Fabián Kronenberg, pionero del diseño argentino: «Mi ropa es clásica con un toque de pimienta»

Fuente: Clarín – Cumplió 80 años y 60 con la moda.Perfil de un creador que se mantiene vigente.

A los 7 años, Fabián Kronenberg cosía con la máquina industrial de la fábrica de sábanas y manteles que tenía su padre. Y admiraba a su abuela que hacía pañuelitos bordados y los vendía en la feria.

Cuando ella murió tenía cuarenta obreras; había crecido confeccionando mantelería y ropa de blanco para novias, que tiendas La Piedad, Harrod’s y Gath & Chaves le compraban. Quizá ahí esté lo genético de este diseñador que, con sus librianos 80 años, sigue el camino de las puntadas, con los hilvanes certeros de su envidiable memoria.

Son ocho décadas dedicadas al mundo de la moda, al que entró a los 20 como vidrierista. Fue algo fortuito, aunque dicen que no hay casualidades.

“Eran negocios en aquella gloriosa Avenida Santa Fe de los años 60; Christian Dior tenía su boutique sólo con zapatos y medias; Carteras italianas -lujo y calidad-, la casa Eli con sus sombreros, Ricardo Méndez y sus zapatos. Forrábamos el piso y el fondo de la vidriera con raso blanco para vestidos de novia. Armábamos unos pies tallados para posar estos accesorios», comenta.

Y continúa: «En la Sedería Víctor no permitían cortar un centímetro de tela. Entonces, con el rollo sobre el maniquí, se creaban vestidos. Ahí tomé contacto con el género y con el cuerpo del maniquí. Y me di cuenta que me salía bien. Una señora holandesa que vendía asfalto por teléfono, desde su casa, decidió un día hacerlo desde otro lado y puso una boutique en la Galería Santa Fe, que en ese momento era un ícono. La hizo decorar con estilo francés, con arañas de caireles, terciopelos y muebles de estilo. Y agregó blusas hechas por lenceras en invierno y bikinis en verano. Todos los grandes diseñadores de la época mandaban a sus clientas a hacerse las blusas allí para los tailleurs que ellos vendían. La señora era Dorita van Hatten y su local se llamaba Dorins».

Y agrega: «Un día me preguntó si se me ocurría diseñar una blusa distinta para poner en la vidriera. Le dibujé una camisa pero con las mangas acampanadas y con plisado soleil. La puse en la vidriera y, enseguida, entró una señora y la compró. Entonces Dorita me pidió otra más, pero distinta… Ahí supe que los dibujos me salían bien y que mis diseños se vendían.”

El que habla es Fabián Kronenberg, en su boutique de Arenales y Cerrito. Podría escribir un libro sobre la moda y las argentinas, con anécdotas y críticas vividas al compás de los vaivenes de nuestra historia nacional.Clientas famosas. Vistió a Mirtha Legrand, entre otras figuras destacadas del ambiente. Foto: gentileza de su propio archivo periodístico.Clientas famosas. Vistió a Mirtha Legrand, entre otras figuras destacadas del ambiente. Foto: gentileza de su propio archivo periodístico.

Altri tempi

En 1969 inauguró su primera boutique en Las Heras y Bulnes. “No podía fabricar todo lo que me gustaba, por eso le compré a Elsa Serrano y a Awada, que eran mayoristas, y a una gente que hacía bikinis y batas en batik que se vendían en mi local y en la puerta del Hotel Alvear, en la boutique de Gino Bogani”, recuerda.

Hacía temporada en Miramar y ahí vendía las famosas plataformas de Dalila Puzzovio. Pero llegó un momento en que empezó a fabricar todo porque no le gustaba tanto lo que había.

“Soy un diseñador que defiende la calidad y el prestigio que adquirí. Aprendí equivocándome. El 90% de la ropa que hago es casi sin moldería y los géneros son importados porque nacional no hay nada. Lo afirmo porque tengo amigos y contactos que importan mercadería y me lo dicen. Los géneros nacionales son para sábanas, jeans y remeras. La mayoría de los que se fabrican son para La Salada. Es imposible importar. Por suerte soy compulsivo comprando géneros, y cuando uno me gusta mucho, lo compro, lo guardo y espero la ocasión para usarlo. Charlo con una clienta y ahí la veo con ese vestido en ese género. Me cuesta desprenderme porque el vestido es como un hijo”, confiesa.

Tiene ropa para tres generaciones. Dice que las clientas buscan diseñadores de acuerdo a su edad. “Cuando yo tenía 40, me compraban las mujeres de 40. Acabo de entregar un vestido de novia para la nieta, el de su madre que salió de madrina y el de su abuela. Mi clienta era la bisabuela que falleció. Quizá la joven sola no hubiese venido a mí… me ocurre con frecuencia y me agrada.”Diseño de su archivo.Diseño de su archivo.

Un poco de pimienta y botones

Kronenberg asegura que siempre respetó lo estacional, pero con un foco atemporal. “Mi ropa es clásica con un poco de pimienta. Atemporal, porque perdura en el tiempo. Y no confundir clásico con antiguo. La pizca de pimienta es ese detalle que hace la diferencia, que le da la gracia. Me encantan los botones, son el finish de una prenda. Acá hubo un gran diseñador italiano, Jacques Dorián; con él y otros vecinos nos juntábamos a brindar los 24 de diciembre al mediodía. Un día Jacques me dijo que tenía un mueble lleno de botones y que quería obsequiármelos. Le dije que no, a lo cual respondió que se los comprara. Imposible, contesté; eran botones carísimos. Pero insistió y me propuso un trato. ‘Voy a contar cuántos son y el precio es de un peso cada uno. Así los vas a poder pagar y van a ser tuyos’, me dijo. Y fueron míos. Ya me quedan pocos.”

Se echa para atrás, entorna los ojos y deja por unos minutos el pasado. Ahora se levanta y muestra algunas piezas que cuelgan de los percheros. “Sigo dibujando mis diseños -dice- pero hay clientas que no se orientan con los croquis. Muchas prefieren traerme una foto. Y no me gusta. Porque la señora no es como la de la foto. No le va a quedar igual. Y quiero que lo que sale de acá sea diseñado por mí, no una copia.Pueden traer la idea, claro. Porque sin clientes soy nadie. El éxito es que tu propuesta se consuma. Tengo precios para distintos presupuestos.”Vestido de novia, imagen de su archivo personal.Vestido de novia, imagen de su archivo personal.

La moda y los cambios

Tenía abogadas, juezas, ejecutivas que usaban sus trajes para ir a trabajar, porque necesitaban esa carta de presentación. Hoy hacen home office. “Y hoy tampoco la ropa es, para mí, una carta de presentación. Ni acá ni en el mundo. No se cuida tanto la imagen. ¿Moda circular? Se puede reusar la ropa si es de calidad y atemporal. Es la mejor manera de entender el concepto. Tengo clientas que guardan un blazer cinco años y hoy lo vuelven a usar. Los que diseñamos y los que vendemos ropa estamos pasando por un momento difícil porque nos hacen mala fama, dicen que la ropa está cara. Es verdad, en cierta forma. Pero ¿qué no está caro en la Argentina? No remarcamos porque queremos robar. Tenemos gastos fijos injustos, por barrio pagás más, los impuestos son terribles. La gente no anda con efectivo, paga con tarjeta y vos tenés IVA, ingresos brutos… son las reglas de juego. Los colaboradores, modistas y sastres que trabajan en sus casas quieren cobrar más, porque también afrontan aumentos de alquiler, de servicios… y todo va a la prenda. Tampoco hay crédito. Antes le comprabas a un importador y podías pagar a 30, 60 y hasta 90 días. Hoy comprás con efectivo. ¡Y apurate, porque mañana cuesta más!”, sostiene.

Kronenberg cree que a la ropa hay que verla puesta y en movimiento: “Hay que tocar el género para apreciar su calidad, hay que mirar la hechura, las terminaciones. Cuando comprás por catálogo, no sabés si te va ese talle o si la moldería se adecua a tu cuerpo. Yo vendo online, claro. Pero siempre hay que hacer retoques”.

https://9189384cc6df73381b2fd0bc66fcfd49.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.htmlVestido de novia de su archivo.Vestido de novia de su archivo.

Diseñadores y desfiles

De sus colegas argentinos tiene por costumbre no dar opinión. En cuanto a los extranjeros, admira a Balenciaga, «un maestro que creó un estilo identificable; a Yves Saint Lauren por su famoso smoking, a Valentino, un artista y, ni hablemos de Chanel… Lo que sí pienso es que los diseñadores argentinos tenemos que juntarnos, sin grietas. Que en Buenos Aires haya una sola semana de la moda donde estén todos, como en Milán, París o Nueva York. Acá tenemos una atomización y semanas para unos que no son para otros. Se forman clanes. Quisiera apoyo gubernamental y de sponsors. Hice cientos de desfiles, el más impactante fue en pleno vuelo a París, en un avión de Air France. Soy un agradecido con la prensa porque hace trascender mi trabajo. La primera nota, con varias páginas y vestidos blancos, fue una producción de Susana Elizalde para revista Claudia. Inolvidable.”

Ley de talles

Aquí frunce el ceño y toma partido por la estética. Es un convencido de que la misma prenda no es válida para una chica de 20 y una mujer de 60; que una calza estampada en una persona robusta, no la favorece. Discutible y opinable, pero lo dice sin vueltas. “La ley no está bien hecha. Yo tengo hasta el 52 en algunas prendas. Pero no puedo tener un vestido sin espalda en talle 52, porque las mujeres criteriosas me matan. No puedo hacer una prenda con escote Halter para una señora que no quiere mostrar sus brazos. No sirve la ley porque no contempla edades. Además, hay cosas que no pueden ser para todos los talles. ¿Una persona talle 52, con calzas estampadas, está bien? ¿Le quedan bien? Si los fabricantes no las hicieran, usarían calzas negras o azules y se verían más elegantes. ¿Quiénes son los protagonistas de esta década? El denim y el jean rediseñados y la libertad en el vestir. Me gusta más decir libertad, que vale todo. El vale todo es ponerse cualquier cosa, aun lo que queda mal, lo que no es estético, lo que no le hace un favor a la mujer que lo usa. ¿Es que también llegó el populismo a la moda?”

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