Su crisis laboral y el planteo de su hijita de «mami cuando sea grande quiero hacer lo mismo que vos», estalló con esta imagen. Y dijo es ahora o nunca. Desechó la línea de indumentaria tradicional, «sin impacto ni concepto», y asumió el desafío de dejarle a su hija un legado sustentable y con otros valores.
«Enseguida me di cuenta de que esos bolsones se podían transformar en un textil. Y que le podía transmitir a mi hija una experiencia distinta», señala Basilotta, quien convenció a sus tres hermanos, integrantes de la empresa, a torcer el destino inicial.
Fracking Backpack nace como una línea de accesorios que reduce el impacto ambiental de dos industrias: la moda y el petróleo. La industria textil produce 80 mil millones de prendas por año. La producción de petróleo, en tanto, es uno de los mayores enemigos del planeta.
«El principal propósito de este proyecto es mitigar la huella de carbono, ya que el destino final de estos bolsones es la quema o el relleno sanitario. Otro de los objetivos es promover el trabajo justo y local. No se trata sólo de generar un impacto ambiental positivo, sino también un impacto social», explica la diseñadora, que organizó un circuito de producción con diferentes cooperativas de trabajo y unidades productivas. La apuesta también fue comercial, ya que el desafío era lograr un producto de calidad Premium que fuera aceptado por el mercado. En este sentido, se acercaron al INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) para realizar pruebas con el material: resistencia, permeabilidad, durabilidad, reacción frente al agua y exposición al calor fueron algunos de los estudios y testeos que ensayaron junto al Departamento Textil. Las bolsas, entonces, llegaban de Vaca Muerta directamente a los laboratorios del INTI donde se sometían a controles de calidad de productos y procesos, mejora de la productividad y certificación. La resistencia es uno de sus grandes atributos, ya que los bolsones están diseñados para cargar una tonelada de arena cada uno.
El desarrollo de mochilas, bolsos, carteras, sandalias y billeteras, entre otras líneas, reposicionaron a la marca que dejó atrás el fast fashion (la producción de un volumen importante de indumentaria, a bajo costo) por el fracking backpack, la propuesta que involucra al usuario a reducir la huella de carbono. En tres meses llevan reciclados 787 bolsones, equivalentes a 2.597 metros de textil.
Las bolsas llegan sucias desde la planta tratadora de Añelo donde se separan y limpian para extraer los agentes contaminantes. Luego, se clasifican y cortan para enviar el material a las cooperativas textiles, donde se cosen y confeccionan. «Todos los modelos son distintos y sin género, se respetan los estampados originales de cada bolsa», aclara Ornella Basilotta, al frente de la nueva etapa de la firma.
Promover una economía circular, que apunta a reducir la entrada de los materiales vírgenes y la producción de desechos, es el marco que encontró Basilotta para propiciar un consumo sostenible y más responsable.
La iniciativa obtuvo el Sello Buen Diseño, que otorga el Ministerio de Producción a los productos de la industria nacional que se destacan por su innovación, participación en la producción local sustentable, posicionamiento en el mercado y calidad de diseño. Además, fueron pre seleccionados en el concurso Makers in BA, una incubadora de start ups. Y los productos llegaron a la exclusiva tienda del Malba, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
«Ser sostenible es aportar un granito de arena, todo suma», sostiene la diseñadora que se recicló a sí misma.