Fuente: Cronista – Nicolás Zaffora es una figura destacada en el mundo de la sastrería de élite; viste a hombres de alto poder adquisitivo y tiene presencia en América Latina, Estados Unidos y Suiza.
«Como muchas historias, ésta nació de una crisis», rompe el hielo Nicolás Zaffora.
Después de vivir 10 años en un monasterio y al que decidió irse con 28, Nicolás estaba seguro, por lo menos, de una cosa: sabía coser. Hoy, a sus 48 años, es la cabeza de Zaffora Bespoke, una sastrería de alta costura que viste a hombres de la élite y de quienes reserva, como secreto profesional, sus nombres. «Son personas que tienen cierta exposición, no necesariamente masiva, pero sí líderes y profesionales», dice.
Sin embargo, si trascendió que fue quien vistió a Osvaldo Sabatini para el casamiento de su hija, Oriana, con el futbolista, Paulo Dybala.
Zaffora se dedica a la sastrería bespoke, un concepto que fue acuñado en Savile Row, la calle donde están, hace más de 200 años, las mejores sastrerías de Inglaterra -meca de la sastrería mundial- y que hace referencia a la confección personalizada y a medida de los trajes. Acá, todo es realizado a mano.
«Empecé, tímidamente, con una pequeña inversión de 89 dólares a mis 33 años y creé una sastrería europea en Buenos Aires. Empecé en mi casa, después tuve un pequeño atelier en el Palacio Barolo y hace ocho años estamos acá, en Arroyo 961, creciendo», cuenta, y hace hincapié en esto último: «Siempre creciendo, la empresa y el equipo de profesionales en las distintas áreas».
Para acceder a Zaffora hay que concretar una cita previa. La primera cita con el cliente dura alrededor de una hora. Allí buscan identificar los tres puntos principales: los usos, los gustos, y las medidas y proporciones de la persona.
«Lo que buscamos en nuestra sastrería es que el cliente se sienta protegido y seguro con la ropa que estamos diseñando para él. Lo primero que hacemos es hablar con esa persona para conocerla, identificar la inquietud con la que viene y transformar, todo eso, en diferentes prendas», explica.
El proceso de confección de un traje bespoke lleva entre unos 60 a 90 días y entre tres y cuatro pruebas para terminar la prenda. Actualmente son nueve sastres los que trabajan en el negocio y en un año pueden llegar a producir 150 trajes. «Si bien nuestra intención es seguir creciendo, y de hecho lo hacemos, no buscamos producir más porque hay que empezar a incrementar un montón de técnicas que se alejan del concepto de bespoke».
Todos los tejidos que se utilizan en el atelier son de primer nivel: las telas son importadas de Italia e Inglaterra, los más prestigiosos para sastrería. «Hay diferentes tipos de telas: gruesas, más porosas, con diferentes lanas, algodones, las opciones son infinitas», detalla.
Y agrega: «Por supuesto que también se fabrican en China, en India, y en otros países, lo que no quiere decir que no sean buenas, pero es indiscutido que lo que sale de Inglaterra e Italia es de primer nivel».
Hoy en día solo se enfocan en confeccionar trajes para hombres: no está en sus planes, dice, la sastrería para mujeres.
«Hay una conexión que yo establezco con los clientes y que con una mujer me resulta diferente la sensibilidad. No logro entrar en frecuencia, no sé si matizo, no lo logro», confiesa.
¿Cuánto cuesta un traje?
Ante esta pregunta, el sastre prefiere mantener el número en secreto y no revelar cuánto dinero destina un hombre de poder a la confección de un traje hecho a mano.
«Se cuida mucho la privacidad de las personas que vienen acá, y en todas las sastrerías del mundo en general. Y parte de esa reserva es cuánto gasta en un traje. Es una información que le brindamos al cliente cuando la pide, pero en general no la difundimos», dice.
Sin embargo, el sastre da alguna referencia: un traje bespoke -a nivel global- puede costar entre 3.000 a 50.000 dólares. Aunque, el 80 por ciento se sitúan entre los 3.000 y los 12.000. Todo dependerá de las telas y el diseño que se elijan.
Expansión regional
Zaffora no solo trabaja con clientes de la Argentina, sino que viste a hombres de la élite de México, Ecuador, Paraguay, Perú, los Estados Unidos y Suiza. Ahora busca llegar a Brasil como parte de su expansión regional que comenzó hace cinco años.
«La proyección es Brasil que es un desafío enorme. Ya comenzamos con nuestra expansión regional, pero estamos yendo al mercado más grande e importante», destaca.
Consultado por las dificultades que tiene que afrontar, Zaffora menciona los vaivenes de la economía argentina y lo compara con un estanque de agua contaminada: «Nuestras vidas cambiarían muchísimo si ese agua se limpiara y oxigenara».
Las sucesivas crisis económicas que presentó – y presenta – el país a lo largo de los años, generó, además, una caída en el consumo de los bienes que no son de primera necesidad, como la indumentaria. En el caso de Zaffora no se tradujo en una disminución de la demanda, pero sí de la mano de obra calificada.
«Las cosas lindas van dejando de ser adquiridas porque hay un empobrecimiento y, esas cosas, para hacerlas, requieren de mano de obra calificada que se fue perdiendo. En nuestro caso, eso se nota muchísimo, entonces implementamos un programa interno para capacitar a sastres que vienen con un nivel básico industrial para llevarlos a convertirse en artesanos de calidad», dice.
El estilo, un concepto que se aleja de la moda y del fast fashion
El mundo de la sastrería no sigue tendencias. Nicolás Zaffora hace una marcada distinción entre moda y estilo: la sastrería no se rige por modas fast fashion; evoca un estilo que va sufriendo pequeños ajustes y cambios por década.
«Nunca hubo tanto elastano en la historia de la humanidad y nunca se ajustaron tanto las prendas como en la década pasada que, gracias a Dios, ya terminó. En esta década el traje se usa más holgado. Ahora el pantalón es recto, pinzado, tiro alto. El saco, si bien es entallado, no es corto ni ajustado», comenta.
Sin embargo, destaca un «fenómeno interesante» que ve en las nuevas generaciones: los cambios que se dan en el estilo son muy bien incorporados e incluso exagerados por los jóvenes de la década, a diferencia de los más grandes.
Zaffora resalta, además, el carácter sustentable -e inherente- del estilo que no se encuentra en la moda y en el fast fashion de la industria textil e indumentaria: el bespoke no solo evita el desperdicio y la sobreproducción de ropa, sino que además no utiliza máquinas de coser en su producción.