Fuente: El Economista ~ Las estadísticas oficiales muestran una caída pronunciada para la actividad industrial en septiembre. Particularmente, la cadena de valor textil mostró una contracción del 24,6% y además viene cayendo el empleo. En este contexto, continúan impulsándose medidas que atentan contra la inserción internacional, la generación de empleo y el agregado de valor en origen.
El Estimador Mensual Industrial de INDEC para el sector manufacturero arrojó una caída interanual de 11,5% durante septiembre de 2018. En particular, la industria textil presentó las cifras más alarmantes y profundiza la trayectoria contractiva que tuvo a lo largo de todo el 2018. En el mes de septiembre registró una contracción de 24,6% interanual, siendo la caída más importante del año. De este modo, el sector se encuentra 10,5% por debajo de lo que había estado en el período enero-septiembre 2017 (año en el que a su vez había estado 10,9% por debajo del período enero-septiembre de 2016). En los números de septiembre se vuelve a ver una caída significativa para la producción de hilados de algodón (-18,7%) y una aún más pronunciada en la producción de tejidos (-29,1%).
Por otro lado, según los datos oficiales, la cadena de textil, confecciones e indumentaria (que había creado alrededor de 50.000 nuevos puestos de trabajo entre 2002 y 2015), ha reducido sus niveles de empleo en el primer trimestre de 2018 (último dato disponible): toda la cadena empleó 10.600 trabajadores menos que en el último trimestre de 2015, lo que representó una caída de 9%. Asimismo, las suspensiones en las plantas textiles son cada vez más recurrentes y prolongadas.
Las causas de este desempeño atraviesan a la industria en su conjunto. El sistemático aumento de la tasa de interés de referencia no hace más que profundizar la problemática del sector. La cadena de pagos es cada vez más extensa y las empresas enfrentan un fuerte estrés financiero que se evidencia en el creciente número de cheques rechazados. Las líneas de crédito especiales que necesita el sector para atravesar esta coyuntura son insuficientes y no tienen la expansión necesaria para que las empresas puedan acceder a ellas.
A este contexto se suman dos medidas que dificultan la inserción internacional del sector. La primera de ellas fue la reducción de los reintegros a las exportaciones, herramienta orientada a evitar la “exportación de impuestos”. Con su reducción no sólo se limita ese efecto, sino que en algunos casos se achica sensiblemente la diferencia entre el reintegro por las exportaciones de bienes con alto valor agregado respecto de eslabones previos en la cadena productiva. La segunda de las medidas implementadas en este sentido fue el establecimiento de derechos a la exportación con un tope de $3 (y en algunos casos $4) por dólar para todas las manufacturas. Estas dos medidas profundizan los incentivos negativos para la agregación de valor a nivel local, generando un daño en la diversificación de la canasta exportadora argentina.
Esta conjunción de factores sigue poniendo en jaque a la industria textil nacional lo que se traduce en cierres de plantas y concurso de acreedores de empresas con una vasta trayectoria en el país.
Toda esta situación requiere un cambio de rumbo urgente que tenga como norte el impulso a las actividades productivas, incrementando la agregación de valor y la generación de empleo de calidad. Si no se potencia el desarrollo de la industria, será difícil enfrentar este escenario internacional desfavorable y se profundizarán los problemas de corto, mediano y largo plazo.