Laurencio Adot: «Hace rato guardé mi ego en la heladera»

Fuente: Para Tí – Laurencio Adot es un diseñador argentino que nació dentro de una familia de textiles, arquitectos y artistas. Hoy es uno de los nombres más destacados en el mundo de la moda y sus creaciones son piezas de lujo que destacan la belleza de cada mujer.

Los finales de los 80 y de los 90 para la moda fueron años intensos, florecientes y con muchos destaques. En aquella época nacieron importantes marcas de ropa y nombres de diseñadores que hicieron de su DNI una marca registrada. Laurencio Adot es uno de ellos y trabaja en y para la moda argentina desde 1988. Una carrera que hoy continúa de manera ininterrumpida sin huecos ni pausas. Ni siquiera el ACV que tuvo en 2018 logró detenerlo. Al contrario, renació tan fuerte como el Ave Fénix.

Con ustedes, Laurencio Adot

-¿Quién es hoy Laurencio Adot, la persona?

-En mi vuelta, después de haber estado en coma, me reconozco siendo Laurencio Adot, el diseñador de marcas de ropa aggiornado.

-¿Cuál sería ese cambio?

-Me conocés hace muchos años. Hoy hablo menos, me meto en menos situaciones, me meto en menos líos (risas). Me gustó porque me siento más tranquilo conmigo mismo. Hoy lo importante en mi vida es mi familia: mi pareja, mi perro y mi socio. Bajé mucho la ansiedad. En general el diseñador es muy ansioso y yo siempre tengo una película en la cabeza. Bajé mucho el miedo a nivel personal y también comercial.

-¿Y cómo es hoy Laurencio Adot, la empresa?

-Una marca empática con las mujeres. Diseñamos sueños, estamos detrás de lo que cada mujer quiere. Al atelier vienen con fotos buscando nuestra visión, la de Thiago (Pinheiro) y la mía, y diseñamos juntos. Como no puedo usar la mano, Thiago dibuja. Encontré en Thiago el socio perfecto. Nos amalgamamos. La marca se aggiornó montones de veces. Somos número uno en Argentina. Y yo tengo el gusto de ser querido por el pueblo, la gente me reconoce.

-¿Cómo llegó Thiago a vos?

Brasil y Argentina

Laurencio Adot es una marca de 36 años que, a su manera, supo adaptarse a los tiempos que le tocaron y tocan vivir. Del nombre del diseñador se desprende otra etiqueta: a Laurencio Adot Couture la acompaña Adot de Azevedo, una línea paralela de prêt-à-porter. “Tenemos mucho trabajo y con Adot Azevedo hacemos muchos viajes a Brasil. La segunda etiqueta implica muchos viajes a San Pablo. Allá paso seis meses al año, Belo Horizonte es mi segunda casa y hoy, mi tienda en Buenos Aires volvió a ser el centro”, comentó Adot.

-¿Qué sentís trabajando en Brasil?

-Una tranquilidad enorme, es primer mundo, hoy también estoy aggiornado gracias a Brasil porque allá veo textiles, hago estampas, digitales exclusivas, algo que acá todavía es muy difícil. En Belo Horizonte se respira moda, es la Milán de ellos.

El diseñador en su maison en Recoleta.

-Pudiendo trabajar mejor en otro país, ¿porqué seguís apostando a Argentina?

-En marzo también tuvimos la posibilidad de abrir una tienda en Madrid y nos echamos atrás porque preferimos apostar el doble en Argentina. Le creo a Milei y acá vamos a hacer crecer a Laurencio Adot buscando una tienda nueva para Adot Azevedo. Tenemos el sí de la gente, viene muchísima gente. Hoy estoy orgulloso de esta que es mi casa porque tiene mi nombre verdadero sobre la calle Posadas.

-Por primera vez estás haciendo imágenes de campaña…

-Empecé trabajando con ateliers en departamentos, siempre creí en ese formato. Hoy me animé y estoy haciendo por primera vez mi gráfica. No creía en la imagen, creía en el boca en boca. Por las redes sociales creo en la imagen, es una evolución que llega desde allí. Hoy me tuve que aggiornar una vez más. Ya perdí la cuenta (risas)

-¿Cómo manejás que tu nombre está en la vidriera?

Soy una marca aspiracional, la gente de clase media sueña conmigo. No lo digo yo, me lo dicen todos los días en la calle. Mi nombre es la marca, duermo con la marca. A veces es agotador e injusto porque hay gente que viene a bajarte la luz porque no te quiere, o no le gusta tu ropa. Yo puse el cartel bien grande en un local de dos pisos a la calle. Fue una ida de Thiago. Todo lo que el mundo de la moda sueña, lo logré.

El niño mimado

Laurencio estudió en Columbia Nueva York, su abuelo fundó Alpargatas y su padre Casimires Wells. Siempre estuvo en el mundo de la moda textil y la industria. Su camino para convertirse en diseñador refiere a un drama familiar. «Mi familia sufrió un revés económico y nos fundimos. Mi papá tuvo que cerrar las empresas y despedir a todo el mundo. Y no se escapó, les pagó a todos con los fondos de la familia Adot. Fue dificilísimo, perdimos familia, perdimos todo. Empecé vendiendo en un departamento la ropa de mi mamá, la ropa de Elsita, la mujer del empresario fundido en Recoleta. A las boutiques les vendía los originales. Cuando a los meses se acabó la ropa importada me dijeron “¿porqué no viajás a Nueva York y traés ropa?.» Así es como Laurencio, el que perdió todo, con el tiempo ganó una marca de ropa con su nombre.

Laurencio estudió en Columbia Nueva York, su abuelo fundó Alpargatas y su padre Casimires Wells, siempre estuvo en el mundo de la moda textil y la industria.

-Fuiste el niño mimado de la moda nacional

Lo fui por mucho tiempo. Hoy creo que estoy entre los 5 mejores diseñadores de este país. Tampoco me interesa ser el número uno, detesto las personas que dicen ser el número uno. A lo mejor, en algún hashtag lo he puesto porque a la gente le encanta competir.

-Hoy, a tu manera, ¿te gusta ser parte de este juego actual que hay con la competencia?

-Después de haber estado en coma, me reconozco en mi vuelta al Laurencio Adot, diseñador de ropa.

-Con todos estos cambios, ¿cómo manejás la fama?

-Nunca le di bola, en mi interior no le di cabida. Creo que la fama es una bendición porque es buena fama. Yo no tengo mala fama. Yo hice de todo en su momento: las adicciones, las partes oscuras, las partes grises. Hoy a los 57 tengo buena fama, es mi tesoro. La gente en la calle me dice: «rezo por vos», y eso significa todo para mí.

-Y el ego, ¿qué lugar ocupa hoy?

A mi ego lo guardé en la heladera hace rato.

Laurencio cuenta que en la década del 90 el Boca- River de la moda eran Benito Fernández y él: «yo era River. Fuimos bendecidos por la gente, por el pueblo. El vestido lánguido de novia salió de uno de nosotros, y el mix de texturas y de colores del otro. Los dos somos grandes coloristas”.

-Hace unos años en una entrevista dijiste que la moda en Argentina se había vuelto muy tóxica, sin memoria. ¿seguís pensando igual?

-Si, y creo que la moda hoy está muy perdida. Por un lado casi no hay marcas internacionales, bancamos todo las marcas y los diseñadores argentinos. Y al mismo tiempo hay un snobismo que yo no lo entiendo, me cuesta entenderlo porque yo, que vengo del palo snob, eso no tiene nada que ver ser snob, es un snobismo de cabotaje. Suena fuerte decir eso pero yo lo siento así.

-¿Entonces?

-Me parece que tenemos que aprender a apoyarnos más, tenemos que aprender a decir quién es el que estafa a alguien para que no lo vuelva a hacer. Lo digo desde lo económico hasta lo anímico, me parece que nos tenemos que cuidar, yo te cuido a vos que me cuidaste a mí.

-¿Qué es la moda para vos?

Uy es mi pasión, es mi alma! Mis padres me educaron para ser empresario de moda. Me educaron para que cada sábado fuera a las pruebas de ropa de mi madre y de mi abuela quienes se hacían ropa en las mejores boutiques de Buenos Aires. Mamé la empresa de mi papá que fue Casimires Wells, que estaba en la bolsa y fabricaba telas de pura lana, que se dedicó al lujo de aquella Argentina. Mi papá siempre fue muy abierto de cabeza.

-Es la primera vez que te escucho hablar de tu papá

-A través de los textiles que creaba en su empresa, mi papá me empujó y enseñó a pensar diferente. También a pensar como empresario. Aprendí que ser empresario no es mala palabra. Yo no soy progre, no tengo que inventar nada. Yo siempre fui el mismo, nací en Recoleta, soy concheto y no tengo ningún tipo de vergüenza en decirlo. Siempre fui igual con mi vida, incluso con mi sexualidad. Y con todo, hoy que tengo un replanteo de vida y de trabajo desde hace seis años, aunque cambié muchas cosas, siento que sigo siendo igual.

-¿Creés que existe la moda en Argentina? ¿Hay una industria nacional de moda?

Existe, por supuesto. Además existe porque quienes vienen de otros países nos lo dicen. Por la tienda pasan turistas todos los días y nos dicen ¡wow, no existe esta tienda, no existen estos vestidos!

-¿Cómo ves la moda argentina?

Antes de la pandemia, la moda argentina ya venía en bajada y luego se perdió totalmente. Después de dos años terribles la gente dejó la moda porque nos quisieron contar que para ellos era una frivolidad (se refiere al gobierno anterior). Siento que la gente aprendió a vivir con lo que tiene. Para mí es muy importante sostener a mi empresa con jerarquía. Una palabra fundamental, como lo es el mérito que también existe y que nos quisieron hacer creer que es mala palabra.

-Ganaste 11 premios Tijeras de Plata, una Tijera de Oro otorgados por la Cámara Argentina de la Moda, y en 2019 recibiste un Martín Fierro de la Moda como reconocimiento a tu carrera. Hoy, ¿creés en el poder de los premios?

-No, son mimos. No creo en los premios pero ayudan a creer a la gente. Son parte de un proceso donde vos todo el tiempo estás exigido a ser el mejor. Yo elegí la excelencia en la costura de mis colecciones.

-¿Qué recordás de tus primeros diseños?

Mi primer diseño lo tiene una jueza. Mi primer pantalón lo tiene María Clara Bullrich, una socialité porteña, son unos fuseaux azules que desfiló Inés Rivero en el Hotel Alvear. Después hay un vestido de lycra con perlitas crudas también de los 90, que fue el vestido del final de mi primer desfile que hice el Club Francés con Josefina Laurent (una de las estilistas más antiguas y reconocidas del medio). Ella junto a Matilde Quintana fueron las primeras en preguntarme si estaba preparado para hacer un desfile, fue hace 36 años.

-¿La moda te sigue sorprendiendo?

-¡Siempre! Es pasión, es sangre, son agallas, es lo de adentro. Lo llevo en la sangre.

-La pasión influyó y guió tu carrera

-Totalmente. Lloraba con los desfiles de Pierpaolo Piccioli en Valentino. ¡Imaginate! Sé que voy a llorar cuando se muera Carolina Herrera. La muerte de Carlos di Doménico y la muerte de Jorge Ibáñez me afectaron mucho. También la muerte horrible de Elsa Serrano. Yo empecé con Elsa.

-¿Tuviste amistad con esos diseñadores argentinos?

-Con Jorge no éramos amigos porque competíamos, siempre me decía que le encantaría ser mi amigo pero había todo un alrededor que no lo permitía.

-¿Ni siquiera escondidos o puertas adentro?

-Hablábamos mucho en los aviones, ¡la gente no podía creer lo que nos reíamos! Era muy lindo cuando nos encontrábamos. Él siempre me decía: no puedo ser tu amigo, compito con vos.

-¿Todavía hay competencia entre los diseñadores nacionales?

Hay competencia y hay amor. Y también hay odio.

-¿Cómo es eso?

-Una vez un colega me dijo te odio. El mundo de la moda no va muy de frente con lo que dice, todavía es como un circo romano y soy parte de eso. Existen la envidia y los celos. Hoy a los 57 no puedo estar compitiendo como un nene de 12, trato de alejarme de todo eso, hoy no me sirve. No me sirve para crecer y yo quiero seguir creciendo como persona y como empresario.

-¿Hoy las balas te rebotan?

-No sé si me rebotan, todavía me pegan y a veces me duelen. Las siento, es como tener un chaleco antibalas. Y la verdad me da lástima.

-¿Sos ambicioso?

No puedo serlo porque tuve mucho y porque no tuve nada, conozco los dos lados, el tener de más y el fundirte. Eso me enseñó a volar bajo, por eso yo no triunfé en el mundo y decidí quedarme en Argentina.

-¿Tuviste la oportunidad de ir a trabajar afuera?

-¡Miles! Sin dar nombres, en los 90 todos los diseñadores latinos internacionales me quisieron. Trabajé en París y trabajé en Madrid con los mejores y con marcas muy top. Tengo un currículum que es impresionante.

Laurencio Adot en su atelier junto a su socio Thiago Pinheiro.

-¿Te arrepentís de haberte quedado?

No me arrepiento de nada de nada, de hecho volvería a ser el mismo con la misma cabeza, con los mismos errores. Tengo la suerte de haber tenido una vida fabulosa, no tengo nada que reprocharle a mis padres, me dieron todo y yo creo haberles dado el honor de que mi apellido hoy todavía esté en la calle y sea sinónimo de calidad, de jerarquía y de mérito.

-¿Cómo te manejás con el mundo influencer? ¿Les creés?

Creo en ellos porque son una realidad. Pero también creo que tienen un tiempo corto, creo que son una gran mentira y como tal, a la larga, no se podrán sostener.

-¿Cómo ves la ostentación que existe hoy gracias a las redes sociales?

-Nadie tiene que andar mostrando lo que tiene, por más que tenga dinero: no es fino. Kim Kardashian con los 400 zapatos y las 300 carteras Birkin no me interesa. Al principio me llamó la atención, hoy ya no. Hoy me parece más interesante alguien que trabaja en una fundación o con el arte en Buenos Aires, Venecia, Nueva York, Art Basel, etc. El influencer per se que solamente muestra lo que tiene puesto, me parece un poco frívolo. Yo quiero saber lo que piensa. Lo mismo me pasa con otros diseñadores, busco que además sea buena persona.

-Vestís a actrices y celebridades. ¿Considerás que hoy importa más la primera fila que la ropa?

-Se mira más a la mujer real que a la celebridad. Poner mujeres reales me ubicó en un escalón que es empático con la mujer moderna de hoy. Creo que las celebridades hoy no venden y eso me costó que muchas no quieran vestirse conmigo y vayan a «marquitas». Pero sí creo que la única celebrity Argentina es Pampita.

-Si ellas no venden, ¿porqué están siempre sentadas en la primera fila?

Por nuestros egos del medio. En primera fila algunas se sienten Anna Wintour. Cada uno ve lo que quiere ver.

-¿Te considerás un diseñador estrella?

No, aunque reconozco que me consideran como tal.

Un sueño hecho realidad

-Hablemos de tu rol en la Fundación Paolini, ¿cómo comenzó?

-Comenzó con una clienta llamada Sol Paolini con quien además comenzamos construyendo una amistad. Entre charlas acá y en Miami, un día me preguntó «¿cuál es tu sueño?». Le respondí: «Lograr una fundación con el nombre de mi abuelo y mi mamá Elsa San Martín«. Entonces, me ofreció su fundación. Soy el embajador y Rosella della Giovampaola, la madrina. Siempre trabajamos con solidaridad, ayudando a los otros. Cuando hacemos desfiles en el interior, el 60% de lo que ganamos es para una obra benéfica. Eso nadie lo sabe. Y este no fue un momento más. N de la R: la Fundación Paolini tiene 4 centros que ayudan a 500 niños que padecieron maltrato, abuso y violencia.

-¿En qué andas hoy?

-Tengo ganas de hacer una película y un libro para contar como fueron los 90. En ese libro no quisiera contar solamente mi biografía, sí hacer un libro sobre lo que veo de la moda argentina. Me encantaría que los jóvenes tengan un libro que muestre y cuente la moda que viví.

-¿Pesa la trayectoria?

-A mí me importa mucho. Quiero dejar algo diferente en la moda y creo que lo logré porque tengo un lenguaje diferente, eso me importa en un diseñador: lo que tiene para contar.

MODELO @julinoseda para@lomanagement

FOTOS @chrisbeliera

VÍDEO @ph.candela

ESTILISMO @alegarcia360

MAQUILLAJE Y PEINADOS @nataliponasoncco para @sebastiancorreeaestudio.

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