mariana Arias, entre otras), esta vez la idea se hizo más expansiva al mostrar la labor que, desde principios del siglo XX y hasta la actualidad, llevaron adelante no uno, sino trece creadores ya fallecidos, quienes fueron referentes para la industria de la vestimenta argentina.
La selección comprende prendas de Carola, Hernán Fragnier, Henriette, Jorge Ibáñez, Paco Jaumandreu, Medora Manero, Javier Musetti, Saint Félix y Vanina de War, entre los hacedores argentinos.
También están las de Maison Carrau, Rosina Corradini, Jacques Dorian y Fridl Loos, quienes, si bien no nacieron acá, algo para nada menor es que se asentaron en el país porque encontraron posibilidades de desarrollo.
A ese hallazgo se suma que, aunque anteriormente el Malba tuvo muestras que tematizaron la moda, los tópicos que puede traer aparejados y a sus protagonistas -como, por ejemplo, la de Mary Tapia en 2006- esta exposición, aunque efímera (estará solo 10 días), cumple con la misión de acercar a los visitantes a un panorama fashion en general, pero sobre todo del saber hacer de la alta costura argentina, en particular.La muestra que incluye creaciones de Jorge Ibáñez, Hernán Fragnier, Javier Musetti y Paco Jamandreu, refleja la labor que realizaron desde principios del siglo XX. Se puede visitar hasta el 8 de octubre. Foto: Gentileza SAC.
A su vez, un dato inédito es que, al estar montada en el hall del museo, la retrospectiva se vuelve una especie de vidriera inmediata tanto para los espectadores locales como para el asiduo caudal de turistas que llega a Buenos Aires.
“Nos unimos para apoyarnos y construir”, explica Elina a propósito del vínculo que a través de SAC se da entre el Museo Nacional de Arte Decorativo (que funcionó como locación), el Museo de la Historia del Traje (clave en la investigación para la retrospectiva) y el Malba, donde estará alojada la exhibición y también se hizo el desfile final.
Vale decir que, además, esta iniciativa está en sintonía con la perspectiva de otros museos que abren sus puertas para recibir producciones del campo fashionista o trabajan asociados con otras instituciones, por caso la que revisitó la historia de Yves Saint Laurent y el año pasado copó espacios en el Louvre, el Museo d’Orsay y el Centro Georges Pompidou, entre otros escenarios parisinos.
También, ante la habitual parafernalia de las pantallas y la proliferación de contenidos en las redes sociales, donde lo más frecuente es que la moda aparezca en formato virtual y mimetizada, la exposición de estas piezas propone, aquí y ahora, un extraordinario viaje en el tiempo para contemplar la moda de antaño.
Logra trasladar al espectador a más de 100 años atrás, para comprender no solo cómo era la vestimenta sino los estilos de vida de los habitantes de esta tierra.
Ya sea porque, se trate de referencias a la Belle Époque porteña, los comprometidos años ‘70 o los aspiracionales ‘50 signados por el cine y los ‘90 por la televisión. Tampoco se pueden perder de vista las reliquias que datan de fines del 1800.
“Los momentos de crisis pueden ser los de mayor éxito”, reflexiona Elina. “Hay que apostar al país y seguir acompañándolo”, añade, quien ya cuenta con 20 años de experiencia como mannequin en pasarelas nacionales e internacionales, y que con este proyecto apuntala su rol de mecenazgo en la moda. Algo que puede ser visto como inspiración y en espejo, claro, con la extensa trayectoria en el mundo del arte que representa Eduardo Costantini, su esposo.
¿Proyección para el futuro de SAC? “Queremos seguir creciendo en varios continentes”, señala Elina. “Ya tengo la idea del cierre para el año que viene”, anticipa.Protagonista. Elina Costantini, fundadora de SAC, con diseños de Adrián Brown, en la semana de desfiles. Foto: Gentileza SAC.
Imperdibles
Curada en conjunto con Victoria Salías, directora del Museo de la Historia del Traje (MHT), la muestra retrospectiva comprende más de 70 piezas, incluidos vestidos, zapatos y accesorios (sombreros y guantes, entre otros) que corresponden al amplio período que va desde 1850 al 2023.
Y ante el debate de si la moda puede compartir o no espacio con las bellas artes, es que se le otorga el rango artístico a los diseños exhibidos, al tener en cuenta que en todos los casos fueron generados en un atelier por un autor que estampó su firma.
En ese marco, si bien la haute couture es una denominación foránea, las curadoras reconocen que, a este lado del océano, se trata de aquella que en su desarrollo todavía involucra a costureras, sombrereros, zapateros y otros especialistas en oficios como los del bordado manual, la labor con plumas, el tejido, el encastre de encajes, los plisados y los teñidos.
Sobresalen el imponente atuendo bitono, en blanco y negro, y la capa roja, las dos creaciones de Jacques Dorian, además de los diseños de Saint Félix y Henriette de los años 20 y 30, lo mismo las prendas de línea moderna de Medora Manero y las desarrolladas de acuerdo con la impronta telúrica de Fridl Loos, referenciadas en las décadas del 60 y 70, respectivamente.
“Es interesante ver el grado de sofisticación de las producciones para pensar la centralidad que tienen a nivel empleo”, expresa Salías. “No solamente es importante el glamour de quien usó una prenda, sino de las manos cultivadas que pudieron generarla”, agrega.
En ese aspecto resulta singular el vestido de novia de Maison Carrau que nunca había sido mostrado en las exposiciones del MHT, al que se suman otros de uso nupcial; como el que imita el que llevó Audrey Hepburn en el emblemático film My Fair Lady y el que tiene capucha y comprende ocho metros de tul, diseñado por Jorge Ibáñez en alusión a la Rosa Mística.
Otro de los tesoros es el vestido en terciopelo, organza y taffeta de seda que visitó Mirtha Legrand en la película “Bajo un mismo rostro”, también los zapatos de la legendaria firma francesa Roger Vivier y la recordada tienda Gath & Chaves de Buenos Aires. Igual las carteras para fiesta (algunas dateadas entre los años 1900 y 1960), los tocados y otros adminículos, como las polveras y un vanity que da cuenta de las costumbres que tenían las mujeres de esa época.
Más allá de la añoranza que pueden generar los diseños y los accesorios seleccionados, ¿qué aporta esta muestra para repensar la vestimenta contemporánea?
“Nuestro país tiene una importante tradición en términos de la capacidad de generar piezas artesanales, tanto las más etnográficas -analiza Salías- como todo lo que es la alta costura, que no deja de ser un trabajo artesanal”, indica. “Esta puede ser una diferencia competitiva a nivel mundial para la moda argentina”, concluye.