Fuente: Página 12 – El líder empresarial y fabricante Luciano Galfione asegura que la industria textil es estratégica en la provincia de Buenos Aires
Hay textiles en San Martín, Quilmes, Luján, Ezeiza, Berazategui, La Plata, Pergamino, Las Flores. Cayó la demanda, faltan insumos y los importados se duplicaron
Un taller bonaerense produce remeras que compiten con las importadas de Camboya, Sri Lanka, Myanmar o Bangladesh, afirma Luciano Galfione, presidente de la Fundación Pro Tejer, que agrupa a empresarios del sector textil. Hay fabricantes de fibras, hilanderos y confeccionistas en casi todo el país. Son decenas de miles. Pero las textiles bullen en el conurbano. Resultan claves para la provincia. El partido de San Martín «vive del sector textil», sostiene Galfione. Las textiles argentinas experimentaron un despertar después de la pandemia. Fue otra de sus históricas resurrecciones. Entre 2021 y 2022 produjeron inversiones casi récord por casi 800 millones de dólares.
–¿Asustan las oleadas importadoras?
–Estamos compitiendo de igual a igual contra las peores prácticas de esclavitud laboral en países asiáticos. Nosotros solemos flagelarnos con los talleres informales que hay en el país. Pero disfrutamos de ver en una tienda una chomba de marca internacional. No pensamos en ese momento que fueron confeccionadas por pibitos que ganan 80 dólares y trabajan 16 horas por día. Claro: la prenda no viene manchada de sangre. La lavaron bien. Y el pibito no vive a dos cuadras de casa.
–¿Y por casa cómo andamos?
–Hay de todo. Hay mucha informalidad. En nuestro sector en particular. Nuestra cámara (es el titular de CIFIMA, Cámara de las Industrias de Fibras Manufacturadas y Afines) condenamos eso fervientemente. Es competencia desleal. Pero tampoco los vamos a esconder debajo de la alfombra. Es motivo de debate.
–¿Se puede resolver ese flagelo?
–Buscando alternativas. Una cosa es un delincuente. Alguien que debe dar cuenta ante la ley. Pero un taller informal no es lo mismo que un taller clandestino. No justifico la informalidad. Pero se da porque tenemos un problema de competitividad.
Hilando fino
La empresa de la familia Galfione fue fundada por el abuelo en 1947, durante el primer peronismo. Vendió un campo y dijo: «El futuro está en la industria». «Un visionario», dice el nieto de aquel inmigrante arribado de Biella, en el Piamonte, al norte de Italia. Producen fibras sintéticas, nylon, poliester.
–¿A qué problemas de competitividad se refiere?
–Al acceso a los insumos importados. Es un problemón.
–Imaginamos que por la devaluación y la falta de dólares.
–Por un lado eso. Pero mis insumos son un 95% importados. Un 5% son el cartón para las cajas de la oficina y la resma de papel (ironiza). La dificultad es conseguir autorización para importar. Tengo que girarle el dinero al proveedor en 60 días.
–¿No hay tolerancia?
–A la Argentina no le fía nadie. Tengo que pagar por anticipado. Necesito 150 días para garantizar la financiación y recibir el embarque.
–Un dolor de cabeza…
–Si a usted le duele la cabeza, ok, tómese una aspirina, dice el médico. Si no tiene, un paracetamol. Si no hay, le recomienda un ibuprofeno, dice. Pero en este tema no es así. Me duele la garganta. Me dice que tome penicilina. No hay. Tengo rivotril. «No sirve», dice el médico ¿Puedo usar para la garganta la vacuna de Covid? «Tampoco.» Entonces te vas a morir. Con las materias primas es igual: no puedo sustituirlas.
–¿Con nada?
–Si una media de algodón no tuviese algo de nylon o de poliéster, usted se la pone y a los tres días tiene un agujero. Con la transpiración se mueve la media y necesita la fibra para estar firme. Si no, le dura una semana. Con este tema es igual.
De los Apeninos a los Andes
Galfione (48 años) egresó como técnico electrónico del valorado Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). Trabaja con sus dos hermanos. Manejan una hilandería en La Plata. En la capital fabrican fibras sintéticas, tienen tintorería y oficinas. En Catamarca fundaron Manos Andinas para producir fibras naturales autóctonas latinoamericanas.
–Supongo que no todas las industrias sufren estas dificultades.
–Si yo fuese una terminal automotriz no tengo problema. Estoy aquí y en Brasil. Es una transacción entre la misma empresa.
–¿Les compran a China?
–Si, pero somos pymes, no multinacionales. El chino no sabe quién soy. Cree que vivimos en la jungla. Encima googlea el país y se entera que esto no anda bien. El sector industrial sufre porque necesita también repuestos para las máquinas. Estoy trabajando al 50%.
–¿Cayeron las ventas?
–La demanda está planchada. La inflación de agosto para el sector fue de 9,1% (menor al 12,4% del nivel general). Bajó el poder adquisitivo de la población.
–¿Qué le parecieron las medidas de devolución de IVA y subida del piso de Ganancias del ministro de Economía (y candidato presidencial de Unión por la Patria), Sergio Massa?
–Toda medida que vaya a fortalecer el bolsillo de la sociedad es buena. Lo novedoso es que esta medida no repercute en los costos al no subir salarios.
–No hace mucho los precios de la ropa subieron fuerte.
–Entramos en acuerdos de precios. ¿Sirven? Sí. Por un ratito. Lo que más aumentó es la importación de prendas. Pero el índice minorista del Indec no mide al sector industrial. Mide prendas y calzados, sin discriminar. Tampoco si es nacional o importado.
Ropa a medida
El sector tiene tres eslabones: la industria de fibras por un lado, las hilanderías y tintorerías por otro y finalmente el de los confeccionistas de indumentaria.
–¿Cómo están los salarios?
–Son mejores en el sector industrial. Con menos trabajadores. Manejan ‘fierros’. Es mano de obra calificada. En la indumentaria, la mano de obra es muchísima. Hay una diferencia. Sin desmerecer el trabajo de nadie. No quiero usar la palabra ‘grieta’ que suena fea.
–Mejor no.
–Tienen problemas para conseguir gente. No hay mano de obra calificada. El trabajo de un costurero es mucho menos complejo que el de un obrero industrial.
–¿No hay escuelas textiles?
–Sí. Primero perdimos cientos, miles de talleres entre 2018 y 2019. Se destrozó a la industria. El golpe de gracia fue la pandemia.
–¿Por qué les impactó más fuerte que a otras industrias?
–Porque había mano de obra calificada de países limítrofes. Sin trabajo, se volvieron. Se desarmaron talleres completos. Ahora que se reactivó la demanda, falta oferta. Y con la guerra (Ucrania-Rusia) las materias primas (lana, algodón, nylon) se fueron a las nubes. Ahora bajaron, pero no tanto.
–¿Dónde hay más talleres?
–El arco textil está en San Martín, Berazategui, Quilmes, Luján, Ezeiza, La Plata, Pergamino, Las Flores. Los lugares se han multiplicado.
–¿Los problemas son coyunturales o de largo plazo?
–Coyunturales. Entran dos veces más prendas importadas que el año pasado.
–¿Siente el apoyo de la gobernación bonaerense?
–Hay una política de industrialización. Tenemos línea directa. Con funcionarios incluso por WhatsApp. Para ser honesto, con el gobierno nacional también.Le voy a hacer una analogía.
–Adelante.
–Somos ocho amigos y tenemos que ir a Mar del Plata en un auto que está hecho bolsa. Podemos ir cuatro. Digo: «Flaco, si subimos todos, rompemos el auto». ¿Qué hacemos, tiramos la moneda? Gana Carlitos. Pero Pedro dice: «Yo no fui nunca al mar. Y él fue cinco veces. Aunque sea dame una». Pero Carlitos te llena el tanque de nafta y Pedro no puede, no tiene un mango. Carlitos le da laburo a 500 (es una gran firma de indumentaria). Pedro a cinco. El asunto es que Carlitos te ayuda por su poder económico. Tenés un lío si le decís que se baje del auto. Salís en los diarios. Cuando hay escasez se vuelve una complejidad muy grande. Hay escasez de insumos. No hay para todos. Y Pedro paga los sueldos, cumple. Bueno, en la provincia de Buenos Aires hay muchísimos Pedros y pocos Carlitos. Tenemos que administrar la escasez. ¡Y es muy complejo! Porque Pedro me dice: «Che, está lleno de pantalones importados y son los que fabricamos aquí en San Martín».
–¿No hay solución?
–Esto es coyuntural. En Argentina se empiezan a desenmarañar estos problemas. Se invirtieron millones en el sector textil. Hacia adelante, salimos bien. No hay soluciones mágicas.
–Hablando de eso: ¿qué piensa de los que las proponen?
–No hay atajos. Entiendo a la gente que no tiene más paciencia. Pero frente a los modelos extremistas o libertarios nos va la vida. La vida. La gente es soberana. Lo respeto. Pero yo digo: no existe ningún país de más de 35 millones de habitantes que no sea una potencia industrial. Nos dicen que la Argentina tiene que vender servicios, materias primas… Yo digo que miren a las naciones desarrolladas.