Fuente: Clarín ~ Las ventas cayeron 25%, pero el denim se recupera a expensas del jogging y la ropa deportiva. “La prenda se democratizó”, dicen.
Si bien la recesión pasa factura, la industria del jean (fabricantes de telas, marcas y diseñadores) reedita viejos clásicos de los 70 (botamangas anchas, elastizados, rotos y desgastados) para incrementar su participación en el mundo de la moda. Considerada la segunda piel de los argentinos, la Argentina es el segundo mercado regional en producción y ventas de jeans: se consumen en promedio 50 millones de prendas denim al año, por su mayor aceptación en oficinas, colegios y salidas nocturnas, todos ámbitos de reserva formal.
La crisis golpea al sector, pero la tendencia se mantiene firme. Márcio Coimbra, gerente del área Jeanswear de Santista, calcula que en 2017 se despacharon 55 millones de prendas denim, en su mayoría pantalones, pero también camisas y camperas y chalecos, entre otros. “Este año, las ventas cayeron 25%, promedio, con lo cual estimamos un mercado de 41 millones”, dijo al Económico.
Más allá de esto, las fuentes celebran el resurgir del jean, un negocio que disputan fabricantes textiles de la talla de la mexicana Santista, las brasileñas Alpargatas y Vicuña y las nacionales Santana y Fibraltex. Y varias marcas, entre ellas Levi’s, Wrangler y Lee (del grupo VF), Kosiuko, Taverniti, Tascani y Bensimon.
“Las perspectivas para el jean son muy positivas, porque hay una desaceleración en la venta de prendas deportivas, que ocupaban el mismo lugar”, introduce Carlos Peñarrocha, director del negocio textil de Alpargatas. El ejecutivo, sin embargo, remarca que la contracción económica impacta en toda la cadena denim (productores, confeccionistas, diseñadores y lavaderos), que “cayó 15% este año”. Igual, Peñarrocha celebra el resurgimiento del jean en el universo de la moda: “La prenda se democratizó. Es aceptada en eventos formales, y también para camisas, camperas, vestidos, en todas las clases sociales”.
Entre otras innovaciones, el jean (inicialmente basado en una tela de lona), “incorporó el Lycra para los elastizados, mejoró detalles de terminación con tecnología láser para el ’gastado’ o la rotura, el lijado (el mismo proceso pero más artesanal), y el desgaste con químicos”, explica Gustavo Martínez, de Taverniti. Y añade que “la demanda es creciente porque proviene del público con estilos modernos y también de gente más clásica”.
El líder en la región es Brasil, con un consumo de 350 millones de prendas anuales. Se trata del 3° mercado a nivel mundial. “Es casi 9 veces más grande que la Argentina”, grafica Robson Ferreira, un alto ejecutivo de Lycra, empresa que fabrica un hilado que cumplió 60 años de existencia en 2018. “El uso de la Lycra en el segmento de jeanswear es algo más nuevo. Era más usual en ropa interior, toallas, indumentaria deportiva. El jean, en cambio, se confeccionaba con telas de algodón, hasta que en los 90 Calvin Klein lo introdujo en el universo fashion. Antes se lo valoraba por su resistencia, más que por su comodidad”, agregó.
Las nuevas tendencias en la industria de la moda produjo cambios más profundos en el placard. El resurgimiento del estilo skinny (ajustados al cuerpo, tal como ocurría en los años 70) repercute en la demanda de telas más flexibles y cómodas para el uso. En paralelo con el declive de prendas formales (la corbata, por ejemplo) existe una mayor aceptación en las corporaciones para el uso de vestimentas consideradas informales o de estilo casual.
Aludiendo a Brasil y la Argentina, que representan el 50% del consumo de jeans en la región, Ferreira interpreta que eso ocurre “porque es una vestimenta altamente flexible, que se puede usar en el trabajo, en la escuela, para salir por las noche, por ejemplo. Y que se adecua a diversos tipos de clima y temperatura. En Brasil, el calor, y en la Argentina, el frío”.
Al tanto de esas tendencias, Santista acaba de ser comprada por el grupo mexicano GSL (Siete Leguas), que produce denim para el mercado latinoamericano y también para varias tiendas departamentales de los Estados Unidos. En 2006, Santista pertenecía a la brasileña Camargo Correa en 2006. Hoy GSL es uno de los colosos de la industria del jean.
Sobre pronósticos para 2019, Peñarrocha se muestra cauto. “Prevemos un mercado de entre 40 millones y 50 millones de unidades, según como evolucione la economía”. Pero resalta que, a largo plazo, el jean cuenta con buenas perspectivas. “Hoy, el denim es usado por todas las clases sociales. La utilizan marcas top pero también las masivas. Incluso está copando los segmentos más bajos, como en los talleres textiles de Flores”, dijo.
“Desde hace 5 años, el jean es parte central del guardarropa. Y puede ser un producto aspiracional, una prenda masiva y se demanda en todos los niveles de la pirámide social”, explicaron desde una importante fábrica textil. La coyuntura recesiva dificulta las proyecciones inmediatas. Al igual que en todo el mercado textil, Coimbra enumera las dificultades: “El contexto del año es muy complicado para las empresas, que se tienen que adaptar a diferentes circunstancias: bajo consumo, créditos inalcanzables, aumento de tejidos importados (10% más de telas y 60% en prendas terminadas) y absorción de los mayores costos de producción”.
Sin embargo, Peñarrocha, de Alpargatas, rescata que “el jean no perdió tanto”, con relación a otros segmentos de la indumentaria. Y que la devaluación, en parte, mejoró los precios con relación a otros mercados internacionales. “En los Estados Unidos, un jean cuesta entre US$40 y US$220. En la Argentina oscila entre los $700 y $3.000, promedio”.
La moda también amortigua el impacto de la crisis. El proceso de confección de un jean es muy largo, necesita 5 meses, entre la compra de las telas, lavado, rotura y desgaste con procesos químicos. No hay tanta diferencia entre temporadas.