Fuente: Telam ~ Del 9 al 11 de abril se desarrollará en la ciudad de Buenos Aires Emitex, la Exposición Internacional de Proveedores para la Industria de la Confección exponente de la industria textil argentina, en la que se espera reunir a más de 9 mil profesionales de la industria confeccionista. Sobre la situación de la industria textil en la Argentina opinó para Télam la Lic. Andrea Lippi, socia fundadora de la Fundación Protejer.
La caída de la actividad es una realidad que afecta a la gran mayoría de las industrias. Entre todos los desplomes que vemos diariamente en los medios, no sorprende encontrar una vez más a la industria textil como una de las principales afectadas. Esto nos obliga a analizar sus causas y, más importante aún, nos exige pensar qué acciones podemos tomar para salir de este círculo que parece no tener fin.
El textil es uno de los grandes motores productivos del país: emplea aproximadamente a unas 450.000 personas. Sin embargo, está familiarizado con una historia cíclica que no discrimina colores partidarios y en la que se suceden gobiernos que revierten los avances y no construyen a partir la experiencia, volviendo a foja cero en cada nueva oportunidad.
Con más de treinta años de experiencia en de la industria, creo oportuno recurrir a la memoria para recordar cómo los protagonistas del sector han tenido que sobrellevar diversos contextos adversos a lo largo de su historia más reciente.
Recuerdo, por ejemplo, la época de la híper de los ’80, cuando muchas empresas que confeccionaban ropa cerraron al no poder hacer frente a los desfasajes diarios de precios. La crisis provocó el surgimiento de talleres que confeccionaban para otros y que permitían que las marcas pudieran tercerizar actividades, según pedidos, sin las cargas de mantener un plantel laboral. Esta transformación las ayudó a mantenerse a ote, sin embargo, también produjo el nacimiento de los talleres ilegales que tanto abundan en estas épocas.
Los ’90 fueron la «década perdida» del textil, a la que sólo sobrevivieron los más grandes o las pymes que tenían un nicho especíco. La apertura indiscriminada de las importaciones terminó de darle el golpe de gracia a la industria, que ya venía vapuleada.
El periodo que siguió al 2001 vio resurgir a las sobrevivientes y el nacimiento de otras nuevas, de la mano de la reactivación del consumo interno. Se expandió el empleo y se recuperaron algunos niveles previos de inversión. Sin embargo, no se planteó una política a largo plazo para que la industria pueda sortear los vaivenes de los ciclos económicos.
Hoy nos enfrentamos a viejos y nuevos desafíos: nivel de importación constante, desplome del consumo, inación y un jugador internacional clave, China, que alteró completamente los flujos del comercio exterior.
Aun así, en esta historia de altos y bajos, lo que siempre ha permitido que la industria textil siga empujando hacia adelante es la constante apuesta de sus protagonistas al trabajo articulado y a la discusión de los problemas que nos aquejan. Por esta razón, promover el pensamiento de nuevas estrategias que den impulso al sector, generar vínculos entre proveedores e instancias de interacción es lo que hoy tiene que marcarnos el norte, sin importar contextos o dicultades.
Este será un año clave. Si no se reactiva el consumo y no se administra de manera inteligente la importación de prendas -entre otras medidas- serán más los se queden en el camino que los logren hacerle frente al contexto recesivo. Sobre todo si consideramos que el 80% de la industria está conformado por empresas PyMEs –en su mayoría familiares- que trabajan arduamente para mantenerse a flote.
Mientras denimos cuál será nuestro destino en los próximos cuatro años, no podemos mirar hacia otro lado. El futuro de este país es más que agro-ganadero: debemos, como sociedad, defender la industria nacional, a cada sector y a cada miembro que trabaja arduamente para sostenerlo. Revisemos la historia y corrijamos los errores.