Las puertas del complejo ferial de Ingeniero Budge, en el partido de Lomas de Zamora, volvieron a abrirse en la mañana del miércoles. Los comercios podrán abrir según su numeración, en los accesos se toma la temperatura y se permitirá un número reducido de compradores
Fuente: Infobae ~ Pasaron 217 días, más de siete meses del calendario, para que la feria La Salada, autoproclamada la más grande en Sudamérica para ventas mayoristas o revendedores, reabriera sus puertas. El miércoles 18 de marzo había sido su última vez: un día antes de que el presidente Alberto Fernández anunciara que desde las cero horas del siguiente día quedaría restringida la circulación para trabajadores esenciales por el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio por el coronavirus. Otro miércoles, esta vez de octubre, volvió a operar, aunque en el marco de una nueva normalidad.
Durante el tiempo de su inactividad, La Salada tomó forma del desamparo. El predio se convirtió en un pueblo fantasma con sus calles desiertas, sus galpones envejecidos y su dinámica detenida. La escena habitual y más difundida de la feria se había transformado: la falta de gente descubrió el asfalto y el cemento de las construcciones. Las imágenes de locales y pasillos abarrotados de clientes y comerciantes dejaron de ser actuales.
Varias avionetas que se paseaban por el sur del conurbano bonaerense informaban por altoparlantes el regreso del centro comercial para el sábado 10 de octubre. Finalmente la reapertura se postergó once días, tras las nuevas habilitaciones decretadas por el gobierno provincial. Esta mañana en Ingeniero Budge, en el partido de Lomas de Zamora, la feria volvió a abrir. De a poco. Los predios Ocean, Urkupiña y Punta Mogote que conforman La Salada, entre las calles Euskadi, Tilcara, Rivera Sur y Virgilio, empezaron a recibir gente. De a poco.
Instalaron los protocolos sanitarios ya consagrados: menos afluencia de gente y menos puestos abiertos para ganar distancia social. En las puertas de acceso dos empleados toman la temperatura y sirven alcohol en gel para restregarse en las manos. Otros aspersores sanitizantes terminan con las tareas de prevención a quienes entran al galpón principal. Al interior del mercado se ingresa por una puerta y se egresa por la otra a fin de evitar el cruce y la mezcla de personas: el barbijo es obligatorio, se pintaron marcas en el piso para respetar el distanciamiento, se colocaron paneles trasparentes en las entradas de los comercios y los vendedores deben acreditar un permiso de trabajo.