Fuente: OHLALÁ! ~ Belu Moroni (43 años) es una santafesina con polenta. Se sienta en el bar donde nos juntamos a charlar y no para: es verborrágica, enérgica y sus palabras brotan y contagian a tal punto que salimos del bar queriendo emprender algo. Ella es una convencida de que «emprendedor no se hace, se nace». Estudió Administración de Empresas y Diseño de Moda y todo lo que hacía a nivel corporativo la parecía un embole. Hasta que llegó 2014 y algo en ella hizo un clic. Pero un clic interno. Y ya no hubo vuelta atrás: creó Warmi ( @warmi_store), Warmichella, un festival de lifestyle, y está inaugurando la primera edición del Emprending Fest. Porque, como ella misma dice: «Cuando una mujer se anima a hacer algo, no nos para nadie».
¿Cómo pasaste de lo corporativo a este mundo emprendedor?
Yo sufría mucho de migrañas, pasaba el tiempo y cada vez sufría más. Siempre digo que el cuerpo habla; llegaban los lunes, entraba a trabajar y me agarraban unas migrañas que me quería morir. Ahí dije: «Esto no es para mí, tengo que hacer otra cosa». En ese momento, en 2014, arrancó Instagram acá, yo empecé a mirar mucho afuera y vi unos bolsos que se hacían en la cárcel en México. Viajé a México, fui a la cárcel, conseguí los bolsos y me los traje. Cuando empecé a subir la foto de los bolsos fue medio un furor. Y al toque, el pibe del correo me dijo que a partir del lunes no entraba nada más al país porque se cortaban las importaciones. Yo pensé: «Es el primer emprendimiento que duró dos días». Ahí me acordé de que en OHLALÁ! había leído sobre una cooperativa que trabajaba con mujeres aborígenes y dije: «Qué cosa más linda poder darle trabajo a esta gente», porque si una ayuda a la gente a tener trabajo y que el trabajo le dé dignidad, es genial. Así, hace cuatro años que trabajo con las mujeres en Chaco y después sumé a una comunidad qom de Derqui. Y ahí pude encontrar cuál era mi objetivo: tejer redes, unir gente y visualizar trabajos de personas. Yo soy la cara visible de artesanas, porque las mujeres qom son mi materia prima.
¿Cuáles son las aptitudes que una emprendedora tiene que foguear?
La intuición al 100%. También es tener foco, porque te empiezan a aparecer oportunidades y una se tiene que poder centrar y escuchar también. Hay mentores, hadas madrinas, facilitadores que te dicen «pará, flaca, bajá un cambio»… La organización es fundamental, es la clave. Un montón de emprendedores no tienen idea de lo que es contable, monotributo, registro de marca, legales… Hay un montón de cosas.
También hay que desmitificar que es tipo Disney.
Totalmente, hay que desmitificar, hoy todo el mundo es emprendedor. Para ser emprendedor tenés que tener un camino, tenés que tener, mínimo, dos o tres años. Un montón desaparecen, empiezan algo y no duran ni un año. También el emprendedor, cuando arranca, empieza abarcando un montón de laburo. El emprendedor manual se quiere dedicar a lo manual, no se quiere dedicar a la parte administrativa. Pero hasta que te dé un número para que vos puedas tener una persona que te responda los mails o te maneje la parte administrativa, tienen que pasar, mínimo, cuatro años, salvo que encuentres algo que la rompa y digas: «Esto explotó, puedo vivir de esto». Hay muchas mujeres que necesitan eso, que las empujen.
¿Por qué creés que hay un boom de las emprendedoras femeninas?
Creo que la mujer, hasta que no encuentra el propósito de su vida, no está plena. Yo vengo de Santa Fe: estructura, tenía que ser médica, contadora o abogada. Si hubiera querido estudiar piano, no había posibilidad. Nosotras venimos de mucha culpa con el deber ser y cuando vos empezás a vivir un montón de cosas, decís: «Pará, tengo 35 o 40 años, no quiero seguir en la corporación porque no es lo que me gusta», volvés a tu casa y sentís un vacío. Si encontrás que te gusta la cerámica o cocinar, permitite eso, hacé lo que realmente te gusta y date ese tiempo.
¿Cuáles son, para vos, los obstáculos a la hora de emprender?
Para mí no hay obstáculos. Pueden pasar cosas, hay trabas. Pero todas estas trabas te dan el empuje para ir por otro camino. Hay que pensar: «Será que esto en este momento no tiene que ser». No me bajoneo, sigo con lo que me gusta hacer, con lo que era mi emprendimiento, no me freno en esto.
¿Tuviste algún momento de colapso?
Warmichella se me fue de las manos, literalmente. Se me estaba desbordando todo, a nivel organización. A mí me gustaba la parte creativa, y me pasó que en un momento estaba tan desbordada que la parte creativa y loca del festival no la tenía, no me venían esas cosas.
A su vez, te volviste mentora de otras emprendedoras…
Re. Hay veces que en el showroom no vendo ni un canasto y tengo cinco mujeres que vienen con sus proyectos. La realidad es que sí, soy un poco mentora de un montón de emprendimientos.
Es darse cuenta de que no hay que competir sino aliarse, ¿no?
Para mí, las mujeres somos competitivas y cuando la mujer se da cuenta de que aliándose es todo mucho más fácil… La energía que tenemos las mujeres juntas no la tenés con nadie. ¡El emprendimiento se potencia 1000 veces! Yo siempre digo que cuando una está más o menos aparece la otra que tiene mejor energía y la ayuda a levantarse. Cuando a mí me preguntan qué es una mujer empoderada, digo que es la que no critica a la otra, la que no le da importancia a la competencia. Eso te cierra.
¿Qué le dirías a alguien que tiene ganas pero todavía no dio el paso?
Yo soy muy de que las cosas llegan cuando tienen que llegar. Si una se conecta con lo que le gusta hacer, por ese lado va a encontrar el camino. Esto de «odio mi trabajo, quiero hacer otra cosa forzada» para mí no sirve. También hay otras maneras de ser emprendedoras, como empresas (las de venta directa, por ejemplo), y es una buena manera de ver si te bancás ser emprendedora: podés mantener un laburo haciendo lo otro, te subís a una máquina… Ahí te das cuenta de si tenés la pasta para ser emprendedora.