Fuente: Perfil – El rey del blanco y negro se anima a más. Con mucho humor -que esconde por su timidez- habla de su carrera, del impostado mundo de la moda y confiesa sus anécdotas singulares.
Todos saben quién es Pablo Ramírez, el único diseñador argentino que supo construir una iconografía pespunteada con vestidos negros, severos cuellos de institutrices, impolutas camisas blancas y algunas perlas poco modestas que la ladrona Irma Vep no hubiera podido resistir.
También hay otro Ramírez que repasa los bocetos de los 400 trajes para Carmen, la ópera que se representará en el Teatro Municipal de San Pablo. “Es una ciudad inabarcable”, dice, mientras vemos las muestras de tela pegadas junto a sus dibujos, como aquellas muñecas de papel con las que jugábamos de chicos.
Debutará como director de teatro en la próxima obra de María Merlino y al igual que Orson Welles cree que siempre hay que trabajar con amigos. Regala chistes inesperados e historias inconfesables porque en la moda argentina se aburre el que quiere.
Le pido que elija un libro de su enorme biblioteca, se decide por el catálogo de los vestidos que le regalaron a Evita en España durante su histórica gira. Hay uno por región, cada boceto está cubierto por un papel de seda e incluye la descripción del atuendo. Esos vestidos volvieron a Argentina con Eva, después de su muerte fueron escondidos y salvados. “Hay que abrirlo con mucho cuidado porque puede romperse”, dice. Y ese catálogo podría ser el propio Ramírez, tímido, espiando y padeciendo el desfile desde el back, hasta que se ríe y ya no es Ramírez sino Pablo.
-La moda argentina no escapa al contexto de crisis. ¿Pensás que desde el estancamiento actual podrían surgir nuevos nombres?
-La verdad es que no lo sé. Siempre cuento que en el 89 cuando se abrió la Carrera de Diseño de Indumentaria dieron una charla en el Nacional Buenos Aires donde hablaron sobre todo lo que podía estudiarse en la FADU, cuando llegaron a Indumentaria dijeron que la consideraban como la carrera de mayor proyección pero no sabían cómo iba a ser la inserción laboral. Eso para mí representó lo que terminó siendo la profesión, nunca sabemos que nos va a deparar el futuro. Yo la comparo con Indiana Jones que pisaba los escalones y se iban derrumbando a su paso. La moda argentina siempre fue así aunque a la vez encontré la forma de adaptarme y de seguir el instinto, hacerle caso a la intuición.
-¿Con el mercado interno congelado hasta donde se puede vivir del turismo?
-Desde diciembre para acá el consumo interno cayó estrepitosamente pero lo compensamos con el turismo, por ahora. A mí lo que me preocupa es la viveza criolla de empezar a subir todo y que lleguemos a ser un mercado inaccesible. Porque en Europa la gente se toma un tren o un avión y en un par de horas va a consumir en otro país, para llegar a acá tenés que volar 14 horas, ¡es un safari! (risas). ¿Y quién haría eso para pagar los mismos precios que en Nueva York o Londres? No tiene sentido. Uno ya ve los menús de parrillas donde un bife cuesta como una joya, me da terror eso. Es un momento muy delicado.
“Me costó muchos años de terapia reconciliarme con el hecho de la exposición, de la entrevista y de la foto, a mí me gusta dibujar, estar detrás, haciendo, produciendo y nada más”.
-En momentos difíciles el cine siempre nos salva. Es sabido que sos muy cinéfilo, ¿pero podemos terminar con el mito de que solo ves películas clásicas?
-¡Podemos! Hace unos días fui a ver Poor Things y me voló la cabeza. A mí me gusta el cine que se transporta, me encantan las superproducciones y esta película lo tiene todo: a Emma Stone, Dirección de Arte, música, color y una fotografía que son impresionantes. Plantea una fantasía fabulosa, no sabés en qué época estás parado. Emma Stone y tiene esa impronta victoriana de la cintura para arriba pero abajo pela una mini, es una cosa medio Nicolas Ghesquière y de repente podría ser también John Galliano. Mientras hablamos me acuerdo también cuando vi El Aviador, son esas cosas que cuando salís decís esto para mí es el cine.
-Vas a dirigir teatro por primera vez, ¿hay algún director que sea tu referente? ¡Hablemos de cine o teatro porque a esos Directores Creativos intercambiables de las grandes marcas ya no los recordamos ni nosotros!
-Una referencia insoslayable es Hitchcock por el modo en el que maneja el misterio. Es el maestro del cine y algo con lo que me veo reflejado es el tema del control. Esa dirección rigurosa y exacta, el saber qué movimiento y qué gesto quiere en cada momento me genera mucha admiración.
-Justamente pensaba en la serie sobre la vida de Balenciaga y ese tema del control que era tan suyo. Y tuyo (risas), ¿la viste?
-La ví ¡y me sentí tan identificado! Mis fobias son las suyas, me costó muchos años de terapia reconciliarme con el hecho de la exposición, de la entrevista y de la foto, a mí me gusta dibujar, estar detrás, haciendo, produciendo y nada más. Tuve que reconciliarme también con que mi nombre sea una marca, lo cual no es poco. Es agradable que la gente te reconozca pero tengo que vencer la timidez, en síntesis todas las reflexiones que Balenciaga hace en la serie son cosas que pensé. Por ejemplo eso de cuando no estuviera no quería que siguiera su marca es lo que digo siempre “ El día que me muera no vuelve a haber un Ramírez”… Este buen hombre pensaba lo mismo, al final los dueños terminaron vendiendo la marca y causaron ese desastre oversize que están haciendo. ¡Pobre Cristóbal! (risas).
-A él se lo tenía como un tipo muy solemne y sabemos que no era tan así. Con vos pasa un poco lo mismo, quizás después de esta charla se avivan…
-Mirá, una de las cosas que más disfruté fue cuando aparece Dior y él se burla de “ese feo que está en todos lados”, es genial eso. Y también muestra que Dior fue un genio del marketing, desde el momento uno decidió registrar todo lo que hacía en fotos, en videos, inventó la comunicación de moda, fue un visionario. El contraste entre esas dos maneras, la suya y la de Balenciaga, es bárbara. Cristóbal dice “Dale, encima te creés lindo!” (risas).
-La pregunta definitiva. ¿Por qué la moda argentina carece de humor?
-La gente se toma demasiado en serio. ¡Y el plomazo que me parece eso! Por ejemplo, no podía creer los discursos en el Martín Fierro de la Moda, por favor les pido (risas). Yo me tomo en serio mi trabajo, me obsesiono porque quede bien el ruedo y la pinza pero después me río del resto. La moda viene teniendo una impostada solemnidad pero hoy además está el tema de lo políticamente correcto, cualquier chiste puede ser malinterpretado, ¡nos tenemos que aguantar hasta los remates! Hasta hace poco nos reíamos más, yo que de niño sufrí mucho bullying aprendí a usar el humor como herramienta, era el primero en reírme de mí para desarmar la burla, hoy eso no es tan gracioso. A mí siempre me encantó Jean Paul Gaultier por su humor y veía este último desfile que hizo Simone Rocha… me pareció un bodrio porque su identidad había desaparecido, lo vació de diversión. Nada más aburridísimo que las pretensiones.
-Terminemos con alguna anécdota para reírnos juntos…
-Hay miles pero vamos con esta, le prestamos un vestido a cierta actriz. No volvió rápido y no paraba de usarlo, lo veíamos todas las semanas en distintas fotos. Finalmente lo devolvió y nos dijo “La verdad este vestido lo usé tanto…¡que si no me lo hubiera puesto tantas veces te juro que me lo compraba !” (risas). Al final nos reímos porque la moda es como la prolongación de la niñez, es un juego, por eso es mejor hacerlo entre amigos, sino se convierte en una cosa espantosa. Igual mucho amor pero nadie quiere mandar nada a la tintorería, imprimimos directamente el remito con las instrucciones para llevar a limpiar las prendas pero parece que casi nadie saber leer. Pagar la tintorería es una causa perdida.