Fuente: CIAI ~ El futuro de la moda cada vez está más cerca. Hace años no imaginábamos que las impresiones en 3D iban a crear colecciones, que las redes de pesca que contaminan los océanos servirían para crear prendas o que existirían nuevos tejidos sostenibles que dejasen a un lado la contaminación ambiental. Sin embargo, y a pesar de estos avances, el fast fashion sigue creciendo a paso de gigante y arrasando con todo lo demás por el camino. De hecho, para 2020 se espera que las tiendas —tal y como las conocemos actualmente— se conviertan en e-commerce físicos como el último servicio de Zara; un espacio donde los clientes no pueden probar ni tocar los productos, solo comprarlos mediante su smartphone y recogerlos al instante. Y en este punto de la historia, esta industria cambiante sigue apostando por la inteligencia artificial: máquinas capaces de realizar el trabajo humano, no sólo las actividades más mecánicas y empíricas sino también aquellas labores creativas.
Pero, ¿realmente un trabajo automatizado puede ser creativo y artístico? Para Joe Berry, científico de datos en la empresa internacional EDITED —compañía que ayuda a que las marcas comprendan el mercado en el que se encuentran y se puedan anticipar a las tendencias y a las vanguardias—, “hay personas que argumentan que ya hemos llegado a un estado en el que el aprendizaje de la IA puede demostrar creatividad. […] Las máquinas están aprendiendo algunos parámetros de la creatividad. Sin embargo, no están creando por sí mismas, imitan patrones y características en los datos de captación que les permiten crear trabajos originales”. Pero a pesar de los avances, Berry también añade que “todavía estamos muy lejos de que la IA llegue a la verdadera creatividad y es probable que no se realice hasta que logremos más éxito en la Inteligencia Artificial General”.
Las empresas se están lanzando a esta nueva forma de negocio, donde a partir de la recopilación de datos se trabaja con unos algoritmos que deciden cuáles serán las próximas tendencias, qué prendas formarán parte del inventario de las tiendas y qué otras se quedarán en el stock. Un proceso de selección rápido, centrado en cálculos matemáticos que automatiza parcialmente algunas labores humanas. Es decir, no todo este desarrollo se lleva a cabo a partir de la inteligencia artificial. El proceso previo siguen siendo las negociaciones con los proveedores que (todavía) necesitan el contacto humano para la toma de decisiones. La idea es que las máquinas conozcan los gustos de los consumidores para que se ahorre tiempo y se acelere todo el proceso, sin dejar de lado las relaciones con los distribuidores.
Un claro ejemplo de esta transformación es el servicio online Stitch Fix: una plataforma que envía a los clientes prendas según sus gustos y sus perfiles detallados, basándose en los datos registrados de cada persona. Además, potenciar esta inteligencia artificial ha dado lugar a nuevas herramientas dentro del mundo de la moda como, por ejemplo, la aplicación que lanzó ASOS, Style Match, que consiste en encontrar las prendas que llevan las personas de la calle y que no sabes dónde comprar. Algo muy parecido, de hecho, a las herramientas de compra ya internalizadas por influencers y marcas en Instagram. Una técnica que podría marcar un nuevo camino para la moda, si es que no lo ha hecho ya.
A pesar de que la idea puede amenizar ciertos trabajos y adelantar los procesos, ¿qué pasará con la artesanía? ¿Puede esta tecnología formar parte de la alta costura o, por el contrario, sólo del fast fashion? Las máquinas pueden ser programadas para que trabajen de manera creativa, pero la parte más tradicional y el savoir faire de la moda no tenemos claro que se pueda llevar a cabo. De hecho, el proceso de creación y producción de estas prendas triunfa por tener el valor añadido de la artesanía y por ser confeccionadas mediante meticulosas y cuidadosas técnicas. “No creo que las industrias en las que la artesanía desempeña un papel clave estén en peligro. Estamos muy lejos de las máquinas que muestran la verdadera creatividad, de la que la artesanía depende en gran medida. Sin embargo, la IA podría complementar la artesanía para ayudar con la fase de descubrimiento e investigación que acompaña a cualquier proceso creativo real”, esclarece Joe Berry.
Por otra parte, también es importante conocer la relación que puede tener la IA con la alta costura. “La alta costura tiene que ver con la moda exclusiva de lujo, por lo que la IA en este área tiene menos probabilidades de influir en comparación con el fast fashion. Sin embargo, existe un potencial en el futuro para que la IA complemente las etapas de diseño e inspiración de la artesanía de lujo. Esto podría implicar la exploración de combinaciones de colores abstractos o la generación de siluetas de prendas únicas para que los diseñadores experimenten”, explica Berry.
Es cierto que el futuro de esta industria persigue las tecnologías y los nuevos formatos digitales, pero según el informe sobre consumidores del sector retail de la red de PwC España, solo un 20% de los compradores utilizan su móvil una vez al mes para comprar y un 46% sigue acudiendo a las tiendas físicas al menos una vez por semana. No cabe duda de que las tecnologías ya forman parte de nuestro entorno y, aunque lo ideal sería derribar al fast fashion y la contaminación que conlleva, quizá la inteligencia artificial también ayude a que esta industria siga su ritmo sin dañar el medio ambiente. Quién sabe, a lo mejor estamos muy cerca de este cambio y no todo esté perdido.