Fuente: La Nación ~ La descompensación global que ha provocado el Covid-19 tiene, según veo, entre sus muchos efectos el de haber alterado el orden temporal general tal como lo transcurríamos y creíamos poder preverlo. Tanto nuestras incontables cronologías individuales y grupales como los cronogramas colectivos, los tiempos sociales y la medición del registro histórico, fragmentado en años, decenios, siglos.
La crisis ha envuelto al planeta en el inicio del primer año de una nueva década. Sobrecarga así de simbolismo el momento de cambio que ha precipitado, y su magnitud lo sella con tal nitidez que cabe preguntarse si lo que en realidad está marcando no es el verdadero comienzo del nuevo siglo. Desde una perspectiva estética y de estilo la partición suena lógica. En el área de la moda está claro que el diseño del nuevo milenio se contentó de prolongar los temas del siglo numéricamente pasado en un incesante carrusel de revivals.
El entero repertorio de imágenes del siglo XX ha sido así estudiado, explorado, citado, reinterpretado, copiado, saqueado y reacomodado en toda una variedad de combinaciones, de collages discordantes pero llamativos. La fragmentación, la yuxtaposición y la vistosidad son los valores que definen a la moda actual, tal como, por ejemplo, la encarna Gucci, la marca más exitosa de la esfera del alto consumo, asociada por una mayoría de personas a la idea de moda y al estilo.
Aunque sin bola de cristal a mano, no resulta difícil prever que ante el nuevo orden de prioridades que se establecerá naturalmente con la pospandemia, la industria del lujo deberá, para confirmarse relevante, apelar a recursos y contenidos bien diferentes de los que hasta ahora ha practicado. Por elaboradas que sean las sorpresas de pasarela, eróticos y ambiguos los videos, y espectaculares las famosas empaquetadas por la casa con moño, logo y código de barras, no bastarán para volver a seducir a un público que habrá vivido una experiencia traumática.
¿Podrá darse que la esfera dirigente, los dueños del negocio de la moda, abran los ojos y tomen consideración que los cambios que se imponen no pueden ser cosméticos, escenográficos, atmosféricos, sino de carácter conceptual e ideológico? ¿Aceptarán renunciar a la doctrina del consumismo, que tanto esperamos ver ir esfumándose decrescendo, aceptando cadencias más lentas, intercambios transparentes, ganancias menos colosales?
Sin subestimar la aptitud de alguna gente para la pavada ni la premura de ciertos medios para fomentarla, se podría apostar a que una austeridad necesaria y un bienvenido retour au naturel marcarán el nuevo período. Son opciones ya adoptadas por el vasto arco de las marcas de la moda alternativa, practicando en el presente modos de producción y comercio responsables, equitativos, sanos y cuidadosos de las personas, los animales, el medio ambiente, las vidas ¿Será ésta la oportunidad, inesperada, de avanzar con ése proyecto hacia una mayoría de personas?
En el momento de cerrar la nota, me envían un mensaje de Instagram. Escribe Tan Liu, autor de The Ponzi Factor: «Es gracioso que nuestra economía esté al borde del colapso porque la gente está comprando solo lo que necesita». Para transmitir de urgencia a quienquiera que esté haciendo moda.