Fuente: Clarín – Nieta del creador de la legendaria tienda Cravall, en Recoleta, desde 2014 Camila Romano crea diseños a medida. Participa con su desfile en la Semana de Alta Costura de Buenos Aires.
En su atelier. La diseñadora entre vestidos de alta costura de su última colección. Foto: Maxi Failla.
Con apenas 17 años Camila Romano ya comenzó a curiosear en el universo de la indumentaria. Y lo hizo nada menos que en Cravall, la legendaria tienda fundada por su abuelo, en la esquina de Quintana y Ayacucho.
Ese inicio se tradujo luego en las ferias para vender saldos y ropa vintage que ella misma intervenía aun siendo una adolescente.
Después de terminar el colegio se metió de lleno en el negocio familiar pasando por todas las postas; atender a las clientas, hacer stock de mercadería y coordinar el taller, además de los viajes de producto a Italia, Francia y Estados Unidos, donde acompañaba a sus padres.
Todo al mismo tiempo que cursaba la carrera de Diseño de Indumentaria en la Universidad de Palermo, hasta que en 2014 decidió fundar su propia marca y abrir un local en la Galería Promenade.
Ahora, con más de la mitad de su vida enfocada en la moda, está instalada en su nuevo espacio, también en la Avenida Alvear, donde fusiona el comercio y el atelier.
¿Lo singular? Se trata de una firma que no solo confecciona diseños hechos a medida, con las pautas de la alta costura, sino que además propone atuendos ready to wear (listos para usar) para que las clientas tengan una opción que se pueda llevar en menos tiempo que el habitual.
El martes 26, Romano hará un desfile en la casa Basabilbaso de Retiro. Será su debut en la Semana de la Alta Costura (SAC), fundada por Elina Costantini, que en esta edición también cuenta con la participación de Laurencio Adot, Adrián Brown, Marcelo Giacobbe y Fabián Zitta.
Eso sumado a la pasarela y la muestra retrospectiva -en colaboración con el Museo del Traje- que incluirá diseños de Jacques Dorian, Henriette y Vanina de War, entre otros.
-¿Ya desde niña se notaba que ibas a estar en el negocio de la moda?
-Sí, desde chica. Para los actos del colegio armaba los vestuarios con una tela.
-A veces tiene más que ver con el imperativo de los padres, ¿cómo fue en tu caso?
-No, a mí siempre me gustó. En un momento comencé en Bellas Artes, pero no tengo tanta paciencia para estar con la hoja en blanco y ver qué sucede. Me interesa que vaya circulando, como algo más dinámico. Hice una colección para Cravall, un día diseñé un vestido y después otro. Ahí dije: “bueno, abro un local y veo”.
-Al mismo tiempo que estabas en la tienda empezaste la universidad. No es frecuente que alguien que está estudiando ya tenga ese background, ¿cómo lo conjugaste?
-La facultad me dio herramientas para el diseño, la propuesta estética. Ahí conocí a Gustavo Lento Navarro, un profesor con el que aprendí un montón. Estuve en su cátedra. Pude trabajar más que nada en el pensamiento del diseño de autor. Ese fue el gran aporte.La diseñadora participará de la Semana de la Alta Costura. Foto: Maxi Failla.
Por año, tengo una gran colección de novias con 40 vestidos, todos distintos. Si hay un hit, repetimos. Pero nunca son iguales. Están bordados, cortados a mano.
Camila Romano
-En las empresas familiares siempre hay tensiones, ¿qué pasó en tu caso?
-Estaba separada la parte de hombre y mujer. Ahí trabajé con mi papá. Él es lo más, siempre me dio mucho espacio. Las clientas estaban felices conmigo. Todo fluyó, fue más que nada porque yo quería hacer mi emprendimiento, mi propio camino, salir al mundo.
-¿Cómo fue el destete?
-Me fui seis meses a India y al sudeste asiático. Ahí tomé la decisión. Se los dije cuando volví. Les costó, pero me apoyaron un montón. Me acompañan, están súper orgullosos.
-¿Cómo se dio la idea de hacer prendas listas para usar?
-Son vestidos de alta costura hechos para ready to wear. Incursioné en eso en Argentina. Algunas clientas viajan o no viven acá y me decían que no querían venir siete veces, que querían venir dos.
-¿Cómo es el recorrido?
-Tengo una gran colección bridal por año, son más o menos 40 vestidos, todos distintos. A veces cuando hay un hit, repetimos, pero nunca son iguales porque todos están cortados y bordados a mano. También hago a medida. Me adapto a lo que cada novia está buscando. Lo mismo en la parte de fiesta, ahí sí, son dos colecciones anuales, invierno y verano. Después hay mucho a medida. Eso tiene que ver con que a veces no encuentran todo lo que quieren en un vestido.
-Como diseñadora tenés tu estilo, ¿cuánto cedés con lo que te piden?
-Trato de que sea un equilibrio, ser accesible porque trabajo con el momento más importante de esa chica, tía, madre, o cualquiera que pueda venir. Me trato de adaptar a las necesidades y a lo que veo. Pero hay cosas que no hago. Tampoco soy muy fan de los colores, entonces les explico, por qué vamos por acá, por qué esa paleta. A veces quieren el vestido que hice para alguna celebridad y lo tratamos de adaptar.
-Por estos días se habla bastante de Juan Otero, el hijo de Florencia Peña, que innovó al querer celebrar su cumpleaños de 15.
-Sí, me parece espectacular. Me animaría a hacer un top y un pantalón, una blusa. No sastrería artesanal porque no es lo mío.
-La ropa genderless (sin género) es uno de los temas que atraviesa la moda, lo mismo el de la sustentabilidad, ¿los tenés en cuenta?
-Sí, a nivel personal estoy recontra involucrada. Y hoy en día trabajo con mujeres pero estoy abierta por si alguien, sea hombre o mujer, quiere algo distinto. En cuanto a la sustentabilidad, en lo que es textil, uno trabaja con materiales nobles pero no es que usamos algodón orgánico. Sí me parece muy sustentable repetir el vestido, venderlo o reformarlo. Eso me parece genial. Siempre les digo que se compren alguno que vayan a volver a usar.
-Volviendo a los inicios, en el hacer, ¿en qué te acordás de las enseñanzas de tu familia?
-Mi abuelo era la figura de Cravall, pero la que me ayudó mucho en los comienzos fue mi abuela. Cosas de lo cotidiano; ellos vivían arriba de la tienda, entonces yo subía y cosía, hacía un ruedo, bordaba. Me traía cosas del arcón; pedrería, materiales antiguos, hombreras y charreteras. Tengo esos recuerdos. Con mi mamá y mi papá hice mucho viaje de producto, ahí crecí un montón.
-Arrancaste hace 9 años, entre la pandemia y con los cimbronazos económicos de estos días, ¿cómo trabajás en este contexto?
-La pandemia fue muy difícil. Después salimos y ahora estamos acá. En cuanto al hoy, soy muy de ir para adelante y seguir. También sé lo que significa el mercado del lujo; trabajo en un nicho reducido de personas que se hacen un vestido para un momento importante de su vida. Ese encargo va a seguir estando.
-Se creyó que la pandemia nos iba a modificar nuestro estilo de vida o trabajo, ¿notaste algún cambio en el uso de la vestimenta?
-Volvió más fuerte el uso de vestidos y ropa de fiesta, con más ganas de celebrar la vida. En cuanto a mí, tiene que ver con cómo deseo vivir y trabajar. Tengo un equipo de modistas muy grande y quiero que trabajen cómodas.
-La denominación “alta costura” es francesa, de hecho, está regida por la Chambre Syndicale de la Haute Couture, ¿qué representa acá?
-Es un vestido hecho a medida, con moldería artesanal, con seis meses de trabajo. Con muchas personas involucradas en el proceso, con el mix de géneros industriales y bordados artesanales.
-Hacia el futuro, ¿qué proyectás?
-La apuesta tiene que ver más a nivel comercial, de poder salir al mundo. Me encantaría poder tener la línea de novias ready to wear en Latinoamérica y Estados Unidos. Ahora estoy con ese proyecto para dar a conocer mi producto. Estoy en ese pequeño paso para mostrarme.