Más sostenible: la nueva forma de pensar nuestra industria textil

Fuente: ámbito – El fast fashion es cada vez más cuestionado debido al enorme daño ambiental y social que ha generado. En un mundo que revaloriza lo natural y lo sostenible Argentina tiene una oportunidad que no puede dejar pasar.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la industria de la moda rápida es responsable del 10% de las emisiones anuales de carbonocifra que se ha duplicado en relación con el año 2000– y ha generado el 20% de la contaminación del agua potable a nivel mundial. En los últimos años, se ha desarrollado de la mano de una fuerte dependencia de mano de obra barata empleando a 75 millones de personas y sólo un 2% tiene un salario superior al de subsistencia[1]. Asimismo, muchas fábricas de confección cuentan con condiciones peligrosas de seguridad e higiene y hasta esconden casos de explotación laboral e infantil.

Estás son sólo algunas de las consecuencias desgarradoras que generó el modelo de negocios imperante de los últimos 20 años que, en búsqueda de menores costos, deslocalizó la producción de ropa en países con menores estándares laborales y ambientales (India, Bangladesh y Pakistán).

La mayor conciencia y responsabilidad respecto a las formas de producción y su efecto en las personas y el ambiente pone en jaque la continuidad del fast fashion como modelo hegemónico y abre paso a una industria y a un consumidor que revaloriza lo ético, lo natural y lo sostenible.

No se trata de una estrategia meramente comercial. La lucha contra el cambio climático es la principal misión de la agenda 2030 de la ONU y objetivo de los gobiernos de países desarrollados. Siendo la industria de la moda rápida la segunda más contaminante a nivel mundial, cada vez se impulsan más políticas para promover prácticas productivas y un consumo más sostenible.

Para poner algunos ejemplos, el Parlamento Europeo ha declarado como meta para 2030 que las prendas que se comercialicen deben ser duraderas, reciclables, sin sustancias nocivas y respetar los derechos laborales. Francia ha logrado la media sanción de un proyecto de ley que busca limitar los excesos de ropa ultrarrápida (aplicación de tasas a las prendas de bajo costo, exigencia información de impacto ambiental al consumidor y el apoyo a productores de ropa sostenible). A su vez, en vistas del aporte de la cadena de valor en términos de empleo y gracias a la mayor eficiencia que permitió la industria 4.0, digitalización, innovación y robotización de procesos, muchos países buscan relocalizar la fabricación textil en cercanía a los centros de consumo. La pandemia y las tensiones geopolíticas han acelerado este proceso de recuperación de las cadenas de suministro en el país de origen. A través de herramientas de promoción económica, de fomento del compre local y de barreras no arancelarias que limitan la comercialización de textiles nocivos a la salud, EE.UU. busca recuperar el trabajo y valor que genera esta industria en su país.

La tendencia mundial está cambiando. Ahora vamos a Argentina, ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos? Nuestras empresas textiles e indumentaria ya están evolucionando a modelos más sostenibles, entendiendo los desafíos, pero también la oportunidad que representa.

Bajo el paradigma de la economía circular, se expande más la reutilización de desechos textiles y ropa para la elaboración de nuevos hilados, telas y prendas. Argentina cuenta con variedad y cantidad de fibras naturales que son revalorizadas por el menor consumo de energía asociada, por ser biodegradables y porque sus propiedades brindan mayor confort y significan un mayor cuidado a la salud humana. Además, se vienen realizando cuantiosas inversiones en máquinas y procesos que optimizan energía, el uso del agua y productos químicos, siendo cada vez más el número de empresas que logran alcanzar certificaciones internacionales de calidad (ISO 9001, OekoTex, BCI, Blue Sign, entre otras). Inclusive, algunos optan por sustituir colorantes químicos por naturales y crecen los proyectos nacionales de producción de algodón y otras fibras 100% orgánicas.

La convicción e iniciativa privada para ser parte de modelos más sostenibles es una realidad y un paso necesario, mas no suficiente. En línea a lo que hace el mundo, el Estado debe acompañar con regulación y esquemas de incentivos que fijen el rumbo. No se debe tratar en igualdad de condiciones al fast fashion –que esconde crudas consecuencias– y la ropa producida en el país –que paga impuestos, cumple estándares ambientales y laborales. ¿Qué políticas necesitamos?

En primer lugar, es clave el diseño de un nuevo marco regulatorio: que eleve estándares de calidad con el fin de preservar la salud y seguridad del consumidor, que exija transparencia de información acerca del proceso de fabricación y del producto, que promueva la trazabilidad de la cadena y que limite la comercialización de productos del fast fashion.

En segundo lugar, fortalecer herramientas de control en pos de garantizar la competencia justa y leal: combate contra el contrabando y agilización de normas antidumping y dumping social.

Finalmente, acompañar con incentivos económicos y fiscales a la industria textil y moda sostenible: promoviendo la economía circular, las certificaciones y sellos de calidad, la trazabilidad, la calidad de fibras naturales y la incorporación de innovaciones y tecnologías relacionadas.

Construir un modelo de negocios textil y de moda sostenible es estar un paso adelante y reafirmar el compromiso con el planeta y el bienestar social. Para ser protagonista, Argentina debe diseñar e implementar una estrategia público-privada y ofrecer soluciones a un problema que preocupa seriamente al mundo.

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