Fuente: La Nación ~ ( @laclarapinto ) Esta diseñadora de 32 años, que nació en San Isidro, ya se codeó con gente del staff de las marcas más conocidas y eligió alejarse de la industria por considerarla un tanto efímera y frívola; ahora presentó sus diseños en la London Craft Week, con más de 250 creadores del mundo.
Clara Pinto aún se acuerda del día que lloró de felicidad, sola, tirada en la escalera de su casa en Londres. Todavía no tenía amigos en la capital inglesa a la que llegó para insertarse en el mundo de la moda hace casi siete años y en la que, tantas otras veces, había llorado de dolor.
Se le caían las lágrimas porque por primera vez, a los 25 años, conseguía que una página local publicara su trabajo, después de mandar cientos de mails y de googlear casas fashion cada vez que salía de la carnicería que vendía comida thai, donde trabajaba porque le mintió al dueño y le aseguró que era cocinera. En realidad, solo sabía preparar las recetas porque las leía a escondidas en el baño del local y porque recordaba las veces que le había hecho comida tailandesa a sus amigas en la Argentina. No le importaba el pequeño engaño. Necesitaba el dinero sí o sí para quedarse hasta que llegara ese correo que le abriera las puertas a un mercado laboral exclusivo.
Ahora que ya se codeó con gente del staff de las marcas más conocidas del mundo y que eligió alejarse de la industria por considerarla un tanto efímera y frívola, esta diseñadora de moda de 32 años, que nació en San Isidro y a la que le importa más el textil que la forma, hace mella en la moda europea.
En un estilo que define “entre fashion y craft [artesanal]”, su sello son las técnicas artesanales de fabricación a mano de esos materiales que decantan en originales y coloridas prendas. Esa cosa propia y distintiva que para ella no es un talento porque no cree en eso de ser talentosa. “Para mí, el talento es trabajo”, afirma.
En su versatilidad se conjugan las risas por la anécdota de la carnicería y por la época en la que trabajó como administrativa en un taller mecánico para pagar sus estudios con la sofisticación de la única argentina que participó de la London Craft Week, una reconocida iniciativa que terminó el domingo y que desde hace ocho años reúne en mayo a más de 250 creadores, diseñadores, marcas y galerías de todo el mundo en distintas ubicaciones de Londres.
Pinto utiliza el agua para describir dos situaciones. Dice que su paso por el Instituto de Educación Superior en Diseño ABM, en Buenos Aires, después de abandonar la Facultad de Diseño de la UBA, fue susmaller point, su “lago pequeño”, donde pudo potenciar las técnicas de creación manual y conocer a su mentora: la artista y diseñadora Delia Cancela. En cambio Londres, adonde llegó apenas se graduó, fue en un principio un “baldazo de agua”, pese a que ahora agradece ese trance y todo lo que la ciudad le dio.
A través de una red que tendió luego de sus primeras publicaciones, llegó a trabajar de asistente en London Fashion Week, la semana de la moda que junto a la de Nueva York, Milán y París crea el circuito de las pasarelas que nuclean a diseñadores y modelos más reconocidos, a los aficionados y a la prensa.
“Trabajé un tiempo en Fashion Week y me cansé. No entendía la cultura, veía la poca importancia que le daban a la vida personal, cómo se relacionaban con sus familias. Yo, muy argentina. Fue un choque cultural. Me pasaba de trabajar hasta las 3 de la mañana, hacer la presentación de la colección y después, al otro día a todos se les borraba la memoria al otro día. Nadie sabía qué pasaba, si se vendía o no [la colección]”, asegura Pinto en diálogo con LA NACION y agrega: “Para mí es importante el trabajo que se le pone a la textura y a la materialidad. Entonces dije: ‘Chau, me voy a hacer lo mío. No quiero esto para mi vida’.
En un intento por volver al barro, al arte que su madre -que ahora vive en Hawái y es su soporte emocional- le inculcó de pequeña, y que ella estudió en cursos y museos pero decidió aplicar a la moda, viajó a buscar materiales a Islandia e hizo base en una escuela textil de mujeres. “Estuve unos meses. Recolecté lana islandesa, pelo de caballo, fui al matadero y pedí que me trajeran las colas… Me las traían llenas de carne y de sangre, y me la banqué. Aprendí un montón”, relata Pinto.
Ya en Londres de vuelta, con todos esos materiales recolectados y sus técnicas artesanales en el centro de la escena, aplicó y quedó en Sarabande, la fundación creada por el fallecido Lee Alexander McQueen quien, además de tener su propia marca, ofició de director creativo de Givenchy. “Fue increíble, te presentan a todo el mundo, el director creativo de Dior te abre la puerta, fue un flash”, cuenta Pinto. Esa pertenencia le dio visibilidad para ser seleccionada y tener un lugar gratis en London Craft Week.
“Nada se iba a interponer entre el desfile y yo”, pensó cuando trabajó “a pulmón” con otras 15 personas que colaboraron con ella “por amor al arte y al proyecto”. Parte de la colección Bioplastics and Wool,que presentó en la casa del embajador de este país en Londres, la creó en la Argentina con la ayuda de “los Gabys”: el zapatero Gabriel González y la costurera Gabriela Sánchez.
“Está todo bien con vivir en otro país, pero cuando estás con el mismo idioma y te manejás igual a la hora de trabajar… Tenía que hacer lo imposible para esa presentación y se logró con ese amor de la Argentina”, reflexiona la diseñadora sobre su puesta en London Craft Week, donde la lana orgánica británica, la sastrería tradicional y los bioplásticos se conjugaron para confeccionar “formas simples y urbanas”, como tapados y puffer jackets, algo que Pinto nunca había creado.
“Quise introducir formas más simples. Antes hacía cosas bellas, pero la gente no podía comprarlas o no sabía para qué usarlas. Entonces pensé en simplificar. Me inspiré en un videojuego que tenía de chica y que me encantaba por sus colores. Pensé: ‘Estoy en un buen momento, ¿por qué no me inspiro en eso?’. Y funcionó perfecto”, dice.
En un contraste con el mundo de la industria, asegura que a ella sí le interesa forjar un vínculo entre los compradores y sus prendas. “Capaz hago una o dos colecciones por año, pero con tranquilidad. Todos estos materiales llevan un montón de tiempo de trabajo. Me interesa que duren las prendas y que la gente sepa la historia detrás, no que sea solo algo de moda. No seguí ningún trend en esta colección. No me copio de nadie, lo inserto en el mercado de alguna forma, pero no sigo modas”, explica.
Pinto además acota que cada ciudad tiene lo suyo y que en Londres hay mercado para los “pequeños nichos”. El suyo, cuenta, es el de los fashion-forward: “Gente de todas las edades, hombres y mujeres, porque no está pensado con género. Gente que se divierte y forma su propia personalidad a través de la vestimenta. Distinguir un cliente es muy fácil, es gente muy curiosa. Para querer tener una prenda así, tenés que relacionarte con la prenda, es gente que es un poco arriesgada”.
Ahora que todos la aplauden y tiene la atención, dice que es un momento importante para “dar luz a las cosas buenas del ser humano”. Para potenciar el trabajo en equipo y lo artesanal. Para dejar atrás lo superficial y apuntar a lo colaborativo.
Mientras, revela a quiénes le gustaría vestir en la Argentina y ya tiene a su elegida: la artista y conductora Flor de la V, además militante por la inclusión. También piensa en Moria Casán, afirma que ambas la inspiran.
“La gente no se da cuenta de lo que hizo Flor de la V, es revolucionario. La gente quiere vestir a la persona que es cool, pero hay que vestir a la gente que hace las cosas bien”.