En segundo lugar, queremos impulsar un sector manufacturero argentino que sea sustentable, considerando el triple impacto de la actividad: en primer lugar, obviamente, el crecimiento de la producción y de la rentabilidad de las empresas. Pero también que respete las pautas ambientales del desarrollo, dado que nuestra industria es la segunda más contaminante del mundo. Y tendremos un especial cuidado sobre el tercer impacto, el social, en una actividad muy demandante de mano de obra, pero a la vez muy propiciadora de la precarización laboral.
Justamente, el tercer eje de nuestra estrategia a futuro apunta a ir desarmando la informalidad del sector. Propuesta que no queremos denominar bélicamente como “combate”, sino como “integración paulatina”. Creemos que los pequeños empresarios y sus trabajadores, que hoy operan fuera del sistema formal, pueden ir paso a paso sumándose a las empresas que operamos en la formalidad. Y lo mismo puede ocurrir con los vastos corredores comerciales que operan en aquel circuito.
Por último, queremos crecer también fuera de nuestras fronteras. La indumentaria argentina posee virtudes como ningún otro país de América Latina, que la colocan en el Top 30 mundial en muchos aspectos, a saber: capacidad empresarial; calificación de la mano de obra; adopción de tecnología; RR.HH. en diseño textil y de indumentaria; proveedores con experiencia y flexibilidad; construcción de marcas; segmentación y sofisticación de mercados; sustentabilidad de la materia prima. Así, fuimos capaces de alcanzar los u$s200 millones de ventas externas al año, aunque luego decaímos muchísimo producto de las malas políticas. Pero esas virtudes y esa vocación persisten, pese a todo. En ocho años, queremos alcanzar los u$s1000 millones de exportaciones anuales, incluyendo las otras actividades vinculadas –industrias textil, de calzado y marroquinera. Y constituir de ese modo un potente polo exportador y superavitario en divisas. Para lograrlo necesitamos un consenso exportador de largo plazo –acordado entre el gobierno y buena parte de las fuerzas políticas y sociales- y un tipo de cambio competitivo, que nos permita generar planes de exportación sostenibles en el tiempo.