Fuente: La Nación ~ Una tríada compuesta por la terrible sequía , el maltrecho mercado brasileño y la propia crisis macroeconómica interna desembocó en lo que ya se temía: la industria tuvo su mayor derrumbe desde mayo/junio de 2009, al caer 11,5% interanual en septiembre, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) el martes último. Para los que quieren ver siempre el vaso lleno, en tanto, está la otra cara de esa noticia: los tres pilares en los que se asentó la mala performance industrial tendrán una moderada corrección en los próximos meses.
La realidad es que el mal momento de la industria, que viene golpeada desde hace varios años, se agudizó desde que empezó la recesión en Brasil, su principal salida exportadora. A eso se sumó la peor sequía en 50 años, que arruinó uno de los principales motores de la industria alimenticia: el agro. Pero, por si todo eso fuera poco, las dos anteriores variables se produjeron en un contexto de crisis macroeconómica, que incluyó incertidumbre, tasas de interés elevadas y caída del ingreso real.
Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de la consultora Ecolatina, traza un diagnóstico de la situación. «La caída industrial se debió a un cúmulo de factores; entre los que están el desplome del mercado interno (por la pérdida del poder de compra de las familias, producto de la caída del salario real y el deterioro del empleo); incertidumbre sobre la evolución de las ventas (cuánto van a caer y hasta cuándo); menor molienda de soja por caída de producción provocada por la sequía, y menor demanda de actividades conexas, como es el caso de la construcción, cuyo mal momento frena la elaboración de materiales para el sector», explica el economista.
En tanto, Gabriel Caamaño, socio gerente de la consultora Ledesma, opina que el factor Brasil es insoslayable y ratifica gran parte del diagnóstico anterior: «Lo que viene pasando este año es que la mala cosecha gruesa, afectada por la sequía, pega en la industria alimenticia, que es uno de los componentes que más pesan en el estimador mensual industrial (EMI) y a eso se le suma la volatilidad macroeconómica que afectó todo el consumo de durables y semidurables».
Ahora bien, los números fríos llevan a decir que «la industria se derrumbó», pero hay que entender que «la industria» no es una sola cosa, sino que es un conjunto heterogéneo de rubros, que en mayor o menor medida tienen sus particularidades. Así, no es lo mismo el rubro textil que el automotor, como tampoco lo es el alimenticio y el de plásticos. «Hay realidades muy distintas, porque el abanico incluye desde alimentos, bebidas, tabaco, hasta autos, plásticos y siderurgia. Claramente, hay sectores que van a andar mejor y otros a los que no les va a ir tan bien», analiza Camilo Tiscornia, economista y director de C&T Asesores Económicos.
A priori, se puede hacer una división entre dos grandes grupos: los orientados al mercado interno, que serían los más perjudicados por el contexto actual, y los que pueden exportar toda o parte de su producción, que estarían en mejores condiciones como para capear el temporal. «Los primeros van a sufrir mucho, porque el consumo no se va a recuperar rápidamente. En este lugar podemos ubicar a los textiles, que en tejidos cayeron 29% interanual en septiembre; en hilados de algodón, 19%, y en fibras sintéticas y artificiales, 57%», señala Tiscornia.
Un punto a favor de sectores como el textil es el tipo de cambio alto, que les podría dar cierta posibilidad de compensar el mal momento del consumo con la baja en la entrada de competidores importados.
En el caso del sector automotor , que es el gran responsable de este último derrumbe de la industria, se da otra lógica: las ventas internas se destruyeron, pero está abierta la ventana de la exportación, porque un tipo de cambio como el actual le viene bien. Otro tanto sucede con el acero, porque puede compensar la malaria del mercado doméstico con ventas externas. «Por eso, este rubro sube 3% en el año, y 16% si se comparan los primeros nueve meses de 2018 con igual período de 2017», precisa Tiscornia.
Ahora, ¿cómo es eso de que se está muy mal pero se puede mejorar? Según Sigaut Gravina, a partir del segundo trimestre de 2019 debería comenzar a moderarse la recesión industrial, con la materialización de una mejor cosecha gruesa, nuevos acuerdos paritarios que moderen la caída del consumo, la continua reducción de la tasa de interés, mayores exportaciones por la mejora del tipo de cambio real y un posible despegue de la economía brasileña.
Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad, Innovación y Desarrollo, no es tan optimista. «Es de esperar que aun cuando se normalice por un tiempo el mercado cambiario, la incertidumbre continúe y se profundice hasta las elecciones, generando un aumento del desempleo y paralizando aún más la inversión y la producción con destino al mercado interno», analiza el economista.
Caamaño destaca que lo que habrá que monitorear será la salud de Brasil, incluso más que el nivel del tipo de cambio. «Como ese es el principal mercado de exportación de productos industriales, importa más su nivel de actividad que el tipo de cambio, porque el comercio argentino-brasileño es muy complementario y muy administrado. Por eso, hay que observar que el sector industrial brasileño esté dinámico, porque cuando eso pasa las exportaciones argentinas a ese destino tienen buen desempeño. El tipo de cambio real, en tanto, influye en otros destinos que no son tan relevantes», explica.
Al poner la lupa en los factores que impulsarán el despegue, se puede ver que una cosecha récord, que los analistas dan por descontada, influirá para una mejor performance de alimentos y bebidas, particularmente en el rubro de molienda. Pero no solo eso, ya que también beneficia a la producción de carnes, dada la mayor disponibilidad del insumo. A partir de la mejora del campo se espera una mayor inversión del sector, que se traduce en más demanda de agroquímicos y maquinaria agrícola. También cabría esperar una reactivación de la producción de pickups.
Por su parte, el desarrollo de Vaca Muerta va a traccionar la producción de aceros (principalmente, por los tubos sin costura). Asimismo, la mayor competitividad cambiaria permitirá que los productos siderúrgicos crezcan vía exportación. «La ventaja cambiaria, además, dará impulso a productos que ya están insertos en el mundo, como la carne vacuna, los derivados de granos y oleaginosas, los vinos, la maquinaria agrícola, los autos (solo en la región y dependiendo principalmente de la demanda de Brasil)», detalla Sigaut Gravina.
En todos los casos, quienes vislumbran una recuperación no creen que esta se produzca antes del segundo trimestre de 2019 y estiman que igualmente el año próximo cerrará con una caída de 1%. «En la medida en que la situación macroeconómica se estabilice, se van a ir dando ciertas mejoras en la situación, pero siempre a un ritmo lento», concluye Tiscornia.