Fuente: La Nación ~ La recuperación de saberes ancestrales y la revalorización de las fibras naturales son apenas la punta del ovillo de una movida que tiene a la lana argentina como protagonista. En las últimas semanas coincidieron dos lanzamientos que apuntaron a poner en valor esta materia prima a partir de un tejido colectivo. Por un lado, una línea cápsula de indumentaria, joyería, accesorios y alfombras que fue presentada bajo el colectivo Lana Sur, una iniciativa impulsada por la firma El Espartano. Y por el otro, Filosofía Natural Fibras Neuquinas, un entramado de ocho estudios patagónicos que desfilaron sus textiles de diseño en el Congreso de la Nación.
La propuesta neuquina hiló la sinergia aplicada al proyecto, donde el diseño entrelaza el ADN de la región. Vestidos asimétricos, monos, trajes cruzados, abrigos disruptivos y tops calados fueron algunas de las piezas elegidas para el desfile que ratificó el proceso de búsqueda hacia un diseño alternativo. Los creadores sub 25 demostraron estar a tono con una tendencia que crece: el diseño glocal, global y con inspiración local.
Las fibras que brillaron fueron el cashmere, la lana merino y el mohair neuquinos, en creaciones de Abril Ghilini, Aín Nievas, María Eugenia Charriere, María Eugenia Argüelles y Lucinda Walmsley, Marianela Rodríguez, Mariela Arocena, Paula Rosas, y Paulina Di Santo. Las hilanderías Fibras del Viento y el grupo de artesanas de «Tejiendo Mohair Neuquino» también desplegaron su nueva colección.
Paula Rosas, de la firma Prosas, se inspira en la riqueza morfológica de las grutas y las rocas, los sedimentos y el paisaje natural. «Me interesa profundizar en el desgaste del material por los factores climáticos que inciden en el volumen, lo modelan y alteran la forma», explica Rosas, diseñadora de indumentaria (FADU UBA). Para Walmsley y Argüelles, de Yumbrel, la inspiración surgió en la «magia del bosque nocturno y los arquetipos de mujeres fuertes, atemporales como la bruja, la reina, la guerrera y la doncella», señalan las diseñadoras, que recrean tipologías definidas. Capas, capuchas, vestidos y chalecos tejidos en crochet a dos agujas o a máquina, que incluyen fieltros estampados.
El trabajo articulado entre crianceros, artesanos y diseñadores cuenta con el apoyo provincial, que estableció mecanismos de innovación para posicionarse como «el principal abastecedor de fibras naturales del mercado local e internacional», según señaló la diputada Alma «Chani» Sapag durante la presentación. «Transmitir el valor cultural de una provincia intercultural y transhumante a través de esta iniciativa es una oportunidad para destacar el camino de la producción neuquina. El cashemere, una fibra elástica y suave, el mohair, resistente y con buen desempeño térmico y la merino, suave y fácil de teñir son las fibras exclusivas que trabajamos», agregó.
Al desfile de textiles se sumó Proyecto Barda, un emprendimiento que aportó calzado natural, sustentable, autóctono, artesanal y «neutral», según su creadora Abril Ghilini. Barda, un localismo neuquino, se refiere al borde de la meseta. «Por eso optamos por una suerte de alpargata botita sin talón», dice la diseñadora, y agrega: «Revalorizamos el trabajo artesanal, el consumo consciente y sin prisa».
Del suelo al indumento
Por otra parte se presentó el colectivo Lana Sur, una iniciativa de El Espartano, la empresa de alfombras que lleva 75 años en el país. Gabriela Horvat, Gabriela Nirino, Galpón Estudio, Julieta Erpen, Manto, Malmo Kids, Maydi, Ñanduti y Planar fueron los estudios convocados para desarrollar colecciones que combinaron textiles con otros materiales.
Horvat presentó un collar realizado con lana y sedas naturales y el agregado de piedras semipreciosas. Manto, por su parte, un abrigo tejido en telar con fibras de Salta. Ñandutí lanzó una familia de contenedores de lana de oveja. Y Planar, una serie de posavasos e individuales en lana ovina, estampados con tintas al agua. La gargantilla de Julieta Erpen incluye algas e hilos de metal bañados en oro. En tanto, las tazas «Porce-Lana», de Galpón Estudio, fueron vestidas con lana cruda «para aportar una sensación extra de bienestar a partir de la lana en su estado más puro, antes del hilado y antes del bobinado. Lana virgen», destacan los autores – arquitectos, que a la vez integran su propio colectivo.
«Este proyecto es fundamental para unir esfuerzos y promocionar la lana argentina en nuestro país y en el mundo. La lana es una fibra usada por el hombre desde la antigüedad. Nos protege del calor y del frío, es elástica, resiliente, biodegradable, aporta confort, suavidad y seguridad. Cumple con las necesidades y deseos de un consumidor que busca cada vez más los valores de excelencia, creatividad y respeto por el medio ambiente», explica Nuria Kehayoglu, coordinadora del equipo de diseño de El Espartano.
El espíritu colaborativo es el motor que teje estos emprendimientos, donde la valoración de la lana argentina y el diseño aplicado en técnicas ancestrales hilvanan los sueños de productores y diseñadores.