Fuente: La Nación ~ Por entonces las carteras eran chicas, pero cómodas, tipo bolsito; muchas con cierre pellizco y esas inconfundibles boquillas metálicas muy trabajadas que dejaban a resguardo su pañuelo, labial y algún que otro efecto personal; la pedrería, el encaje y el bordado estaban de moda… En este buen gusto, en el que lo poco valía mucho y, sobre todo, en sus abuelas, Carmela y Sara Bongiasca -que pertenecían a una familia inmigrante de origen italiano, y usaban a diario ese tipo de carteras- se inspiraron María Fernanda y María Eugenia Peña. Hoy reinterpretan esa tendencia, la depuran y llevan a escala. «Carmela y Sara cuidaban y hasta atesoraban esos objetos casi de culto, no solo carteras sino también zapatos», dicen. Con esa idea de conservar y usar más allá de la
moda, las Peña crearon Bongiasca. «Para que una cartera te dure, tiene que ser cómoda, práctica», señalan.
-Su propuesta hace referencia a la moda de hace 100 años, ¿sigue vigente?
María Eugenia Peña: -Los clásicos no caducan. A veces veo el placard de mi abuela y
encuentro carteras que podría usar. Son de una calidad impecable, buen diseño y a eso
apuntamos.
María Fernanda Peña: -Nuestras carteras remiten a los años 20 al 40, y están pensadas para durar toda la vida, como en la época de nuestras abuelas.
-¿Quiénes eran Carmela y Sara?
M. E. P.: -Eran amantes de la moda, les gustaba la costura, viajar y comprar carteras y zapatos. Eran hermanas de origen italiano; nuestro papá era hijo de Sara, su apellido era Bongiasca. Carmela y sus hermanos nacieron en el Lago di Como y Sara en Buenos Aires, a donde se trasladó la familia. Cosían mucho; Carmela se dedicaba a hacer vestidos de novia.
-¿Cómo surgió este emprendimiento que rescata el espíritu familiar?
M. F. P.: -Me gusta la moda y hace diez años tuve una zapatería. Además, hice un curso de diseño de calzado, porque me encanta la nobleza del cuero.
M. E. P.: -Siempre tuvimos la veta del diseño, nuestro papá era ebanista, hacía barcos y creo que de él heredamos ese gusto por lo artesanal.
-Ustedes tienen profesiones alejadas del diseño, ¿cómo llegan a hacer carteras?
M. F. P.: -Pareciera que no están relacionadas, pero están vinculadas. Soy contadora y para ser emprendedor de una firma de diseño hay que saber de costos. Muchos proyectos se quedan en el camino porque no saben cómo convertir en números su producto.
-¿Es difícil ponerle un valor económico a un diseño?
M. F. P.: -Sí, pero es básico para sobrevivir; saber cuánto vale o a qué valor lo pongo en el mercado es fundamental. Al principio vas a pérdida, tenés que estar innovando, buscando alternativas para hacer crecer el negocio.
-A partir de cuándo empezás a ganar.
M. F. P.: -Depende de muchos factores, además del tipo de producto y el precio; también está la publicidad, el manejo de las redes sociales o de una buena web, hay mucho por tener en cuenta; este aspecto del negocio es importante tanto o más que el creativo. Y en esto entra en juego el mercado virtual; si no estás metido en la movida digital, si no invertís en eso, no te das a conocer; es la vidriera del momento.
-¿Y cómo les ayudó el hecho de que una de ustedes fuese abogada?
M.E.P.: -Nos vino bien para la inscripción de la firma en el registro de marcas y patentes y para conseguir la habilitación, por ejemplo. Hay muchos ítems por abarcar; hay detalles que no se conocen, no es fácil. Ambas nos fusionamos desde nuestras profesiones, pusimos nuestro conocimiento para hacer crecer a la marca.
-¿Pudieron conciliar su trabajo con este proyecto?
M. F. P.: -Sí. Además tuvimos un buen entrenamiento al recorrer talleres de costura durante mucho tiempo; ya nos conocen, saben que somos detallistas y cómo queremos nuestro trabajo. Les presentamos el dibujo, el detalle de los cueros y su experiencia suma muchísimo. El mundo del cuero es difícil. El secreto es estar, estar y estar.
-¿Cómo saber si un taller es bueno?
M. F. P.: -Esa es una de las claves del negocio marroquinero. El mundo de los talleres de costura es difícil, es complicado meterse en el circuito, porque no circula buena información, no te recomiendan, es todo muy reservado; como los talleres dependen de la mano de obra, las calificadas se cuidan porque a veces no dan abasto. Pero logramos dar con buenos talleristas.
-De qué manera?
M. F. P.: -Tuve la suerte de conocer a los dueños de Carteras Italianas, a la familia Borgatti, a la mamá que le cosía para Gucci y luego se vino a la Argentina sola con su máquina de coser. Somos buscas y de andar de aquí para allá dimos con buena gente. Los Borgatti me enseñaron cómo se llega a un nivel de exigencia tal que resulta de excelencia.
¿En qué se ve?
M.E.P: -En los detalles de terminaciones y costuras, que demuestran un trabajo bien hecho; en la calidad de los materiales y en la dedicación, constancia y esfuerzo. Cuando se tiene un emprendimiento, sobre todo, cuando se está en los comienzos hay que estar a full las 24 horas.
-¿Cómo son las carteras?
M. F. P.: -Son clásicas y funcionales, pensadas y hechas para un uso diario. Una cartera además de linda tiene que ser cómoda, si no, no la usas. Tenemos desde carteras para el día, sobres versátiles para un look casual o de noche y hasta maletines.
-¿Cómo llevan adelante su marca en tiempos de crisis?
M. F. P.: -Es complicado con el dólar alto. En momentos de crisis hay que invertir en la calidad de los materiales y no aumentar a precios locos, para que te elijan. La cartera no es un producto indispensable, pero sí es preciado.
M.E.P.: -Tenemos una línea más económica, con productos de tela y cuero ecológico, son buenos materiales intervenidos por una artista plástica.