Fuente: La Opinión – Alejandro Tirachini nació en Deseado, su familia hace más de 100 años se dedica a la cría ovina. A través del valor agregado y las certificaciones, encontró la forma de llegar a compradores alta gama con un plusvalor. Ahora el objetivo es la industrialización.
Su abuelo fue de los criadores de ovejas pioneros en Puerto Deseado. Dos generaciones después, Alejandro Tirachini cría ovejas bajo parámetros de bienestar animal, produce lana orgánica y la procesa para vender prendas con marca propia en Argentina y el mundo. Su próximo objetivo es abrir una planta industrial en el mismísimo Deseado, toda una revolución para la zona.
“Mi abuelo tenía una tropa de carros que trabajaban en la construcción del ferrocarril en Deseado, era italiano, había llegado a los 10 años a Argentina y a los 18 a la Patagonia. Trabajaba con la tropa de carros de su padre y a comienzos de siglo se radicaron en La Chaira, el primer campo de la familia, después continuaron ese legado mi padre, Aldo, y mi tío, Silvio; finalmente, mi hermano y yo”, repasó Alejandro Tirachini en diálogo con Santa Cruz Produce.
Es una familia de cuarta generación dedicada a la cría de ovejas en el noroeste de la provincia. “Me crie en el campo hasta los siete años, fue una infancia muy linda, entre mayores, con poca relación con niños hasta que nos fuimos al pueblo para hacer la primaria, hasta entonces mi madre, que era docente, nos enseñaba a leer y escribir”, contó Tirachini.
Cuando tuvo edad para hacerlo, Tirachini se fue a Buenos Aires a estudiar Técnico en Producción Agropecuaria y Zootecnia. Estuvo allí una década, pero cuando tuvo la oportunidad de volver o quedarse, optó por continuar el legado familiar,aunque con su impronta. “Siempre mi ilusión fue mejorar la genética del campo, pensando en la posibilidad de conseguir mejor por una lana más fina, hasta que en la época de (Carlos) Menem y la convertibilidad me di cuenta que trabajando solamente en el campo, o sea produciendo la lana y entregándola a otros que la procesen, no alcanzaba para pelear un buen precio porque la relación entre los precios nacionales y los de Australia era un 20% de diferencia”, explicó. “Me di cuenta de que el valor agregado de la industrialización era el nexo indispensable para hacer sustentable la producción“.
Bajo esa premisa, hubo un primer intento con una cooperativa de ganaderos donde tenían la idea de armar un proyecto para lavado de lanas, pero no se logró. No fue hasta 2001 que se asoció con Eduardo y Alberto Tyszberowicz y crearon South Latitude Argentina para producir prendas con la marca Koshkil “Viento Patagónico”.
Pero todo empezó antes. Porque todo arranca en el campo, produciendo con bienestar animal, con parámetros de producción orgánica en el campo, en la esquila y en la industria. “Empecé a escalar, me asocié con una empresa en Buenos Aires para desarrollar el producto, hicimos hilados, sweaters, yo buscaba y lo logré, especializarme en hacer prendas de alta gama, que es el perfil de la empresa ahora”, contó Tirachini.
En julio de este año está prevista la apertura de una planta textil en Puerto Deseado.
“Empezamos a darnos cuenta que las últimas etapas de la cadena es donde se agregaba más valor, así llegamos a hacer un desfile de modas en Castel Gandolfo para Ferrari, en Italia, hicimos varios shows en Buenos Aires, uno en el Hilton, otro en el Sheraton y poco a poco fuimos ocupando un nicho de alta gama”, relató Tirachini. Exportaron a Japón, Brasil, Chile y a Francia, entre otros destinos.
“Promovemos un cambio cultural con base en la importancia dada a la capacitación de nuestros recursos humanos, extensivo a la comunidad toda, permitiendo la participación en toda la cadena de valor por la que atraviesa nuestro producto final”, dicen desde su página web.
La idea ha sido generar valor maximizando la genética, la producción y el valor agregado del producto. Actualmente el campo está en la zona sur de Puerto Deseado, sobre la ruta 62, un predio donde tienen entre 5.000 y 6.000 ovinos promedio en esquila por año. Son merinos multipropósito (MPM) que generan una lana “super suave y muy fina, de 18 micrones”. La raza merino, para protegerse del viento, ha desarrollado una lana ultra fina como capa protectora y ese es su secreto.
Certificaciones y desafíos
¿Se paga mucho más? ¿La rentabilidad es mucho mayor? “La verdad que no, casi cambiás la plata, porque para certificar vos tenés un costo extra, lo que sí te puedo decir es que te compran antes“, contó Tirachini. También, “en épocas de baja demanda, simplemente te compran… cuando a otros ni siquiera llegan a comprarles. Eligen esa lana con mayores certificaciones”.
Han certificado bienestar animal (RWS – animales libres de hambre, sed y desnutrición, de miedos y angustias, de incomodidades físicas o térmicas y de dolor, lesiones o enfermedades), orgánico (Precious Fiber) y también Nativa. “Esta última, Nativa, integra todo“, contó Tirachini. “La etiqueta Nativa garantiza la calidad y trazabilidad de las fibras de lana en toda la cadena de valor, desde el establecimiento donde se crían y esquilan las ovejas hasta las prendas de las marcas de moda”, esgrimen.
Asimismo, hay un manejo responsable de la tierra que asegura la conservación del suelo, las especies autóctonas y la biodiversidad. En este sentido, Tirachini va por más: “Estamos trabajando para certificar protocolos de emisiones de carbono, que es lo que se viene, lo más avanzado y un objetivo productivo y de marketing internacional”, dice, entusiasmado.
El próximo salto es industrializar en su querida y natal Deseado. “La idea es montar una planta industrial que empezaría a funcionar en julio, primero con la parte del producto final, que es donde se captura más valor, yendo hacia atrás hasta lavado y peinado”, adelantó Tirachini. Hoy contratan el hilado, teñido y tejido en Buenos Aires y lavado y peinado en Trelew.
Las lanas extra finas que surgen de todo este proceso productivo muy cuidado son cómodas (no pican), son uniformes, son suaves y confortables. Son fibras naturales que absorben la humedad de la atmósfera, capaces de absorber hasta 50% de su peso. Además, son resistentes al mal olor, tienen buena elasticidad, control térmico y, como es natural, son durables, pero también reciclables y biodegradables.
Pensar Que en los 50- 60 había no menos de 10 hilanderias como Polanar, Iba, Textil Oeste, Campomar, Lanas San Andrés, Poniman, Manulana ,La Unión,etc. muchas más tejedurias de lana !
No quedo prácticamente ninguna !