Fuente: La Nación ~ Puntillas, yute, galones bordados, cintas de color rojo y verde, botones, cordones y variedad de lentejuelas decoran la enorme vidriera de un histórico local sobre la calle Larrea en pleno barrio de Once. En la mercería familiar Chopourian desde hace semanas se vive el espíritu navideño: muchos clientes se acercaron en busca de productos para diseñar y adornar su hogar y otros optaron por realizar el pedido online. «Aunque pasen los años, la mercería siempre sigue vigente, está relacionada con momentos de la vida cotidiana, la confección, la moda y las manualidades. En estos días de cuarentena, las labores artesanales, el tejido, el crochet, el bordado han cobrado protagonismo», confiesa Jorge Chopourian (85), quien está detrás de una de las mercerías mayoristas más clásicas de la ciudad.
La historia que comenzó en Esmirna, Turquía
Desde hace más de 80 años la familia Chopourian se dedica a este rubro. Y para comenzar a delinear su historia hay que trasladarse a la ciudad de Esmirna, donde en 1900 nació Krikor Chopourian, el padre de Jorge, en el seno de una familia armenia cristiana. Tras las históricas persecuciones en manos de los turcos al pueblo armenio, su familia decidió emigrar a Argentina en busca de paz y oportunidades laborales. Krikor, quien en aquel entonces tenía 26 años, partió en el buque Desna procedente de Cherburgo, Francia, junto su madre y hermanos. A los meses llegaron al puerto de Buenos Aires y se instalaron en el barrio de Barracas donde comenzó a buscar empleo. El joven conocía el oficio de comerciante ya que su padre, que vendía alfombras en su ciudad natal, le había enseñado la importancia del trato con los clientes.
Primero arrancó a ofrecer productos de mercería como vendedor ambulante y años más tarde como ayudante en una tienda. «Sin conocer el idioma, hacía grandes esfuerzos para ganarse la vida para su sustento y el de su familia. Se integró a la comunidad armenia y logró adaptarse a las costumbres argentinas», cuenta Jorge, su hijo. Cuando fue ganando experiencia en el rubro, en compañía de su hermano Aram se le ocurrió montar una mercería a la que llamaron «Chopourian Hermanos», sobre la calle Montes de Oca en Barracas. El sueño del negocio propio llegó en 1930. «Papá eligió este tradicional barrio de Buenos Aires por la cercanía de los mayoristas ubicados en la calle 25 de Mayo. En aquella época no existían mercerías propiamente dichas y en la medida que aumentaban las ventas, iban comprando más productos, principalmente accesorios para la indumentaria femenina», rememora
Un lugar en el mundo
Con el boca a boca el negocio no paraba de crecer. Es que ofrecían una amplia variedad de productos a precios convenientes. En 1940 los hermanos decidieron tomar caminos diferentes y años más tarde, lamentablemente, Aram murió muy joven. Krikor continúo en el rubro, pero cambió de barrio: la nueva ubicación fue Larrea 533, la tradicional calle de las mercerías en Once. «Los productos más vendidos variaban de acuerdo con la moda y a la estacionalidad: lana en los meses de invierno, pitucones y cordones en el comienzo de clases, cinta argentina en las fechas patrias y en los mundiales, complementos para los disfraces de carnaval, cintas navideñas en las Fiestas. Hubo una época dorada donde la gente hacía cola hasta la esquina para comprar, la demanda era muy grande. Eso no se ha vuelto a ver, era otra Argentina», afirma Jorge, quien desde pequeño aprendió los secretos de este maravilloso oficio. En 1954, mientras estudiaba Ciencias Económicas, comenzó a trabajar al lado su padre y poco a poco fue asumiendo mayores responsabilidades en el negocio. Así fue como en 1979 inauguró su propia mercería «Chopourian» en Larrea 537 (donde se encuentra actualmente) junto un socio y amigo Antonio Guledjian.
Con sus 85 años muy bien llevados, previo a la pandemia, lo podías encontrar todas las mañanas detrás del mostrador y supervisando cada detalle en su amplio local. Le apasionaba estar en contacto permanente con sus clientes, pero desde marzo que no pudo regresar a su lugar en el mundo. Hoy, tanto sus hijos como nietos participan en el emprendimiento y cada uno aporta su visión para adaptarlo a los nuevos tiempos que corren: como la compra online y atención personalizada a través de whatsapp. «También promocionamos nuestros productos en redes sociales de una manera creativa, siempre pensando que es como si fuera nuestra vidriera de Once, pero para todo el país y así llegar a más gente. Todos los días recibimos consultas de diferentes partes del país, sobre todo mercerías minoristas y emprendedores. Hay muchos clientes antiguos que perdieron nuestro contacto y nos reencontraron por las redes y están muy contentos y agradecidos. Ya hace varios meses que nos hacen pedidos con bastante frecuencia.», cuenta Chopourian sobre los cambios que atravesaron en plena pandemia.
Pasaron noventa años desde que los hermanos Krikor y Aram, se animaron a probar suerte con su pequeña mercería. Hoy las nuevas generaciones continúan con sus mismos valores. «El talento, la voluntad, el esfuerzo, y la capacidad de trabajo son su gran legado. Su grato recuerdo nos acompaña, lo recordamos caminando con los brazos cruzados por detrás de la espalda, silbando, cantando y siempre dispuesto a tenderle una mano a un amigo», concluye, su hijo orgulloso.
Los estantes de la mercería están repletos de hilos, elásticos, cordón cola de rata, cierres y lanas. Todo está dividido prolijamente por color. Por supuesto, no faltan las cintas navideñas, que esta noche acompañarán a muchas familias en la decoración de sus mesas, bolsas de regalos y hasta transformadas en increíbles moños en el arbolito.