Fuente: La Nación ~ Con más de treinta años de trayectoria, el universo de Gabriel Lage se consolida al unir la exploración que hace a partir de la silueta y los materiales, con el saber hacer artesanal que heredó de su abuelo y su padre, ambos formados en sastrería. Y al mismo tiempo que –tras la crisis que trajo el Covid 19– repiensa la marca con una propuesta enfocada en el prêt-à-couture, también resetea cómo será su nuevo modo de vida. “Entendí que quería tener un jardín, mudarme a un lugar más pequeño y relajado”, reflexiona.
Reconocido por vestir a Carolina “Pampita” Ardohain, Mariana Fabbiani y Carla Peterson, entre otras personalidades locales, Lage se destaca por haber sido el diseñador elegido en reiteradas oportunidades por Juliana Awada, y en la última visita presidencial a Europa también hizo lo propio con la vestimenta de la primera dama, Fabiola Yáñez. Además de su atelier en Buenos Aires, insiste en expandir el mercado con la participación en un showroom de prensa en Madrid, que no solo representa la antesala para la apertura de una boutique sino que es el sitio donde comenzó a posicionarse como firma. Sus diseños ya fueron llevados por Belén Cuesta, Pilar Rubio, y Natalia Verbeke, entre otras celebridades.
–Hace poco fuiste protagonista de una fake news, cuando dijeron que te ibas de la Argentina para instalarte en España.
–Sí, y nunca aprendí que esas cosas no me duelan. Me afectó muchísimo porque me enteré por varias clientas cuando llegué a casa y me puse a mirar los mensajes de WhatsApp. Me sonó raro que me preguntaran cómo me iba sin avisar. Incluso una clienta me contó que su hija lloraba porque pensó que no iba a tener su vestido de 15. Me dio vergüenza que alguien pensara que me podía ir de esa manera. Entonces intenté comunicarlo en mi Instagram personal, subí una storie para contar que era mentira. Pero no entendí qué fue lo que pasó.
–Las noticias falsas muchas veces, para que sean creíbles, tienen algo de verdad, por ejemplo, vos tenés un vínculo con ese país y eso quizá generó la duda…
–Lo que pasó es que conocí gente de Galicia, y nos invitaron a visitar La Coruña. Lo comenté en una nota en una revista, pero nunca dije que me iba. Estoy hace treinta años y no me voy a ir a los 56 a probar suerte. Es más, nuestra idea es exportar de Argentina a España o importar desde allá, porque es muy complicada la exportación de moda desde acá.
–A un año y medio del inicio de la pandemia, ¿cómo te rearmaste?
–Desde marzo a octubre nos sostuvimos con lo que teníamos, pero en octubre nos preguntamos hasta qué punto podíamos gastar lo que habíamos guardado, que tampoco era mucho. Acá nadie se hace millonario con el diseño. En el medio, tuvimos la suerte de que tenemos clientas que nos siguen desde hace muchos años, entonces algunas pidieron un diseño prêt-à-couture, un intermedio, un vestido midi, más de cóctel. Antes no teníamos tiempo para hacer, por ejemplo, un abrigo en telar. Ahora volvimos a hacerlo y vamos a intentar que se quede, porque es algo que da mucho placer.
–¿Cuándo empezó a reactivarse?
–En marzo comenzó a moverse un poco, pero de repente se paró de una manera absoluta. Teníamos casamientos para mayo y los adelantaron, los hicieron en marzo. Entonces se trabajó a destajo para poder terminar los vestidos. Eso nos puso en un ritmo como el previo a la pandemia, aunque duró poco tiempo. Después hay continuamente altibajos, semanas que llama mucha gente y otras que no. Algunas para el 2022 o 2023, eso es bueno, porque significa que tienen ganas de sentirse bien. Quieren empezar a vivir una fiesta. Siempre digo que, como nos pasó después del 2001, a las personas las van a tener que echar de una fiesta. Cuando se pueda disfrutar realmente, van a ser interminables, aunque también va cambiar el sistema de celebraciones.
–¿Cómo pensás que va a ser?
–Creo que la gente empezó a disfrutar de fiestas pequeñas, dándole todavía más a los invitados. A lo mejor invierten menos, pero un porcentaje más de lo que se invierte para menos gente. Vamos a volver a las de hace veintipico de años, de no más de doscientas personas, donde se ve el lujo, pero el lujo entendido para disfrutar.
–Hace poco, Fabiola Yáñez vistió por primera vez tu ropa, ¿cómo fue la convocatoria?
–Me habían llamado en enero del año pasado, pero estaba en Madrid y teníamos el atelier cerrado. Esta vez, Fabiola usó cuatro piezas nuestras. Fue para una agenda de Europa en pandemia, y al principio había cenas que después pasaron a ser cócteles, más temprano. Eso, por ejemplo, pasó en Francia. Queríamos que se luciera en un acto oficial, que estuviera espléndida pero dentro de lo lógico, que no estuviera vestida de noche.
–A Juliana Awada la vestiste en muchas ocasiones y ahora lo haces con Fabiola. ¿Sos el diseñador que achica la grieta?
–La moda no tiene grieta. Siempre va al lado de la política, el tema es que no se mezcle. ¿Por qué? Porque viste a las primeras damas, ministros, ministras, en todos los países. Lo que se ponía Michelle Obama se agotaba, y lo que se ponía la mujer de (Donald) Trump se agotaba también. Y no tenían que ver una con la otra.
–Sí, de hecho en los Estados Unidos hubo diseñadores que se negaron a vestir a Melania Trump.
–Para mí pasa por la educación y el respeto; es una primera dama, con eso basta. Va más allá de si estás de acuerdo, si votaste o no al esposo, merece respeto y somos una marca argentina que tiene que mostrarse en el mundo. No hay nadie mejor para hacerlo que una primera dama. De la única manera que me negaría es con alguien que no fue elegido democráticamente.
–En la política hay algo que se llama alternancia, y en tu caso la acompañás vistiendo a las dos. ¿En qué se traduce? ¿Te llaman clientas después?
–Todavía me pasa con gente que viene por un vestido de Juliana, que le fascina el trabajo o le encanta el color. Y con Fabiola hubo clientas que la vieron con algo que habitualmente no hacemos. Me llamaron para decirme que no sabían que hacíamos sastrería. Hacemos todo, pero durante años no lo hicimos porque nos lleva mucho tiempo. Corrimos mucho para vestirla, pero llegamos muy felices. Lo vivimos bien. Ella es una mujer divina, no tengo nada que criticar, al contrario, fue muy llevadero. Usó zapatos hechos en la Argentina, en una fábrica con la que trabajamos, los clutch los hicimos nosotros y también llevó prendas de otros diseñadores lo cual estuvo muy bueno. En todo momento me dijo que quería algo hecho íntegramente acá.