~ Clarín ~ Tras escandalosos mensajes de mal gusto, reforzaron los procesos de aprobación de cada prenda. También sumaron algoritmos que hacen chequeos automáticos.
De vez en cuando, sumergidos en el torrente de ropa industrial que entra en los comercios, se destacan algunos motivos de diseño de escandaloso mal gusto: una camisa que equipara las mujeres a los perros en Topman, símbolos del Holocausto en un top en Zara, un slogan que trivializa el consentimiento sexual en una prenda de Forever 21, o palabras como “esclavo” y “puta” utilizadas como elementos decorativos en remeras de ASOS y Missguided.
Las marcas, aunque hagan sus mea culpas, rara vez explican cómo llegan a producirse esas metidas de pata. Pero, por lo visto, antes de que se apoderen de ellos los consumidores, los diseños problemáticos pasan inadvertidos ante numerosos jefes de compras, diseñadores, modistas, personal de marketing y gerentes.
Los expertos en venta minorista le echan la culpa a un mercado competitivo muy caldeado en el que las grandes firmas, muchas de ellas radicadas en Europa, se ven muy exigidas para satisfacer a una base de consumidores globales que se aburren fácilmente, son extremadamente exigentes y pueden comprar casi de todo a través del comercio electrónico. Muchas de las marcas eligen una actitud displicente: producir en masa ahora y pedir disculpas más adelante.....ver nota completa