Fuente: Chequeando ~ El aumento de precios es una de las mayores preocupaciones económicas en nuestro país. En lo que va del año se registró una inflación acumulada del 17,6%, cuando la previsión del Presupuesto 2021 era una inflación del 29% para todo el año. Uno de los sectores que más contribuyó a esta suba generalizada es el textil.
Si tenés sólo unos segundos, leé estas líneas:
- En el último año, el rubro “Prendas de vestir y calzado” registró un incremento del 79,1%, el más alto de los diversos segmentos que mide el INDEC.
- La industria atribuye esas subas a una fuerte alza en el precio de los insumos textiles -que están atados al dólar-, a factores estacionales y a los impuestos.
- Otras posiciones señalan que los impuestos elevan el nivel (pero no la variación) del costo argentino de la ropa y el calzado. Un informe oficial del Ministerio de Hacienda durante la gestión de Cambiemos señala que la Argentina se encuentra entre los países que buscan “mantener su producción textil y desarrollan prácticas comerciales proteccionistas”.
En abril (último dato disponible), el rubro “Prendas de vestir y calzado” fue el que se anotó el mayor encarecimiento para los consumidores: un 6% mensual. Pero el dato interanual es aún más preocupante. Entre abril de 2020 y el mismo mes de 2021 este rubro registró una inflación del 79,1%. Supera por más de 30 puntos porcentuales al promedio general y por más de 25 puntos a los otros rubros que más incremento registraron.
Cada vez que se habla de la industria textil vuelven a la escena elementos de análisis de este sector: cómo se forman los precios, qué pasa con los impuestos y qué sucede con las importaciones. En esta nota, te contamos qué pasó con estas variables.
Qué factores inciden en la formación de los precios
Hay hipótesis diversas. La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) -cuyo vicepresidente es el actual presidente del banco público BICE y diputado nacional por el Frente de Todos en uso de licencia, José Ignacio De Mendiguren- señala que esta notable suba de precios no es un fenómeno único de la indumentaria, sino que afecta también a otros sectores de la economía, como la electrónica, los autos y los materiales para la construcción.
“En general se trata de bienes cuyos precios no están regulados, se ven afectados por las subas del dólar y de los precios internacionales (en indumentaria impactó vía algodón y poliéster), y sufrieron dificultades de producción y abastecimiento por la pandemia”, señala la entidad empresaria.
Según la cámara sectorial, entre febrero de 2020 y el mismo mes de 2021, los insumos textiles aumentaron un 84,2%, por encima de la suba del dólar y del nivel general de los precios mayoristas.
Y en ese mismo período, señala el informe, el precio de la ropa al consumidor creció un 62%, “lo que indica que tanto el eslabón industrial de confección como el de comercialización minorista absorbieron parte de los aumentos de los insumos productivos, resignando margen de rentabilidad”. Todo esto, “en un contexto de fuerte contracción del mercado”, destaca.
Según la Cámara, los fuertes aumentos de marzo y abril también se explican por un factor estacional: “El cambio a la nueva temporada otoño-invierno, que afecta a los precios por el tipo de tejidos utilizados y las características de la ropa de invierno”.
Cómo es el proceso productivo local
“Actualmente, la Argentina posee una extendida y articulada cadena de valor industrial de indumentaria, que se inicia aguas arriba, con los productores de fibras naturales (algodón y lana de ovejas) y de fibras sintéticas (esencialmente poliéster)”, señala un trabajo elaborado por Gustavo Ludmer, doctor en Economía e investigador del sector textil.
“Dicha producción -agrega el trabajo- es utilizada como insumo productivo de fábricas hilanderas, que suministran el hilo a empresas de tejedurías, conformando un sector textil densamente encadenado. Las telas funcionan como insumo para las marcas de indumentaria, empresas diseñadoras de ropa y creadoras de moda, que tercerizan la confección de las prendas a fábricas locales y extranjeras. El producto final es comercializado por una heterogénea gama de locales, a un amplio abanico de consumidores”.
Existen diversos análisis que señalan, entre otros, 2 problemas habituales del sector: una alta carga impositiva y un alto grado de informalidad.
La Fundación Pro Tejer, cuyo ex director ejecutivo es Ariel Schale, actual secretario de Industria de la Nación, sostiene en un informe que el 50% del precio final de una prenda de vestir se va en impuestos. Según este análisis, la “industria” (en referencia a todo el proceso de producción -algodón, hilandería, confeccionistas, etcétera-) sólo explica el 8,5% del precio de la ropa.
Sin embargo, al respecto, el economista Eduardo Levi Yeyati sostuvo en Twitter: “Los impuestos, como los márgenes de empresas concentradas, elevan el nivel (pero no la variación) del costo argentino”. Y agregó que los impuestos “sólo explicarían la inflación ‘relativa’ de textiles” si su incidencia o la protección “hubieran subido más para este sector que para el resto”.
Respecto a la informalidad, el trabajo de Ludmer señala: “Diversos autores destacan que entre el 60% y el 70% de las prendas de ropa producidas en la Argentina atraviesa, al menos, por un eslabón clandestino”.
Y agrega: “La restante porción de las prendas (entre el 30% y el 40%) son manufacturadas por asalariados registrados en la seguridad social en fábricas habilitadas. En su gran mayoría, dicha producción se destina a los segmentos de más alto poder adquisitivo, donde los precios de venta resultan superiores respecto a otros canales de comercialización. Por ello, si se analiza en términos de facturación, el canal formal representa más del 60% del mercado”.
Qué pasó con las importaciones
En el primer trimestre de 2021 las importaciones de prendas de vestir registraron su valor más bajo desde 2001, cuando comienza el registro que publica la CIAI. Este piso de productos comprados en el exterior se observa tanto en cantidad como en dinero.
La curva de lo comprado en el exterior (siempre de acuerdo con el primer trimestre de cada año) muestra una importante baja entre 2011 y 2015; un significativo aumento entre 2016 y 2018, y una reducción marcada desde 2019 en adelante, hasta llegar a 2021, el punto más bajo de la serie, con una reducción del 50% respecto de los primeros meses de 2020.
Medido en términos de volumen, el 66,2% de las importaciones de prendas de vestir provienen de China, según datos del primer trimestre del año. Le siguen, muy de lejos, Bangladesh (8,6%) y Vietnam (6,5%).
Un análisis elaborado por el Ministerio de Hacienda durante la gestión de Cambiemos señala que a nivel internacional existen diversas especializaciones en este rubro. Por un lado, las economías asiáticas, enfocadas en la exportación a base de abundantes recursos humanos y condiciones laborales precarias. En segundo lugar, economías más desarrolladas, como las de los Estados Unidos y Europa, que relegan la producción y se reservan el control del diseño, la marca, el marketing y la distribución.
Y, en tercer lugar, países como la Argentina, que buscan “mantener su producción y desarrollan prácticas comerciales proteccionistas”. “No abandonaron la fabricación de bienes menos diferenciados del mercado, buscan el autoabastecimiento de fibras, se orientan básicamente al mercado interno, generan diseño y tienden a desplazarse a nichos de alto valor agregado”, dice el informe oficial.
Según señaló Daiana Fernández Molero -ex subsecretaria de Programación Microeconómica durante la gestión de Cambiemos- en un artículo de la revista Seúl, “la Argentina es una de las economías más cerradas del planeta” y “eso se puede ver en muchos indicadores”.
“Según los últimos datos del Banco Mundial, nuestras importaciones representan el 15% del PBI, y junto con Brasil, somos uno de los países con el porcentaje más bajo del mundo y de la región (Uruguay 19%, Colombia 23%, Paraguay 35% y México 39%)”, sostuvo.
El trabajo de Ludmer retoma la idea de que gran parte de lo que se abona en nuestro país se va en impuestos, y agrega: “Una apertura irrestricta a las importaciones permitiría el ingreso de ropa asiática a valores a los cuales la industria argentina no podría competir, lo que significaría su quiebra o su reconversión importadora, con la pérdida de capacidades productivas nacionales y la destrucción de miles de puestos de trabajo asalariados. Sin embargo -estima-, los precios de la ropa bajarían marginalmente, pues la mayor parte del precio continuaría explicada por costos ajenos al producto en sí, que no sufrirían modificaciones por la entrada de prendas asiáticas”.
Pero también hay otras miradas: “No tardarán en llegar argumentos del tipo: ¿y el empleo que se pierde si importamos más? Las redes sociales (y la política argentina) están llenos de usuarios de iPhone que explican por qué es bueno para el empleo que usuarios de otras marcas paguen más caro un celular, una notebook o la ropa de sus hijos. ¿Y el empleo que no se crea? ¿Los turistas que no van a Mendoza? ¿Los consumidores que van a los shoppings de afuera y no a nuestras tiendas? ¿Las empresas que no se abren? ¿Eso no es trabajo perdido? Difícil cuantificar”, señala Fernández Molero.