La cadena de valor textil cede terreno año tras año
Fuente: Clarín – Con predominante presencia pyme, la industria textil argentina se ha revelado altamente sensible a las políticas y vaivenes económicos, lo que ha devenido en alternancia de períodos de crecimiento, con creación de empleo, con otros de fuerte destrucción de empresas y de empleo.
Se trata de una cadena de seis eslabones que va agregando valor a medida que se complejiza; desde el algodón, lana o fibras sintéticas, hasta la prenda comercializada al público. Sospechado de ser poco competitivo y dependiente de políticas proteccionistas, el sector textil estuvo entre los que más aumentaron los precios en los últimos años. Frenó un poco a fines del año pasado, cuando según el INDEC el rubro “Prendas de vestir y calzado” acumuló una suba de 169%, contra una suba general de la inflación de 211%.
Pero tanto el Índice Zara, considerado el Big Mac de la indumentaria a nivel internacional, como las estadísticas del INDEC son coincidentes en el sentido de que la ropa argentina es cara. Las explicaciones son diversas: van desde el “costo argentino” pero también apuntan a ineficiencias del propio sector, aun cuando algunos de sus segmentos son muy competitivos.
En toda su extensión, la cadena de valor textil genera 539 mil empleos.
Según un informe de Fundar, un centro dedicado a la investigación de políticas para el desarrollo sustentable, la industria textil es una de las pocas cadenas de valor en la que todos los eslabones son nativos, aunque algunos produzcan con insumos importados.
“En 2005, solo la etapa industrial de la cadena representaba 1,6% del PBI. Hacia 2021 había bajado a 0,9%. La pérdida de participación del sector es un fenómeno mundial derivado del avance de China en el comercio global, con productos a precios muy competitivos y por el espacio que fueron ganando sectores como la industria metalmecánica o química”, dijo Nadia Shuffer, economista e investigadora de Fundar.
Algodón
Javier Koberstein es un productor agrícola de Coronel Du Graty, en el sudoeste de Chaco, que en la última campaña sembró 490 hectáreas de algodón. “Empezamos en noviembre pasado, pero primero las lluvias y luego el calor, que llegó a 50°C, nos obligó a replantar, dos y hasta tres veces. Veníamos de una sequía tremenda de tres años y las lluvias de El Niño nos jugaron una mala pasada”, afirmó.
El productor revela que en ciclos normales, los rindes en la zona pueden superar los 2 mil kilos por hectárea, pero que este año el rendimiento ha sido inferior en cantidad y calidad. “Con suerte llegaremos a 1.000 kilos por hectárea”, estimó Koberstein, quien tiene un solo empleado, pero suele contratar a varios trabajadores para la zafra, lo que considera un verdadero desafío. “Es muy difícil conseguir gente para trabajar, porque no les puedo pagar más de lo que ganan con los planes sociales”.
En la actualidad Argentina produce 250.000 toneladas de algodón, de las que el mercado interno consume 170.000 y el resto se exporta.
Marcelo Falco, secretario de la Asociación Argentina de Productores Algodoneros, dice que el precio del algodón, en calidad media ronda US$1,61 por kg.
“La incidencia de la fibra en el costo final de producción de una prenda suele ser del 4%. El punto de equilibrio para un productor que utiliza tecnología es un rinde de 700 kilos. Si baja de ese valor, pierde plata”, asegura Falco.
Al finalizar la cosecha, el productor contrata los servicios de una desmotadora, especializada en la separación de la fibra, de la semilla y guarda el algodón en fardos de 240 kg. “La fibra limpia y clasificada no solo se cotiza más, sino que además se puede guardar y vender a las hilanderías, cuando mejoren las condiciones”, agrega Koberstein.
Hilanderías y tejeduría
La producción de hilado es el primer eslabón del segmento industrial. A través de una línea de producción de 80 metros de largo, las fibras de algodón se retuercen entre sí, dando lugar a un hilo de color crudo que luego se enrolla en conos.
Jorge Leone, gerente de la hilandería Enod, productora de hilados y tejidos en sus plantas de La Rioja y Morón, señaló que se trata de una actividad intensiva en capital y energía. Hace dos años Enod invirtió US$25 millones en la planta de La Rioja, para producir 1.400 kilómetros de denim por año.
“Utilizamos máquinas muy eficientes y de grandes dimensiones. El 60% de nuestros costos corresponde al insumo, luego viene energía y mano de obra. Al término de la producción de hilado, el valor del producto se ha duplicado respecto al precio original de la fibra”, agregó.
En Textil Iberá, de la localidad correntina de Laguna Brava, reciben el hilado crudo en conos de 4 kilos, con el objetivo de transformarlo en diversas telas o tejidos. Pablo Yeramián, director de la empresa, explicó que los costos se concentran en unos pocos ítem: el hilado, con una incidencia del 40% sobre el total; los químicos, que suelen ser importados (25%), y el resto en mano de obra, carga impositiva y energía.
“Tenemos alrededor del 10% de costo total en fuel oil que alimenta las máquinas de vapor, porque el gas no llega a Corrientes”, señaló.
En Textil Iberá trabajan 100 personas. “En la Argentina hay un circuito viciado, que castiga el valor agregado”, afirmó Yeramián. “Cuanto más valor se agrega, más pesado es el costo país, o lo que es lo mismo, cuanto más cerca de bien primario, más competitivo”.
En este eslabón, el margen de rentabilidad promedio es del 20%. Valor similar al existente en el proceso de tintorería, que dependiendo de la complejidad de los procesos, puede llegar al 28%
Tintorería industrial
Es una de las estaciones clave en el largo camino de transformar el algodón en prendas. Allí la tela procedente de las tejedurías se tiñe, recibe el estampado si corresponde y luego el acabado textil o terminación. En esta etapa el producto se va diferenciando según su espesor, calidad o destino, que puede ser distintos tipos de ropa y también tapicería , cortinería, etc.
Marco Meloni encabeza Italcore, una empresa de 105 empleados distribuidos en dos plantas, y dice que hasta noviembre procesaba hasta un millón de metros de tela al mes, pero en marzo la producción cayó a menos de la mitad.
“Nosotros recibimos la tela cruda y a lo largo de tres días ese producto pasa por 30 máquinas, que están prendidas las 24 horas, en tres turnos. Al final se obtiene la tela con las características a las que se programó la línea”.
Entre 2021 y 2023 la empresa adquirió máquinas de teñir de última generación: una estampadora digital 4.0 y telares de alta velocidad. Una inversión total de US$600 mil. Meloni afirmó que a la salida de su fábrica, un metro de tela gabardina azul, que pesa unos 400 gramos, cuesta $4 mil. En tanto un metro de tela para short de baño, que incluye polyester, unos $2 mil.
Para el empresario, que vende su producción a confeccionistas, mayoristas y grandes marcas, la carga impositiva ronda el 38% y la energía significa el 30% del costo total de producción.
Confección y venta
Mano de obra intensiva por excelencia, la confección de ropa agrega la mayor parte de valor de la cadena, entregando los productos terminados para su venta al público. En buena parte toda la cadena de valor depende de este eslabón.
Hernan Ebekian, titular de Gepetto, fabricante de ropa infantil, dice que un kilo de tela para remeras a mediados de marzo costaba entre $8.500 y $10 mil. Con esa cantidad la empresa podía fabricar seis remeras para chicos de 7 u 8 años, cada una de las cuales cotizaba en la tienda online de la firma entre $6.000 y $7.000, con un descuento del 35%. En Gepetto, con plantas productivas en Catamarca y CABA, los mayores costos recaen en la materia prima y la mano de obra, que se reparte en las funciones de diseño, estampado, corte y costura. En tiempos de atrasos salariales, el costo de la mano de obra cede relevancia.
“Nuestras ventas se frenaron en enero. Hay un cambio casi masivo en la estrategia de compra de nuestros clientes, que demandan pocas unidades: las necesarias para vender en las próximas semanas. No compran camperas o buzos para vender en invierno”, dijo Ebekian.
A diferencia de los shoppings, donde la remarcación suele cuadruplicar el precio mayorista, el empresario señaló que los precios en el canal minorista convencional no suben más allá del 100% del costo. “En nuestro canal de distribución y venta, así como en el de nuestros clientes multimarca, los precios suelen ser el doble de nuestros costos. De lo contrario no logran mantenerse en el mercado formal”, dijo el empresario.
Mientras que circuitos informales como La Salada o avenida Avellaneda, con precios 30% a 40% más bajos, indican que el costo de trabajar en blanco en Argentina es muy caro.